El mejor retrato, solo y de cuerpo entero, de Martí, tomado al parecer en Temple Hall o Bond Hall, Jamaica, durante su primer viaje a esa isla en octubre de 1892. El retrato fue hecho por el patriota y fotógrafo Juan Bautista Valdés.

     Después de la firma del Pacto del Zanjón vuelve a La Habana en compañía de su esposa, el 31 de agosto de 1878 y emprende de nuevo sus labores conspirativas. El 22 de noviembre nace su hijo José Francisco. En la primavera de 1879 expresa su patriotismo irreductible en el brindis que hace en el café El Louvre contra el autonomismo y en su intrépido discurso en el Liceo de Guanabacoa, en presencia del Capitán general, que lo califica de “loco peligroso”.

     En el bufete de Nicolás Azcárate conoce a Juan Gualberto Gómez. El 17 de septiembre de 1879, Martí es detenido y una semana después es deportado a España, por sus vínculos con la Guerra Chiquita.

     A fines de año escapa de la Península y se encamina a Nueva York, donde establece en la casa de huéspedes de Carmen Miyares. Allí se incorpora al Comité Revolucionario Cubano, presidido por el general Calixto García, del cual es designado secretario, y comienza su colaboración con los diarios neoyorquinos The Hour y The Sun. Fracasado el movimiento independentista se dirige a Venezuela, de donde es conminado a partir, precipitadamente, pocos meses después, al enojarse el presidente Guzmán Blanco, por un artículo[16] que sobre Cecilio Acosta publicó en su Revista Venezolana.

     Los años siguientes los pasa en Nueva York,[17] desde donde escribe para La Opinión Nacional, de Caracas; La Nación, de Buenos Aires; El Partido Liberal, de México; La Opinión Pública, de Montevideo; La República, de Honduras; entre otros diarios reconocidos de nuestra América.  En este período ha publicado el libro de versos Ismaelillo, la revista infantil La Edad de Oro y escrito la mayoría de sus Versos libres (heraldos de una poesía nueva) y realizado numerosas traducciones.

     Este período de “reposo turbulento”,[18] de intensa labor intelectual y diplomática, constituye un compás de espera, para que cuajen las condiciones objetivas y subjetivas, dentro de la Isla, necesarias para iniciar un nuevo camino de la Revolución. Durante ese tiempo, sin embargo, no ha estado totalmente apartado de la política, como lo prueba su breve participación en el proyecto insurreccional de 1884-1886, organizado por los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo, del cual se aparta por discrepar de sus métodos autoritarios;[19] su patriótico artículo Vindicación de Cuba y su posición alerta frente al naciente imperialismo yanqui en la Conferencia Internacional Americana y en Comisión Monetaria Internacional Americana, efectuadas en Washington.

     En 1891 publica “Nuestra América” y los Versos sencillos; comienza también los trabajos para la fundación del Partido Revolucionario Cubano—en el cual se ha visto el anticipo del partido de nuevo tipo— y del periódico Patria, que nacen en 1892. A partir de estos momentos todos sus esfuerzos se vuelcan en la preparación de “la guerra necesaria”[20]—combinando los mejores elementos de la emigración y de Cuba—, que bajo su genial dirección estalla el 24 de febrero de 1895.

     Cuando se inicia la guerra que él convocara, se apresura a marchar para incorporarse a ella, pero antes redacta el Manifiesto de Montecristi, documento extraordinario en el cual se exponen las razones de los cubanos para apelar a las armas y se alerta a los países hermanos de su interés en la existencia de una Cuba independiente que cerrase el paso hacia el sur a las ambiciones imperialistas norteamericanas, como confesó en su carta inconclusa a su amigo mexicano Manuel Mercado. Arribó a nuestras playas en un frágil bote, “con una mano de valientes”,[21] para caer de “cara al sol”,[22] cuando enfrentaba, con determinación y valor, al enemigo en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895.[23]

[Tomado de César García del Pino: Mil criollos del siglo XIX. Breve diccionario biográfico, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2013, pp. 171-173. (Texto modificado por el E. del sitio web)].[24]


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[16] JM: “Cecilio Acosta”, Revista Venezolana, Caracas, 15 de julio de 1881, OCEC, t. 8, pp. 93-108.

