José María Heredia y Heredia (1803-1839)

Poeta cubano,[1] que “inicia la iluminación poética de Cuba desde la nostalgia del destierro”.[2] Sus versos fueron símbolo de la rebeldía patriótica durante el siglo xix.[3] Nació en Santiago de Cuba el 31 de diciembre de 1803. Hijo de José Francisco Heredia, emigrado con su mujer de Santo Domingo, oidor de la Audiencia de Caracas durante la guerra de independencia. De su padre recibió la iniciación humanística desde la niñez. Cursó Gramática latina en la Universidad de Caracas en 1816, y en 1818 comenzó sus estudios de Derecho en la Universidad de La Habana.
En abril de 1819 partió hacia México, donde su padre había sido designado Alcalde del Crimen de la Audiencia, y este mismo año reunió sus primeras composiciones en dos cuadernos manuscritos. En diciembre de 1820 escribió en México su primer poema antológico “Fragmentos descriptivos de un poema mexicano”, que en la segunda edición de sus poesías apareció ampliado y con el título “En el Teocalli de Cholula”, con el que “comienza visiblemente la plenitud de nuestra lírica”.[4] De regreso a La Habana, obtuvo el grado de Bachiller en Leyes en 1821, y fundó la revista Biblioteca de Damas, de corta duración.
El 31 de marzo de 1823 apareció en El Revisor Político y Literario el importante “Anuncio” de sus poesías, atribuido a Domingo del Monte. En junio de este año se graduó de abogado en la Audiencia de Puerto Príncipe. Denunciado por conspirar contra la dominación española como miembro de los Caballeros Racionales, rama de la orden de los Soles y Rayos de Bolívar, se dictó contra él auto de prisión el 5 de noviembre de 1823. Ya había escrito “La estrella de Cuba”, canto revolucionario que circuló en secreto. Después de permanecer varios días oculto en la residencia de José Arango y Castillo, a cuya hija dirigió más tarde su poema epistolar “A Emilia”, (“donde por vez primera se produce entre nosotros el encuentro solemne de la conciencia y la poesía”),[5] embarcó clandestinamente el 14 de noviembre del puerto de Matanzas hacia Boston. El 15 de junio de 1824 escribió su famosa oda “Niágara”.[6] Al año siguiente apareció en Nueva York la primera edición de sus Poesías, muy favorablemente juzgadas por Andrés Bello y por Alberto Lista.
El 22 de agosto de 1825 salió de Nueva York hacia México, invitado por el presidente Guadalupe Victoria. Durante la travesía concluyó su versión de la tragedia Sila, que fue representada con éxito en México, y compuso el “Himno del desterrado”, de gran significación patriótica. En enero de 1826 se le designó funcionario de la Secretaría de Estado y del Despacho de Relaciones Interiores y Exteriores, y en febrero comenzó a editar El Iris, periódico literario. En enero de 1827 se representa su tragedia Tiberio, imitada de Chenier; en mayo fue nombrado Juez de Primera Instancia de Cuernavaca, y en septiembre contrajo matrimonio con Jacoba Yáñez. Fiscal de la Audiencia de México en 1828, oidor de la misma en el siguiente año, restituido en 1830 al Juzgado de Cuernavaca, las vicisitudes de su carrera administrativa corren parejas con las intensas agitaciones políticas del país.
