RASGO DE LA JUVENTUD EN EL ENTIERRO

DEL OBISPO ESPADA

(Diario de la Habana,[1]
agosto 20 de 1832).

Suum unicuique.[2]

La justicia exige que yo declare al público, que del papel publicado en el Diario de hoy sobre el funeral de nuestro Excmo. e Ilmo. Prelado, no me pertenece más que el rasgo relativo a los jóvenes que tuvieron la gloria de llevar en hombros el cadáver. De ello se convencerá cualquiera fácilmente, si ya no saltara a los ojos que son dos plumas diferentes las que escribieron el principio y el fin, con solo reflexionar que el discurso debió haber cerrado de otro modo, siendo la descripción del entierro el objeto principal.

     Confieso francamente que me cuesta mucho, y cuantos me conocen me harán esta justicia, llamar la atención pública sobre un asunto personal; pero ni yo quiero adornarme con vestidos ajenos, ni quiero tampoco que las páginas de otro se desfiguren con mis borrones. Hay en el orden literario, lo mismo que en el moral, un fuero de conciencia, al cual debemos todos atemperarnos, si es que creemos que el ministerio de la pluma es la más sagrada de las misiones. Así que no vuelvo de mi extrañeza cuando, sin conocimiento mío, veo que mis amigos los Redactores del Diario han estampado bajo la inicial de mi apellido el artículo por entero. Concluyo como principié: suum unicuique.

José de la Luz.
Agosto 20 de 1832.

Habana, agosto 18 de 1832

     Ayer fuimos todos testigos de uno de aquellos rasgos tan elocuentes por sí mismos, que antes se debilitan que se ensalzan con los adornos oratorios. Llevaban los Santos Sacerdotes, en consorcio con los Hermanos de la Caridad, el cuerpo de nuestro venerable como lamentado Prelado, cuando al llegar a la puerta de la Punta, se agolpan multitud de jóvenes de todas profesiones, aunque la mayor parte estudiantes, todos conmovidos con el entusiasmo de su edad, queriendo conducir sobre sus hombros, a porfía, las reliquias mortales de su inmortal Pastor. Así lo verificaron estos mancebos tan decididos como tiernos, hasta llegar al lugar de la sepultura. ¡Oh, juventud divina! ¡Oh época de la vida, la más honrosa para la humanidad porque te dejas regir del corazón sin conocer la ponzoña del egoísmo! Vosotros me conmovisteis, y conmovisteis a todos los presentes, jóvenes compatriotas míos. Vosotros volvisteis a hacer brotar la no agotada fuente de mis lágrimas, y vosotros me hicisteis gustar con noble orgullo que era habanero el corazón que en mi pecho latía.

Tomado de José de la Luz y Caballero: Obras, ensayo introductorio (“José de la Luz y Caballero. Las raíces de una cubanidad pensada”), compilación y notas de Alicia Conde Rodríguez, La Habana, Ediciones Imagen contemporánea, 2001, 5 vol., vol. IV (Escritos sociales, científicos y literarios, presentación de Alicia Conde Rodríguez), pp. 302-303.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1]El artículo de Luz está precedido de esta aclaración de RR. Redactor del Diario de la Habana:

“Hemos recibido el siguiente remitido, en que nuestro amigo don José de la Luz nos reclama acerca de la publicación de un artículo sobre el funeral del Excmo. e Ilmo. Diocesano, en nuestro número de ayer; y nosotros nos apresuramos a publicarle, para satisfacción de este amigo, admitiendo asimismo en nuestro descargo, que el sujeto a quien en su ausencia encargó la impresión del Rasgo, le traía ya enlazado con la descripción del entierro que le precede. En fin, para manifestar nuestro buen deseo y rectas intenciones, reproduciremos a continuación el rasgo del señor Luz, tal cual ha sido reconocido por él mismo.—RR”.

[2]“A cada cual lo suyo”.