A GONZALO DE QUESADA Y ARÓSTEGUI
[Nueva York, abril de 1892]
Al subir de la imprenta recibo su telegrama. Sin voz, y con el corazón a medio salir, pasa el día este amigo cariñoso de Lucianita y de Angelina. Como que me hace ya falta oír la palabra consejera de la una, y ver los ojos leales y piadosos de la otra. Salúdemelas, y tráigaselas pronto.
Va Patria.
¿Cómo no le han contado lo del domingo? De sí misma nació,—y casi de improviso, una fiesta brillante—brillante y conmovedora. ¡Hubiera oído a Estrada Palma, cuando nos dio, y se dio con nosotros, por los continuadores legítimos de Guáimaro! Arreglé las cosas sobre el campo, y del desorden pudimos sacar fuerza. Grandísima falta me hizo Vd. El noble Emilio[1] tomó a pecho leer su discurso,[2] y aunque la emoción no le dejaba donde pararse a la sintaxis, esto mismo realzó el tema, que era la consagración de los cubanos nuevos a la patria. Su voz temblorosa era el discurso. Fraga, un latigazo, Sotero, un canto. Lantigua,[3] párrafos sanos y numerosos. Serra, hecho un machete. Emilio, una promesa. Benjamín, todo un constituyente. Yo, vi que la gente venía de cabalgata, y tuve, medio muerto como estaba, que montar a caballo. Estrada fue una gloria; tuvo frases que no han de morir. Estaba lindo como un novio: chispeantes los ojos, encendido el color, feliz toda la cara, vigoroso el pañuelo. Gran respeto en el público, y unánime entusiasmo.
Ya Angelina se enoja, y ceso.
Toda la fiesta sale en Patria.[4]
Dígale a José Ignacio que, entren y salgan congresos, yo soy siempre para él el niño amoroso y agradecido a quien llevaba de paseo al Calabazar. Cuando uno va a morir, tiene miedo de ser desamado. Goce, y quiera a
su
OC, t. 1, pp. 400-401. Cotejada con el manuscrito original.
Tomado de José Martí: Epistolario, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual y Enrique H. Moreno Plá; prólogo de Juan Marinello, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editorial de Ciencias Sociales, 1993, t. III, pp. 80-81.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] Emilio Arteaga de Quesada, quien leyó el discurso de su primo Gonzalo ausente en el acto, porque no se hallaba en Nueva York.
[2] Puede verse en Gonzalo de Quesada Miranda: Páginas escogidas, La Habana, 1968, pp. 189-193.
[3] Justo Lantigua.
[4] Véase “La confirmación”, Patria, Nueva York, 23 de abril de 1892, no. 7, p. 1; OC, t. 1, pp. 411-413.