En 1829 funda La Miscelánea. En 1831 lo nombraron oidor de la Audiencia de Toluca. Un año más tarde dio a la luz las Lecciones de historia universal, adaptación de los Elementos de Tyler, y la segunda edición de sus Poesías.[7] Su intensa actividad como periodista, miembro de la Legislatura del Estado, conspirador, orador parlamentario y cívico, catedrático, Ministro de la Audiencia, en un medio de incesantes convulsiones políticas, lo condujeron a una actitud de desaliento, agravada por la muerte de su hija Julia y el quebranto de su salud. El 1ro. de abril de 1836 escribe a Miguel Tacón, capitán general de la Isla de Cuba, una carta retractándose de sus ideales revolucionarios y solicitando permiso para volver a Cuba, donde residía su madre. Concedido el permiso, en el viaje de México a La Habana, adonde llega en noviembre de 1836, escribe “Al océano”. Sus antiguos amigos, con Domingo del Monte a la cabeza, desaprobaron su carta a Tacón y rehuyeron su compañía.[8] Enfermo y desalentado, embarcó hacia Veracruz el 1ro. de enero de 1837, para fallecer dos años después en Ciudad de México el 7 de mayo de 1839. Fue un notable traductor del inglés, el francés, el italiano y el latín.[9]
Según Eliseo Diego: “Romántico de vocación y aún más, destino, José María Heredia, solo ambicionaba marchar por la pasión a la belleza, y de la belleza como por cauce natural a la libertad, y otra vez a la belleza por la pasión. Todo dentro de sí mismo y a plena luz propia, porque tenía viva conciencia de quién era”.[10]
José Martí, por su parte, afirmaba que “Heredia cantaba con el brío y la robustez de un gran poeta”[11] y lo calificó como “el poeta Píndaro”.[12] Le dedicó dos textos importantes: el artículo crítico, en el cual lo considera “el primer poeta de América”,[13]y el discurso pronunciado en Hardman Hall, donde se refiere a Heredia como “el que acaso despertó en mi alma, como en la de los cubanos todos, la pasión inextinguible por la libertad”.[14]
Entre los libros que pertenecieron a Martí, se conserva un ejemplar, anotado por él, de las Obras poéticas de José María Heredia.[15] Dichas anotaciones, relacionadas con los textos citados, fueron transcritas por Fina García-Marruz en su ensayo “Martí y los críticos de Heredia del xix (En torno a un ejemplar de Heredia anotado por Martí)”.[16] En nuestros días, Heredia ha sido revalorizado como crítico por Amado Alonso y Julio Caillet-Bois, quienes lo consideran “el primer crítico de nuestra lengua en el siglo xix, hasta la aparición de Menéndez y Pelayo”.[17]
[Tomado de OCEC, t. 4, pp. 421-422. (Texto modificado por el E. del sitio web)].[18]
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] “José María Heredia representa la figura cabal del poeta entre nosotros. Su formación clásica y moderna, sus viajes, su diversidad de intereses culturales, unidos a un temperamento ardiente y a una inteligencia clara y ordenada, le dan a Heredia la calidad enteriza, el porte y la entonación del gran poeta, del hombre que encarna y expresa bellamente las aspiraciones de su pueblo. // […] toda su obra, descriptiva o sentimental, está como interiormente estremecida por la nostalgia de la patria libre: de aquí la poesía civil interna. Esa profunda y delicada identificación entre su intimidad y sus ideales, entre su vida emocional y sus convicciones políticas, es lo que hace de Heredia, sin disputa, el primer poeta cubano, el primer vivificador lírico de la nación como necesidad del alma”. (Cintio Vitier: “Recuento de la poesía lírica en Cuba. De Heredia a nuestros días”, Obras 3. Crítica 1, prólogo de Enrique Saínz, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2000, pp. 3 y 4, respectivamente).
[2] Cintio Vitier: “La interiorización de la naturaleza; paisaje, patria, alma: Heredia”, Lo cubano en la poesía (1958), en Lo cubano en la poesía. Edición definitiva, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1998, p. 71.
[3] “Decía Varona que la gente de su generación derivó de Heredia el sentimiento de la nacionalidad y que en sus versos acendró la emoción de patria. En efecto, Varona escribe en un artículo en el libro Desde mi belvedere, estas palabras: ‘Y sus versos armoniosos volaron por todo el país, como enjambre de ideas fulgurantes, que iban a punzar las almas dormidas y a llenar con imperecedero susurro las conciencias’. Por eso fue Heredia un fundador”. (Medardo Vitier: “José María Heredia”, Estudios, notas, efigies cubanas, La Habana, Editorial Minerva, 1944, p. 215).
