MARTÍ EN SU OBRA

INTRODUCCIÓN A SUS OBRAS COMPLETAS

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     El escritor de excepción está, desde luego, en todas partes, como un dios vigilante de sus criaturas, pero, por razones muy claras, eleva sus calidades cuando la experiencia cuantiosa y el ejercicio infatigable han colmado la maestría. Es el instante en que su prosa y su verso aprietan, en un vuelo final, los valores diversos que han ido accesionando en la vigilia vitalicia. Aparece entonces el Martí de las síntesis impasables, de las sentencias alígeras y férreas, del vuelo poderoso y certero, de la palabra fiel e inesperada.

     En los libros que integran esta colección se recoge la prosa y el verso de nuestro Apóstol. Se verá de inmediato cuanta sagacidad tuvo Gabriela Mistral al señalar la bifurcación considerable entre los dos canales expresivos.[16] En verdad, se trata de dos bordes del mismo río, bañados por las mismas aguas, pero en que gérmenes propios emprenden un desarrollo peculiar. Igual el rumbo de la corriente, distinto el reflejo circundante. Hombre lírico en lo más hondo, Martí entiende la prosa como un servicio humano —con frecuencia patriótico—,. mientras el poema es para él, lo dice muchas veces, un menester accesorio, y, a veces, culpable.

     De la dirección distinta de cada rama vienen las maneras privativas de pareja superación, y también el cruzamiento de valores específicos. Si en la prosa martiana se aposentan versos innumerables —alguno de superior calidad que los que hacen su poema—,[17] el verso de sus últimos tiempos es tajante y certero como una sentencia inapelable. Claro está, que se trata de un mutuo enriquecimiento, en que cada donante concede sin vencimiento. Levantada y sugestiva —poética— la prosa mantiene su dominio ordenador; imperativa o esclarecedora, la estrofa defiende su terreno de flor y sueño.

     Al cerrar el ú1timo tomo de estas Obras se tendrá la clara sensación de que hemos conocido el desplazamiento cabal de un hombre que hizo de su vida la más plena de sus creaciones. Se habrá recibido la huella fiel de una existencia de sonoras tormentas, de claridad reveladora, de afiladas ternuras, de dación irrestricta. Su escritura, molde de su clamor poderoso, nos la entrega entera; y como ni el aturdimiento desdibujó su tarea juvenil, ni la madurez frenó el arranque hacia lo alto, queda la trayectoria como un camino mayor, bordeado de selvas impetuosas y claras.

     Por ser Martí este creador de entusiasmo y meditación, este varón de iluminaciones y deberes, es una cifra compleja y nítida, polémica y vencedora. Es en todo leal a su época y a la porción de futuro que en cada tiempo se adivina. En literatura y en política es hombre radical, pero sin salirse de la circunstancia a que ha de servir. Él dijo con hondo sentido que hay que ser hombre de su tiempo, para ser hombre de todos los tiempos.[18] Por ello, es un genuino maestro y un conductor vigoroso y sabio; un impar dechado de creador artístico y de héroe nacional.

La lección primordial

     Como dejamos probado en otro lugar, fue Martí ejemplo de escritor americano de su día, por lo que, siguiendo su dictado, debe serlo para los de esta hora. Sin que dejen de mostrarse en su escritura contradicciones y tanteos —huellas de su sinceridad y de su hombría—, le señorean el campo virtudes de tal relieve que pronto lo desbordan de su oficio letrado para hacerlo rector primordial de los rumbos de nuestra cultura.

     En el largo camino de estas Obras Completas nos llevará de la mano un creador sembrado en lo colectivo, pero con firme conciencia de su destino y de su menester. Sabe que su servicio al pueblo ha de revestirse de eficaz singularidad, y por ello inquieta y ahonda todo lo que ofrezca fuerza y brío a la palabra dirigente. Martí es, por lealtad a su misión, un artista hijo de las raíces más entrañadas y de las tierras más espesas. Admirable caso de dinámica continuidad, se hunde nuestro héroe en las viejas aguas de su lengua y sale a flote enarbolando los tesoros relucientes. En lo antiguo —el Oriente, Grecia, Roma, las realizaciones de la América remota…—, rastrea la razón del logro ejemplar y descubre el relieve que comunica el ímpetu andador. El puente entre la historia y el futuro es en Martí construcción fuerte y sensible, y vena por la que circula, sin cansancio, la sangre del hombre de servicio e invención.

     Con ese entendimiento del pasado, se vuelca Martí sobre su tiempo desde la primera hora, y no hay línea en su escritura que no intente la transformación benéfica de cuanto le circunda. Aquella sensibilidad de los hechos y sus relaciones, que es en él hazaña permanente, lo constituye pronto en velador inigualado del destino americano. Descubre desde los inicios que los pueblos que recibieron la dura herencia española poseen parejos problemas y comunes desdichas. Entiende que su América integra un conjunto histórico y social nutrido de posibilidades soberanas y con fuerzas para mudar los rumbos universales. Esta concepción infunde valores esenciales a una tarea escrita que se da, en lo más, a la interpretación de la realidad latinoamericana.

