JOSÉ CLEMENTE OROZCO

La tensión plástica de Orozco, sus patéticos deseos por encontrar nuevos símbolos que pudiesen enlazarse con los nuevos ídolos; una forma que se hacía dramática al encontrar en su tensión su propia virtud moral; se han roto, en su ejemplo y en su mito, ahora que el pintor está muerto.[1] Ese patriciado que desde hace tantos años ejercía en México, nos hacía comprender que donde quiera que él estuviese elaborando su secreto, procurando la forma de romperlo en las aristas duras en que su obra se entreabría, estaba también la potencia y el secreto de las formas oscuras, trabajándolo, llevándole siniestros acarreos, voces rotas y presagios.

     El arte, él nos decía, debe partir siempre de una idea, y añadía rápido, de una idea americana. Este propósito hacía que sus símbolos en ocasiones fuesen demasiado evidentes y rotundos, sometidos al encadenamiento de una claridad inicial y que no quedasen como indicios del artista trabajando la necesidad formal de su propio caos. Justo es manifestar ahora que está muerto, las altas calidades morales en las que se desenvolvió su siempre acatado patriciado.

     El fresquismo mexicano nació quizá como la única grande expresión de la revolución mexicana. Una libre ingenuidad presuponía que el Estado se dirigía hacia sus metas, pero ¿cuáles eran estas? ¿Se trataba del diseño plástico de esas etapas, desde la conquista hasta la felicidad? En el paréntesis de esa creadora ingenuidad, surgió el fresquismo mexicano. Cuando esa revolución nos dijo por todas sus voces que no era una religión, que era el Estado y no el pueblo el que buscaba configurarse, el fresquismo mexicano dejó de producir nuevos creadores y comenzó a extinguirse lentamente, ay, demasiado lentamente.

     Orozco quedaba siempre en pie. Sus ejecuciones, su desenvolvimiento, estaban hechos con la soledad y la sobreabundancia necesarios. Sus grises y azules, sus sienas, raspados, hoscos, hundidos, movilizados en un mundo anárquico pero potente, ingenuo en la concepción de sus ideas y sobrio en la tensión de sus deseos. ¿No llega acaso en sus frescos de la Escuela Nacional Preparatoria, a situar entre las falsedades sociales a Dios, y entre los ideales a la Trinidad?

     Es cierto que de la obra de Orozco se deriva una ganancia esencial. La lucha implícita en su obra, contra el gusto y la exquisitez, en el sentido burgués, estático, podrido, elegante. Las huecas normas del gusto y la frívola exquisitez quedan batidas con la rudeza propia de una ternura primitiva.

     Queda siempre en pie Orozco. Ahora después de su muerte luce todavía más incontaminado y esencial. El drama de sus figuras era el drama de su sangre. Era la lucha de su sangre con su espíritu, de su forma con su furor. En forma ruda ha cumplido, ha exigido. Es siempre el primer patricio que puede mostrar la pintura americana.

Julián Orbón

Tomado de Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, verano de 1949, año VI, no. 22, pp. 43-44.

Otros textos de Julián Orbón publicados en la revista Orígenes (1944-1956):[2]

  • “Las Tonadillas”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, verano de 1946, año III, no. 10, pp. 23-28.
  • “Y murió en Alta Gracia”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, invierno de 1946, año III, no. 12, pp. 14-18.
  • “De los estilos transcendentales en el postwagnerismo”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, verano de 1947, año IV, no. 14, pp. 31-40.
  • “Richard Strauss”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, verano de 1949, año VI, no. 22, p. 42.
  • “En la esencia de los estilos”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, 1950, año VII, no. 25, pp. 54-60.
  • “Homenaje. Arístides Fernández (1904-1934)”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, 1950, año VII, no. 26, p. 63.

Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] José Clemente Orozco falleció el 7 de septiembre de 1949 en la Ciudad de México. Fue sepultado en la Rotonda de las Personas Ilustres.

[2] Véase José Lezama Lima: “De Orígenes a Julián Orbón” (Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, Úcar García, s.a., 1955, año XII, no. 37, pp. 59-62), Tratados en La Habana (1958), La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2014, pp. 498-505.