“El sello épico y estético surge del más sublime y desgarrador discípulo de Varela, José María Heredia, el poeta de esa generación. No hay dudas de que la poesía de Heredia es la primera poesía patriótica cubana, la expresión sublime del sentimiento de una generación comprometida con una Cuba que debe ser y no con la que es. El sentimiento patriótico está directamente vinculado, en Heredia, a la idea patriótica fundamentada en las Lecciones de Filosofía de Félix Varela. Incluso, estando Heredia en México, se encarga de difundir y de promover esta obra de su maestro en aquel país. Su Himno del desterrado, el primer himno cubano (cubano por su contenido y por su intención), es la expresión estética de la ética patriótica vareliana, estudiada por Heredia en la ‘Lección única de patriotismo’, colofón de Lecciones de Filosofía. En este segmento áurico de la construcción cubana, el Himno del desterrado, confluye el sentimiento y la idea, el cultivo y los cultivadores, la cultura germinal de la Cuba cubana”. (Eduardo Torres-Cuevas: “El legado común de Félix Varela y de José Martí”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2008, no. 31, p. 214).
[4] Cintio Vitier: “Consideraciones en torno al poema ‘En el Teocalli de Cholula’”, Obras 3. Crítica 1, ob. cit., p. 71.
[5] Cintio Vitier: “Poetas cubanos del siglo XIX. Semblanzas” (1968), Obras 3, Crítica 1, ob. cit., 2000, p. 210.
[6] José María Heredia: Niágara, introducción de José Lezama Lima, La Habana, Ediciones UNIÓN, 2003.
[7] “Sus grandes poemas descriptivos sobre todo los compuestos ante el Teocalli de Cholula y las cataratas del Niágara, permanecen como ejemplos de una fina sensibilidad capaz de captar las esencias de la naturaleza americana a través de medios de un gran empaque lírico. Aunque recibe el influjo de impulsos de un apasionado romanticismo —hasta el punto de ser considerado el primer exponente de este estilo en lengua española—, la mayor parte de la obra disfruta de ese justo equilibrio asociado a los grandes clásicos. Su quehacer se proyectará por todo el siglo XIX cubano con las resonancias de iniciador, ejemplo y estímulo”. (Poesía cubana de la colonia, selección, prólogo y notas de Salvador Arias, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2002, p. 32).
[8] “Martí entendió lo que no entendieron Del Monte y sus amigos, causalistas y mezquinos: que el símbolo creado por Heredia era mayor que su propia vida, y que el sufrimiento arrasador, la cercanía de la propia muerte y la necesidad de la madre, podían, en justicia, disculparlo. […] Tenía ese derecho, porque era honrado. […] // No es solo la piedad, sino, por encima de ella, el reconocimiento de una jerarquía poética que llevó a Heredia, de una vez para siempre, a ser símbolo, no solo del destierro patriótico, de la isla oprimida, sino también de la americanidad de Cuba, rasgo que está en la más profunda vocación de nuestra historia”. (“Poetas cubanos del siglo XIX. Semblanzas”, ob. cit., pp. 212 y 213, respectivamente).
[9] Carmen Suárez León: “Traducir y transgredir: Heredia como modelador de la cultura cubana”, La alegría de traducir, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2008, pp. 6-21.
[10] Eliseo Diego: “El ‘Niágara’ de José María Heredia” (1998), Ensayos, selección y prólogo de Enrique Saínz, La Habana, Ediciones UNIÓN, 2006, p. 274.
[11] JM: “Heredia”, Revista Universal, 27 de mayo de 1875, OCEC, t. 4, p. 167.
[12] JM: “Poesía dramática americana”, El Porvenir, Guatemala, OCEC, t. 5, p. 228.
[13] JM: “Heredia”, El Economista Americano, Nueva York, julio de 1888, OC, t. 5, p. 136.