[17] “[…] esta es ciudad de ciudades, y mar de gentes y golfo donde se encuentran, rompen y hierven juntas todas las corrientes de la vida moderna”. (JM: “Cartas de Martí. Galas del Año Nuevo”, La Nación, Buenos Aires, 18 de marzo de 1883, OCEC, t. 17, p. 24).

“[…] no vivo aquí sino por la tradición, y por las facilidades en esta plaza tumultuosa, de compras y envíos”. (JM: “Carta al general Máximo Gómez”, Nueva York, 24 de marzo de 1894, EJM, t. IV, 80).

Véanse los ensayos de Antonio Herrería: “Martí y Darío ante Nueva York” (Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2016, no. 39, pp. 121-133) y Luis Álvarez Álvarez y Nadiezda Proenza Ruiz: “La construcción de una imagen: Nueva York en las crónicas martianas” (Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2017, no. 40, pp. 234-247) y Marlene Vázquez Pérez: “Madrid en Nueva York: el mediador cultural José Martí en la prensa estadounidense”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2019, no. 42, pp. 57-72. Sugerimos, además, el libro de esta reconocida autora, La vigilia perpetua. Martí en Nueva York, La Habana, Centro de Estudio Martianos, 2017.

[18] JM: “Vindicación de Cuba” (carta al Director de The Evening Post), Nueva York, 21 de marzo de 1889, EJM, t. II, p. 90.

[19] Véanse, al respecto, las cartas de Martí al general Máximo Gómez, a Manuel Mercado y a Enrique Estrázulas, fechadas en Nueva York, el 20 de octubre y el 13 de noviembre de 1884, la primera y la segunda, y, presumiblemente, en la misma ciudad y en el mismo año, la tercera. (OCEC, tt. 17 y 15, pp. 384-387 y 393-396, y 266-267, respectivamente).

[20] JM: “Asuntos cubanos. Lectura en Steck Hall”, Nueva York, 24 de enero de 1880, OCEC, t. 6, p. 150. Véanse, además, la carta a José Alfonso Lucena”, fechada en Nueva York, el 9 de octubre de 1885 (OCEC, t. 23, p. 167); el discurso en conmemoración del 10 de Octubre de 1868”, en Masonic Temple, Nueva York, el 10 de octubre de 1888 (OC, t. 4, p. 229); y el artículo “El general Gómez”, publicado en Patria, Nueva York, el 26 de agosto de 1893, no. 76, p. 2; OC, t. 4, p. 447.

[21] JM: “Carta a Federico Henríquez y Carvajal”, Montecristi, 25 de marzo de 1895, TEC, p. 23.

[22] “Yo quiero salir del mundo
Por la puerta natural:
En un carro de hojas verdes
A morir me han de llevar.

No me pongan en lo oscuro
A morir como un traidor:
¡Yo soy bueno, y como bueno
Moriré de cara al sol!”

[JM: “Poema XXIII”, Versos sencillos, ob. cit., p. 328). (Las cursivas son del E. del sitio web)].

[23] “Desde entonces empezó a vivir entre nosotros. Sí. Había la inefable sugestión de su ser. Los que se le acercaron en Tampa, en Cayo Hueso, en Nueva York se sintieron sobrecogidos ante el misterio de un hombre puro y avasallador. Pero aquí, para nosotros, el caso era una leyenda y una larga fama cuyo resplandor iluminó a Dos Ríos. Los cubanos de acá no lo habían visto, al menos la generación del 95. Por eso, al difundirse su obra escrita, que es copiosa, empezó una nueva vida del Apóstol. Su ideario ha ido rodando (no digo penetrando) en las conciencias. De todos modos, y aunque no prevalezca, se ha creado una atmósfera en torno a su memoria que no la genera ningún otro prócer de América”. (Medardo Vitier: “José Martí”, Estudios, notas, efigies cubanas, La Habana, Editorial Minerva, 1944, p. 246).