     La anchura del campo y la sintonía del observador integran un testimonio rico en relieves duraderos. Como se verá en esta colección, los motivos latinoamericanos de Martí son mil veces limitados y modestos, como cabe a un mundo en difícil despertar; no por ello la anotación y el vaticinio dejan de tener calidad en sí, y no es raro el caso en que el comentario olvida su humilde razón original y emprende, por su cuenta y riesgo, las vías de más tamaño y ambición.

     La visión americana de Martí, en la que luce Cuba como núcleo emocional y activo, es el mejor empleo de su fuerza, y también la causa determinante de una rara integración entre el político y el artista. No es necesario que nuestro grande hombre discurra sobre conflictos y perspectivas de sus patrias para que la ancha medida impulse el gran discurrir; en el prodigioso registro del mundo estadounidense —porción capital de su labor periodística—,[19] están presentes, como en un coro doloroso y anunciador, sus pueblos amados. Al constituirse en testigo y fiador de sus tierras, se le ensanchan las avenidas de su poder de testimonio y previsión, y como nada puede decir sin la marca del genio expresivo, su desvelo continental —temor del Norte y amor al Sur—, deviene en venero incansable de su fuerza y de su gracia de escritor. Martí es, en la medida más ambiciosa, hombre y escritor americano.

     Pero Martí es un luchador, un transformador, por naturaleza y convicción. Expresa su circunstancia con la radical impaciencia de los fundadores. No anota para archivar sino para cambiar lo apuntado. De ahí que devenga pronto en un crítico sabio y penetrante de cuanto tocan su pluma o su palabra,[20] no importa el cauce, a veces excesivo, de la tolerancia cordial: en él lo amoroso es camino, no llegada. Martí es, por naturaleza y destino, un hombre nuevo, un innovador.

     El ímpetu de cambio y novedad abarca en el mártir de Dos Ríos todo el campo del pensamiento y de la acción. Su sabiduría de palabras y estilos se vuelca con dramático empuje en una tarea de renovación literaria que es, sin dudas, la más genuina de su instante. Propugna una literatura recia y andadora, nacida de la naturaleza y de los hombres, un escribir afincado en las grandes tradiciones vivas, pero con las alas libres para los vuelos inusitados. No forma en las filas modernistas —sin que niegue lo que hay en ellas de alta y sabia maestría—, por creer que la obediencia al mandato del pueblo es, en últimas cuentas, la clave de una novedad sin reposo, madre de todas las excelencias. No queda libre de las heridas desangradoras, pero las restaña en el tránsito del camino propio.

     La selva en que va a entrar el lector de este libro está entreverada de árboles del más vario porte. Junto a las ramazones desmesuradas y clamantes, el tronco escueto como un camino entre tierra y cielo; al lado de la melena aborrascada, la yerba tierna y recóndita. Y en todo, el ímpetu vertical y la sed de altura. Por todas partes, la voluntad de alcanzar un modo inquietador, en que la belleza sirva de heraldo a la justicia.

     En ese conjunto poderoso va cristalizando el milagro de la papelería martiana. De ahí nace una manera en que naturaleza y cultura se dan la mano en una pugna sin final visible; de ahí viene ese equilibrio inestable, siempre resuelto en una síntesis afilada entre el hecho y su luz, entre la doctrina y el garbo, entre el servicio y la belleza. Por ello, leer a todo Martí sobrepasa la experiencia de una personalidad culminante para devenir en testimonio histórico de una época americana.

El mejor homenaje

     Comienzan a editarse estas Obras Completas en un momento cubano y americano en que culminan previsiones esenciales de nuestro escritor combatiente. El momento dichoso que vive su isla desarrolla y confirma, en un nivel histórico, la entraña de lo martiano.

     No es la oportunidad de discutir la exacta ubicación política y el relieve estricto del criterio estético de nuestro Apóstol. Sobre una cosa y la otra se han establecido definiciones valiosas, aunque haya todavía mucho que entender y juzgar. Hombre de tan sensibles antenas y de tan desvelada ansiedad había de vivir, y de escribir, un poco en la trepidación del indagar inmediato. Martí es un adoctrinador en un expectante, un líder de mandato y rumor; además, un hombre de tránsito, agarrado entre dos épocas fundamentales, como proclamó más de una vez. Y lo inusitado y dominante está en aquel sentido de la orientación oportuna que todo lo ordena y vence en lo esencial del mensaje.

