José Ignacio Rodríguez Hernández (1831-1907)
Nació en La Habana y murió en Washington. Abogado, catedrático en la Facultad de Filosofía de la Universidad de La Habana hasta 1863, profesor de Física y Química en la Escuela General Preparatoria, en el Colegio del Salvador y en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, fue además profesor del Colegio San Pablo (1867), dirigido por Rafael María de Mendive.
Sus ideas antiesclavistas lo llevaron a traducir, con José Manuel Mestre, la novela Uncle Tom’s Cabin —a la que titularon Taita Tomás—, pero no llegó a publicarse. Como consecuencia de la situación política creada por el Grito de Yara, aunque mantenía relaciones con el capitán general Domingo Dulce, fue despachado a Madrid en 1869 y al poco tiempo pasó a Nueva York.
Se estableció desde 1870 en Washington, donde ejerció la profesión de abogado en el distrito de Columbia y ante la Corte Suprema, a la vez que se distinguió como perito en asuntos internacionales relacionados con el cuerpo diplomático latinoamericano acreditado en aquella ciudad. Prestó servicios a los intereses de Estados Unidos en la Oficina Internacional de las Repúblicas Hispanoamericanas, desde que fue creada por el gobierno norteamericano en febrero de 1890 hasta su muerte. Actuó como secretario de la Primera Conferencia Internacional Americana, como bibliotecario y jefe de traductores de la sección española de dicha Oficina y como secretario de la Comisión Monetaria Internacional Americana. Anexionista convencido y militante, hacia el final de la guerra del 95 se declaró partidario del régimen autonómico.
En septiembre de 1898 participó como consejero en la Comisión de la Paz, donde impidió —según propia declaración recogida por Juan M. Dihigo en su semblanza biográfica de 1907— que en el Tratado de París se hiciese a Cuba solidaria de la deuda supuestamente contraída con motivo de la guerra (unos cuatrocientos cincuenta millones de pesos) y obtuvo la salvaguardia de los bienes de la Iglesia en Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Además de sus trabajos jurídicos y de su producción periodística dispersa en Brisas de Cuba, Álbum de Güines, Ofrenda al Bazar, Revista de La Habana, Revista de Cuba, Revista Cubana, La Idea, El Monitor Republicano, de México, American Catholic Quarterly Review, de Filadelfia, The Forum, El Mundo Nuevo, La América Ilustrada, de Nueva York y otras, publicó en 1874 su Vida de José de la Luz y Caballero, que mereció una memorable refutación de Manuel Sanguily en 1890; Vida del presbítero don Félix Varela, en 1878; y en 1900 su Vida del Dr. José Manuel Mestre y su Estudio histórico sobre el origen, desenvolvimiento y manifestaciones prácticas de la idea de la anexión de la isla de Cuba a los Estados Unidos de América, apología de la corriente anexionista, donde figura una semblanza injusta de José Martí. Este, por el contrario, sin desconocer su anexionismo militante, siempre lo enjuició con generosidad, al reconocerlo como “un modelo de entendimiento perspicaz y lúcido”,[1] y lo recordó con gratitud por “las horas de ánimo y ternura que le debió en la niñez”.[2]
[Tomado de OCEC, t. 1, p. 316. (Nota modificada ligeramente por el E. del sitio web).
Otro texto relacionado:
- Rafael Cepeda: “Algunos rostros en la Conferencia Internacional Americana”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1990, no. 13, pp. 225-243.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] JM: “Carta a Gonzalo de Quesada y Aróstegui”, Nueva York, 17 de octubre de 1889, EJM, t. II, p. 132.
[2] JM: “Carta a José Ignacio Rodríguez”, [Nueva York] 28 de mayo [de 1890], EJM, t. II, p. 202.