“Con su muerte se cierra nuestra época trágica. Un destino aciago, algo como la suerte de los atridas, azota a la poesía cubana durante todo el siglo XIX. Martí resume ese fatum, pero ya no es su víctima sino su dueño. Él es el primero entre nosotros que, asumiéndolo desde la raíz, posee al destino. Por eso está capacitado para que nuestra naturaleza y nuestro hombre reciban de su mirada la iluminación espiritual. Pero, como si nuestro signo fuera lo imposible, tan pronto él toca la tierra suya para redimirla, muere en un misterioso paisaje de aguas. Y es arrastrado, y se pudre bajo la lluvia. Pero ese contacto de sus últimos días, ese encuentro casi increíble de su amor inaudito, en el pleno bosque insular, con los cubanos humildes, oscuros, que él enciende, es la semilla más dura de nuestra realidad, el tesoro mayor que tenemos”. (Lo cubano en la poesía. Edición definitiva, ob. cit., pp. 206-207.

[24] Entre otros textos y estudios breves, —carácter general—, en la vastísima estimativa martiana, sugerimos consultar: “José Martí” de Enrique Trujillo (Álbum de El Porvenir, Imprenta de El Porvenir, Nueva York, 1890, no. 1); “José Martí” (1892) de Juan Gualberto Gómez (Preparando la Revolución, La Habana, Publicaciones de la Secretaría de Educación, Dirección de Cultura, 1936, pp. 196-200); “Siempre Martí” de Serafín Sánchez Valdivia (Patria, Nueva York, 2 de enero de 1895, no. 143, p. 2); ); “La patria es Martí” de Enrique Loynaz del Castillo (Patria, Nueva York, 4 de febrero de 1895, no. 147, p. 2); “José Martí” (1895) de Rubén Darío (Antología crítica de José Martí, recopilación, introducción y notas de Manuel Pedro González, Universidad de Oriente, Publicaciones de la Editorial Cultura T. G. S. A., México, D. F., 1960, pp. 3-11); “¡Inmortal!” de Sotero Figueroa (Patria, Nueva York, 25 de junio de 1895, no. 167, pp. 1-2); “El maestro” de Manuel de Jesús González (Patria, Nueva York, 2 de julio de 1895, pp. 2-3); “Excelsior” de Rafael de Castro Palomino (Patria, Nueva York, 8 de julio de 1895, p. 3); “José Martí” de Néstor Ponce de León (Patria, Nueva York, 17 de agosto de 1895, p. 3); “Martí y su obra política” (1896) de Enrique José Varona (De la colonia a la república, La Habana, Sociedad Editorial Cuba Contemporánea, 1919, pp. 83-94); “Martí escritor” de Pedro Henríquez Ureña (La Discusión, 1905); “José Martí” (1908) de Justo de Lara [José de Armas y Cárdenas] (Revista Cubana, La Habana, julio de 1951-diciembre de 1952, pp. 170-174); Américo Lugo: “José Martí” (José Martí: Flor y lava. Antología, París, Sociedad de Ediciones Literarias y Artísticas, Librería Paul Ollendorf, [1910], pp. V-XLVIII); “Oración” (1915) de Max Henríquez Ureña (¿-?); “Sobre el estilo de Martí” (1919) de Miguel de Unamuno (Archivo José Martí 11, al cuidado de Félix Lizaso, La Habana, enero-diciembre de 1947, pp. 11-14); “Glosas al pensamiento de José Martí” (1926) de Julio Antonio Mella y “Rescate y proyección de Martí” (1937) de Raúl Roa (Siete enfoques marxistas sobre José Martí, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editora Política, 1985, pp. 5-13 y 14-31, respectivamente); “José Martí” (1940) de Juan Ramón Jiménez (Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1982, no. 5, pp. 300-302); “Martí hombre de fe” de Dulce María Loynaz (Libro jubilar de homenaje al Dr. Juan M. Dihigo y Mestre en sus cincuenta