CARTA A FÉLIX VARELA

[Habana, entre septiembre y marzo de 1824]

Por Cirilo Ponce he sabido que usted no ha recibido ninguna de las dos larguísimas que le he escrito, una con fecha de 16 de septiembre y otra de mediados de octubre, en las que me ofrecía a su disposición y le suplicaba me auxiliase con sus luces para el desempeño de una clase de que por tantos títulos debe usted ser el director perpetuo. Con este motivo, hacía a usted algunas reflexiones sobre ciertos[1] puntos ideológicos y entre otros sobre esta proposición de los Apuntes[2] “La idea que no puede definirse es la más exacta”.[3] Para demostrar esto, se funda usted en que o la idea es simple, o compuesta; y siendo simple, es claro que no puede dársele más claridad con la definición; si es compuesta, dice usted, mientras más detenido sea nuestro análisis, que es decir, mientras más le conozcamos, más difícil es la definición.

     Reflexionando yo sobre los fundamentos en que descansa la proposición, discurro así: hablando en rigor según manifiesta usted mismo en su nueva edición, no se dan ideas simples pues la idea es una representación del objeto, y todo objeto es un grupo de propiedades. En cuanto a las compuestas, que son las verdaderas ideas, advierto que hay casos en que la exactitud de la idea se opone a la definición, como por ejemplo, si yo tratara de definir el oro, me vería en la imposibilidad de hacerlo, pues teniendo el oro muchas propiedades que le son[4] peculiares, no sabría yo cuál de entre ellas escogería para asignarle la diferencia específica, como exigen los escolásticos en toda definición, motivo porque se burlaba Destutt-Tracy de esta decantada regla de las escuelas: esta observación favorece al modo de pensar de usted; mas pueden presentarse otros casos en que la exactitud de la idea facilite su definición. Supongamos que se intenta definir el imán: yo hallo que tiene una propiedad característica, que lo distingue de las otras piedras y lo definiría diciendo que es una piedra que tiene la propiedad de dirigirse a los polos del mundo. En este caso, es evidente que por ser la idea más exacta, he podido definirla, atento a que si yo no hubiera conocido dicha propiedad (cuyo conocimiento hace la idea más exacta) no hubiera podido asignarle la diferencia específica. Luego no siempre sucede que por ser una idea más exacta se resiste a la definición. Por supuesto que yo convengo con usted en que ninguna definición es exacta; pero usted habla de las definiciones en el sentido de los escolásticos, y entonces tiene lugar mi duda. Quisiera extenderme algo más para dar mayor claridad a mis pensamientos; pero eso sería molestar a usted y intelligenti pauca. Espero de la bondad de usted se sirva ilustrarme con sus reflexiones sobre este particular. En otra ocasión manifestaré a usted mis dudas sobre otros puntos.

     Quiero hablarle a usted de la clase, pues estoy persuadido que en eso tendrá un gusto particular: ésta se compone de 150 estudiantes, entre los cuales hay muchos muy buenos que han hecho excelentes discursos, pues conformándome al método de usted, les he[5] propuesto programas que han desempeñado perfectamente.[6] A mediados del que viene se presentarán al público 24 a ser examinados acerca de las materias ideológicas contenidas en los apuntes.

     Quisiera que usted me comunicara todo aquello que creyese útil para el mejor desempeño de la clase, pues yo me glorio de ser su discípulo y no tengo otro deseo que el aprovechamiento de los que están a mi cargo,[7] aun cuando sea por tan poco tiempo, pues creo que para marzo a más tardar estará ya la cátedra provista en propiedad: los opositores son el padre don Joaquín Valdés, el padre Andréu, que era fraile dominico, y el pedagogo Collazo; yo también pensé en oponerme, contando siempre con las luces de usted para el desempeño; pero no pude por ser necesario estar ordenado in [sacris]. Por Cirilo he sabido que está usted bueno y fuerte como nunca; me alegraré que continúe lo mismo. Y sepa usted que no le olvida un momento, ni en el cuarto ni en la clase, su siempre afecto amigo y discípulo q.b.s.m.

