A LEONOR PÉREZ CABRERA

Madre mía:

Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje,[1] estoy pensando en Vd. Yo sin cesar pienso en Vd.—Vd. se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida y ¿por qué nací de Vd. con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre.

     Abrace a mis hermanas, y a sus compañeros.[2] Ojalá pueda algún día verlos a todos a mi alrededor, contentos de mí. Y entonces sí que cuidaré yo de Vd. con mimo y con orgullo. Ahora, bendígame, y crea que jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza. La bendición.—

Su           
J. Martí

[Montecristi] 25 marzo 1895

Tengo razón para ir más contento y seguro de lo que Vd. pudiera imaginarse. No son inútiles la verdad y la ternura.[3] No padezca.—

[Cotejado por manuscrito original en el Centro de Estudios Martianos].

Tomado de José Martí: Testamentos. Edición crítica, presentación de Salvador Arias, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2016, p. 15.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] Al escribir esta carta de despedida, Martí estaba presto a embarcar para Cuba desde República Dominicana en compañía de general Máximo Gómez, en la goleta Mary John, comprada por ambos a J. Poloney, comisionista de la ciudad dominicana de Montecristi. Horas después, ese intento quedó frustrado ante la negativa de la tripulación a hacer la travesía, y la solicitud de una considerable suma de dinero por parte del capitán y del contramaestre para organizar otra salida.

[2] Martí se refiere a sus hermanas Leonor Petrona, La Chata (1854-1900); María del Carmen, La Valenciana (1857-1900); Rita Amelia (1862-1944); y Antonia Bruna (1864-1900), casadas respectivamente con Manuel García Álvarez, Juan Radillo Riera, José García Hernández, y Joaquín Fortún André. Para entonces ya habían fallecido María Salustiana, Ana, quien aparece en su certificado de defunción como Mariana Matilde (1856-1875); María del Pilar Eduarda (1859-1865); y Dolores Eustaquia, Lolita (1865-1870).

[3] “No puede ser que pasen inútiles por el mundo la piedad incansable del corazón y la limpieza absoluta de la voluntad”. [JM: “Carta a Benjamín Guerra y Gonzalo de Quesada”, Cabo Haitiano, 10 de abril (de 1895), EJM, t. V, p. 152. (N. del E. del sitio web)].