años de profesor de la Universidad de La Habana, 1941); “Martí: ala y raíz” (1945) de Jorge Mañach (Martí en Jorge Mañach, selección, prólogo y bibliografía de Salvador Arias, La Habana, Letras Cubanas, 2014, pp. 97-101); “Martí” de Pablo Neruda (Archivo José Martí 11, al cuidado de Félix Lizaso, La Habana, enero-diciembre de 1947, p. 7); “Lección de Martí” (1947) de Miguel Otero Silva (Archivo José Martí 14, al cuidado de Félix Lizaso, La Habana, enero-diciembre de 1949, pp. 495-496); “De cómo honrar a José Martí” de Andrés Iduarte (Excelsior, La Habana, 6 de noviembre de 1952); “José Martí” (1952) de Fina García-Marruz (Ensayos, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2003, pp. 11-58); “La magia de Martí” (1953) de Gabriela Mistral (La palabra viva de José Martí, selección, prólogo y notas de Carmen Suárez León, La Habana, Pablo de la Torriente Brau Editorial y Unión de Periodistas de Cuba, 2007, pp. 49-54); “Secularidad de José Martí” de José Lezama Lima y “Mi Martí” de Eugenio Florit (Orígenes, La Habana, no. 33 de 1953, pp. 3-4 y 47-48, respectivamente); “Martí, camino de su muerte” de María Zambrano (Bohemia, La Habana, 1ro. de febrero de 1953); “Martí, guía de su tiempo y anticipador del nuestro” (1953) de Carlos Rafael Rodríguez (Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1978, no. 1, pp. 310-323); “Una hora de silencio por Martí” (1953) de Luis Amado Blanco (Juzgar a primera vista, La Habana, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, 2003, pp. 359-360); “Décimas por el júbilo martiano en el centenario del apóstol José Martí” de Emilio Ballagas (Diario de la Marina, julio de 1953); “El americanismo de Martí” de Emilio Roig de Leuchsenring y “La poesía de Martí” de Juana de Ibarbourou (Memoria del Congreso de escritores martianos, La Habana, 1953, pp. 285-317 y 632-637, respectivamente); “Martí a la luz de la nueva física” de Alfonso Reyes (Boletín de la Academia Cubana de la Lengua, La Habana, julio-diciembre de 1953); “Que su llama nos queme” de Fernando G. Campoamor (Impresora Vega y Cía., S.L, La Habana, 1953; Trabajadores, La Habana, 28 de enero de 1983); “Oración a Martí” (1953) de Fernando Ortiz (¿-?); “Dimensión filosófica [de José Martí], sobre todo en su sentido de la vida” de Medardo Vitier (Martí; estudio integral, La Habana, Comisión Nacional Organizadora de los Actos y Ediciones del Centenario y del Monumento de Martí, 1954; José Martí. Valoración múltiple, La Habana, Casa de las Américas, 2007, t. 1 (edición al cuidado de Luis Toledo Sande), pp. 217-234); “Martí encuentra su paisaje” de Samuel Feijóo (Bohemia, La Habana, 31 de enero de 1954); “José Martí” de Max Henríquez Ureña (Breve historia del modernismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1954); “Mensaje de Martí” de Jesús Orta Ruiz (Bohemia, La Habana, 31 de enero de 1960); “José Martí: valoración” de Federico de Onís y “Martí” de  Guillermo Díaz-Plaja (Antología crítica de José Martí, recopilación, introducción y notas de Manuel Pedro González, México, D. F., Publicaciones de la Editorial Cultura, T. G., S. A., 1960, pp. 13-21 y 247-252, respectivamente); “José Martí, su circunstancia y su tiempo” de Manuel Pedro González (Indagaciones martianas, Universidad Central de Las Villas, 1961, pp. 53-82); “Martí revolucionario” de Ezequiel Martínez Estrada y “Puesto al morir” de Pablo