[José de la Luz][8]

     Pedro me ha regalado en nombre de usted seis ejemplares de la nueva edición, por lo cual doy a usted un millón de gracias.

     Si usted piensa aún, según me han dicho, imprimir una traducción de la obra de química aplicada a la agricultura de Davy,[9] yo puedo proporcionar aquí un gran número de suscriptores.

     Por no fastidiar más a usted de lo que lo estará con esta larguísima carta, he encargado a Pedro escriba a usted sobre otros particulares que le he comunicado.

     ¡Qué diera yo por aparecerme por allá en marzo! Pero, amigo mío, tengo una madre afectuosísima que sólo con hablarle de esto, se altera en términos que es menester desechar la idea de viajar.

Tomado de José de la Luz y Caballero: “Carta a Félix Varela”, [Habana, entre septiembre y marzo de 1824], Obras, ensayo introductorio, compilación y notas de Alicia Conde Rodríguez, Biblioteca de Clásicos Cubanos, La Habana, Ediciones Imagen contemporánea, 2001, 5 vol., vol. V (Diarios y epistolario, presentación de Alicia Conde Rodríguez), pp. 3-5.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] Iba a escribir “ciertas materias”.

[2] Félix Varela: “Apuntes filosóficos para 1a dirección del espíritu humano”, Miscelánea filosófica, (1819), Obras, compilación y notas de Eduardo Torres-Cuevas, Jorge Ibarra Cuesta y Mercedes García Rodríguez, “Introducción” de Eduardo Torres-Cuevas, Biblioteca de Clásicos Cubanos, La Habana, Ediciones Imagen contemporánea, 2001, 3 vol., vol. I, pp. 394-411.

[3] “El objeto no se puede definir cuando es muy simple, o cuando es muy complicado, y hemos hecho un análisis prolijo de sus propiedades. En el primer caso la imposibilidad proviene de que toda definición explica o desenvuelve las diversas partes de un objeto por signos más claros; y como es imposible que una idea muy simple tenga estas partes que desenvolver, y admita mayor claridad en sus signos, no puede practicarse la definición. En el segundo caso, la multitud de propiedades bien conocidas, necesitan un número igual de signos, y algún tiempo para repetirlos, todo lo cual no conviene con la brevedad que se pretende observar en las definiciones, y por tanto el que habla se halla implicado para responder a una pregunta, y no puede definir el objeto según la costumbre escolástica. Pero advirtamos que si el objeto es simple, no tiene tantas relaciones que distraigan nuestro espíritu, y su idea es más exacta, y si el objeto es complicado, mientras más detenido sea nuestro análisis, que es decir, mientras más le conozcamos, más difícil es la definición; luego debemos deducir que la idea que no puede definirse es la más exacta”. [Félix Varela: “Capítulo XV. Parte IV. V. Obstáculos de nuestros conocimientos. Definiciones”, Miscelánea filosófica (1819), Obras, ob. cit., vol. I, p. 405. Las cursivas son del E. del sitio web)].

[4] “características”, tachado.

[5] “dado”, tachado.

[6] “Para el 13”, tachado.

[7] Alude Luz a la sustitución interina en la clase de filosofía del Seminario de San Carlos. Varela salió para España como diputado en 1822. Lo suple [José A.] Saco. Este abandona el país en 1824 y la cátedra queda vacante. José de la Luz es designado para explicar la clase de filosofía y comienza sus lecciones el 4 de septiembre de 1824. (José I. Rodríguez, Vida de D. J. L. C., p. 18). Parece esta la carta más antigua que se conserva de Luz. (Roberto Agramonte).

[8] La respuesta aparece en El Habanero. Papel político, científico y literario, Filadelfia, 1824, t. I, no. 2, bajo el título “Carta a un amigo respondiendo a algunas dudas ideológicas”, Obras, ob. cit. vol. II (“Introducción” de Eduardo Torres-Cuevas), pp. 192-194 y vol. I, pp. 412-414.

[9] Obra traducida por Varela. (Roberto Agramonte)