[14] JM: “Heredia”, discurso en Hardman Hall, Nueva York, 30 de noviembre de 1889 (El Avisador Hispanoamericano, suplemento al no. 176, Nueva York, 3 de diciembre de 1889), OC, t. 5, p. 165.
[15] Obras poéticas de José María Heredia. Poesías, Nueva York, Imp. Néstor Ponce de León, 1875, vol. I, 350 p. Vol. II, Teatro, 184 p. Los dos volúmenes encuadernados en un tomo. El ejemplar está dedicado a Martí: “Al Sr. José Martí, s.s.s. El Editor”.
[16] Anuario Martiano, La Habana, Sala Martí de la Biblioteca Nacional, 1969, no. 1, pp. 239-291. (Temas martianos. Primera serie, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2011, pp. 431-460).
[17] Ensayo sobre la novela histórica, Buenos Aires, 1942. (Citado por Salvador Bueno: Historia de la literatura cubana, 4ta ed., La Habana, Editorial Pueblo y Educación, 1972, p. 101).
[18] Bibliografía:
- “Antología poética del siglo XIX. José María Heredia (1803-1839)”, de Gastón Baquero y Cynthio Vitier, Grafos-Havanity, año IX, no. 110, abril de 1943.
- Manuel Pedro González: “José María Heredia, primogénito del Romanticismo hispano”, Boletín de la Academia Cubana de la Lengua, La Habana, enero-junio de 1955.
- Manuel Pedro González: José María Heredia, primogénito del romanticismo. Ensayo de rectificación histórica, México, El Colegio de México, 1955.
- Emilio de Armas: “Heredia en Martí: la pasión inextinguible de la libertad”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1984, no. 7, pp. 66-87.
- Cira Romero: “Apuntes sobre la crítica literaria martiana ante José María Heredia”, Revista Cubana de Ciencias Sociales, La Habana, 1995.
- “Valoraciones sobre José María Heredia (1803-1839)”, en Ana Cairo: Cultura en Cuba, La Habana, Editorial Pueblo y Educación, 1997, v. 8, pp. 191-204.
- Ana Cairo Ballester: Heredia entre cubanos y españoles, Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 2003.
- Danae Carbonell Diéguez, Alicia Obaya Martínez y Martha Parada Marañón: “El salto del símbolo en la lírica cubana: José María Heredia-José Martí”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2001, no. 24, pp. 126-139.
- Salvador Arias: Aire y fuego en la raíz: José María Heredia, La Habana, CEM, 2003.
- Salvador Arias: “Estudios heredianos”, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, julio-diciembre de 2003.
- Salvador Arias: “Algunos paralelismos entre Varela, Heredia y Martí”, Educación, La Habana, septiembre-diciembre de 2003.
- Salvador Arias García: “De la prosa política de Heredia. Con motivo del 210 aniversario de su nacimiento”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2013, no. 36, pp. 57-60.
- Bladimir Zamora Céspedes: “Nadie lo vence en amar”, El Caimán Barbudo, La Habana, enero-febrero de 2003. Significación martiana de José María Heredia.
- Caridad Atencio: “Martí: clamores heredianos”, El Caimán Barbudo, La Habana, no. 314, 2003.
- Caridad Atencio: “Sobre la huella de Heredia en la poesía de José Martí”, Honda, La Habana, no. 9, 2003.
- Marlene Vázquez Pérez: “Heredia y Martí: evocaciones en sus aniversarios”, Honda, La Habana, no. 9, 2003.
- Ambrosio Fornet: “De cerca, de lejos: dos intelectuales cubanos ante el desafío de la modernidad”, Casa de las Américas, La Habana, no. 231, abril-junio de 2003.
- Ivan A. Schulman: “Cubanos en México: dos mexicanos más”, Literatura mexicana, no. 1, 2010. Sobre José María Heredia y José Martí.
- Osmar Sánchez Aguilera: “Martí y uno de sus ‘precursores’: Heredia (1888, 1889)”, Las martianas escrituras, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2016, pp. 191-222. (Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2008, no. 31, pp. 161-182).