     Como se sabe, el líder del 95 centra su mandato político en el logro de la plena liberación popular y nacional. Por ello es, desde la hora primera, un batallador contra la España colonial y, en sus años de madurez, contra el imperialismo norteño. Ni autonomismo ni anexión: “Cuba libre de España y de los Estados Unidos”.[21] Su ahincado criterio de que solo derrotando la acción extraña pueden los pueblos darse a su mejoramiento ilimitado, viene de su fe en el hombre, de su creencia en que el hecho de existir es ya un ímpetu superador. Su nacionalismo no se funda en la sobrestimación excluyente sino en la oportunidad de dar vías eficaces al interés cercano y al tono propio. Por su profunda raíz democrática, la postura martiana empalma con toda transformación igualitaria y es un antecedente poderoso y legítimo de nuestra etapa socialista.

     En los volúmenes que siguen se tendrá ocasión de conocer la manera consecuente y enérgica con que plantea nuestro Apóstol todas las cuestiones en que los viejos arrastres opresores tienen mando y vigencia. Combate el prejuicio racial y sus derivaciones lancinantes; rechaza la acción del clericalismo regresivo, sin quebrantar el derecho a la creencia religiosa; denuncia las castas militares y la corrupción electorera; se levanta contra el monocultivo, el latifundio y el monomercado; vota sin cansancio contra el poder económico de personas y entidades privilegiadas; exige respeto pleno a la soberanía de cada Estado y asienta su fe en el porvenir de los hombres sobre la conquista y el mantenimiento de la paz.

     De la lectura de las Obras que ahora se inician aparece indiscutible la pugna por una tarea educativa y cultural en consonancia con los fundamentos de su pensamiento político. También aquí la libertad es el ingrediente esencial, y en su ejercicio está la clave de las realizaciones genuinas y ascendentes. Al pueblo, como organismo liberado y creador, fía Martí la tarea de una cultura de poder inmedible. Por ello libra batalla incesante contra toda influencia desnutridora y postiza y a favor de una expresión nacida de las entrañas impacientes de cada grupo humano. Predicando con el ejemplo, Martí nos deja la prueba de su obra, hondamente cubana en cuanto concentra todas las afluencias legítimas, en cuanto cuaja formas propias y singulares, en cuanto anuncia nuevas formas y sustancias.

     Estas Obras Completas son, sin duda, un homenaje considerable a José Martí; pero su posibilidad surge de un homenaje mayor, el de la liberación plena, real y verdadera de su tierra. Cuba es hoy la nación libre de dominio extranjero, de racismo, de intolerancia religiosa, de latifundio, de monocultivo, de monomercado, de incultura, de desocupación y de miseria por que luchó nuestro héroe. La patria martiana, construida por la revolución encabezada por Fidel Castro, es la que lleva a todos los cubanos la obra del libertador del 95. Ni él pudo soñar mejor victoria, ni su pueblo rendirle mejor pleitesía. Su letra vuelve a su tierra, a su gente, a su América, sobre el pavés de una tarea libertadora digna de su tamaño.

     Por haberse integrado la Cuba libre y nueva, la Cuba martiana, los rumbos de la cultura y de la educación responden, en lo central y a la altura de los tiempos, a los objetivos de nuestro Apóstol. Los creadores tienen ante sí todas las posibilidades para realizar una obra que, como la de Martí, trasfunda la tradición en novedad y sirva al hombre con su lealtad y su sorpresa. El escritor de ahora puede y debe sentir la obra de Martí como ejemplo magno y fértil magisterio.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[16] Véase “La lengua de Martí” y “Los Versos sencillos de José Martí” (Conferencias en la Institución Hispanocubana de Cultura, La Habana, 26 de junio de 1931 y 30 de octubre de 1938), y “La magia de Martí” (discurso central del Congreso por el centenario del nacimiento de José Martí, La Habana, 28 de enero de 1953), La palabra viva de José Martí, selección, prólogo y notas de Carmen Suárez León, La Habana, Pablo de la Torriente Brau Editorial y Unión de Periodistas de Cuba, 2007, pp. 13-31, 32-45 y 49-54, respectivamente.

[17] Véase Fina García Marruz: “La prosa poemática en Martí” (1964), Temas martianos. Primera serie (1969), La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2011, pp. 279-311.

[18] “No hay más que un medio de vivir después de muerto: haber sido un hombre de todos los tiempos—o un hombre de su tiempo”. (JM: “Cuaderno de apuntes no. 4” [1878-1880], OC, t. 21, p. 143).

[19] Véase JM: En los Estados Unidos. (Periodismo de 1881 a 1892), ed. crítica, Roberto Fernández Retamar y Pedro Pablo Rodríguez, coords., ALLCA XX, Colección Archivos de la UNESCO, 43, 2003.

[20] Véase Cintio Vitier: “Martí como crítico” (1968), Temas martianos. Primera serie (1969), La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2011, pp. 225-247; y Fina García Marruz: “Martí y los críticos de Heredia del XIX. (En torno a un ejemplar de Heredia anotado por Martí)” (1968), Temas martianos. Primera serie, ob. cit., pp. 431-460.

[21] “Cuba debe ser libre—de España y de los Estados Unidos”. (JM: “Cuaderno de apuntes no. 18” [1894], OC, t. 21, p. 380).