Armando Fernández (Todo Martí, Lunes de Revolución, núm. especial, 30 de enero de 1961, no. 93, pp. 4-5 y 59-60, respectivamente); “Martí-Cuba” (1962) y “El legado martiano” de Cintio Vitier (Temas martianos. Primera serie (1969), La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2011, pp. 9-17 y Vida y obra del Apóstol José Martí, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2004, pp. 313-337, respectivamente); “Martí, propiedad humana” de Nicolás Guillén (La Gaceta de Cuba, La Habana, 20 de mayo de 1964); “Vigencia del pensamiento de Martí” (1966) de Alejo Carpentier (La cultura en Cuba y en el mundo, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2003, pp. 231-238); “Magia y persecución en José Martí” de Reinaldo Arenas (La Gaceta de Cuba, La Habana, año 6, no. 66, julio-agosto de 1968); “Martí: poesía” (1968) de Juan Marinello (18 ensayos martianos, La Habana, Ediciones UNIÓN y Centro de Estudios Martianos, 1998, pp. 287-349); “Martí: símbolo cuádruple: del mito a la realidad, del ayer al hoy” de Mary Cruz (Unión, La Habana, abril-junio de 1983); “La lección humana y trascendente de José Martí” de Armando Hart Dávalos (Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1984, no. 7, pp. 33-45); “Anotaciones sobre José Martí” de José Coronel Urtecho (Casa de las Américas, La Habana, marzo-abril de 1984); “Ventanas sobre Martí” de Eduardo Galeano (Araucaria de Chile, Madrid, 1984, pp. 141-146); “José Martí: camino de perfección” de Yuri Guirin (Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1988, no. 11, pp. 338-343); “El homagno cubano: perfil moral de José Martí” de Jorge Juan Lozano Ros (Nuevo Amanecer Cultural, Managua, Nicaragua, 8 de febrero de 1992); “José Martí en el giro histórico de su tiempo” de Julio Le Riverend (Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1993, no. 16, pp. 32-42); “Cristo laico” (¿-?) de Gastón Baquero (La fuente inagotable, Valencia, Pre-Textos, 1995, pp. 91-93); “La acción histórica en José Martí” de Rafael Almanza Alonso (Contracorriente, La Habana, julio-septiembre de 1995, año 1, no. 1); “Las tres filosofías de Orígenes de Gustavo Pita Céspedes (Contracorriente, La Habana, 1996, año 2, no. 3, pp. 36-41); “Martí una ansiedad” de José Kozer (Encuentro de la cultura cubana, Madrid, invierno 1996-1997, no. 3, pp. 62-65); “José Martí: forjador de pueblos” (2000) de Ramón de Armas (La Habana, Centro de Estudios Martianos, 3ra ed., 2016); “Martí en su siglo y en los siglos” de Roberto Fernández Retamar (Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2003, no. 26, pp. 28-37); “Solo el amor construye y edifica” de Eusebio Leal Spengler (Honda, La Habana, 2005, no. 13);  “Mito y texto de José Martí” de Roberto Manzano (Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2008, no. 31, pp. 122-128); “¿Con las doctrinas del Maestro?” de Pedro Pablo Rodríguez (Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2013, no. 36, pp. 18-23); “Con Martí mirando las estrellas” de Ernesto Cardenal (Casa de las Américas, La Habana, julio-septiembre de 2016); “José Martí, revolucionario en todas partes” de Luis Toledo Sande (Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2019, no. 41, pp. 78-83); Madeline Cámara: “José Lezama Lima y María Zambrano leen a José Martí” (Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2019, no. 41, pp. 304-317).