Ignacio Agramonte y Loynaz; el Mayor (1841-1873)
Ignacio Eduardo Agramonte y Loynaz nació 23 de diciembre de 1841, en la ciudad de Camagüey. Hizo los estudios primarios en su ciudad natal. Parece haber iniciado la enseñanza secundaria elemental en el Colegio El Salvador, que dirigía en La Habana, José de la Luz y Caballero, y la concluyó en Barcelona (1855), donde residió por espacio de cinco años (1852-1857). Allí comenzó estudios en opción al título de bachiller en Artes, obtenido en la Universidad de La Habana, en 1859. Cursó la carrera de Derecho, y se graduó de bachiller (1863) y de licenciado (1865). Aprobó todas las asignaturas del doctorado, aunque no realizó los ejercicios de grado. Abandonó los estudios en agosto de 1867.
En agosto de 1868 contrajo matrimonio con Amalia Simoni, y el 11 de noviembre de ese mismo año tomó las armas contra el poder colonial, después de una extensa labor conspirativa anterior. El 26 de noviembre, en la reunión de Las Minas, fue uno de los principales opositores al plan del caudillo Napoleón Arango, partidario de pactar con los españoles a cambio de ciertas libertades, después de haber triunfado en España la llamada Revolución de Septiembre. Fue elegido miembro del Comité Revolucionario de Camagüey, que en febrero de 1869 se convirtió en la Asamblea de Representantes del Centro, la cual declaró terminantemente abolida la esclavitud el 26 de febrero.
Como delegado de Camagüey a la Asamblea de Guáimaro, que proclamó la Constitución de la República en Armas el 10 de abril de 1869, Agramonte representó la tendencia más democrática de la Revolución, y redactó, junto con Antonio Zambrana, el texto constitucional que, con ligeras enmiendas, fue aprobado por la Asamblea. Se le nombró junto con Zambrana, secretario de la Cámara de Representantes, pero pronto abandonó las tareas legislativas para dedicarse por entero a la lucha armada. Alcanzó gran prestigio militar como jefe de la división de Camagüey, y sus victorias le valieron el grado de mayor general. Graves discrepancias con el presidente Carlos Manuel de Céspedes motivaron su renuncia a la jefatura, la cual reasumió poco después por petición del propio Presidente y en aras de la causa revolucionaria. El transcurso de la guerra hizo desaparecer las diferencias de criterio que los separaban.
Agramonte llegó a ser el prototipo del jefe de amplia autoridad, espíritu organizador y gran ascendencia sobre sus hombres. El 8 de octubre de 1872 protagonizó uno de los hechos más heroicos de la historia de Cuba, al rescatar, al frente de treinta y cinco jinetes cubanos, al brigadier Julio Sanguily, quien era conducido prisionero por una fuerza española de ciento veinte hombres. Bajo la dirección de Agramonte, la caballería camagüeyana se convirtió en un formidable elemento de lucha. Gracias a ello fue gradualmente superado el regionalismo que durante los primeros años de la Revolución limitó la capacidad combativa de las tropas mambisas en la provincia.
El 11 de mayo de 1873, Agramonte resultó mortalmente herido en el combate del potrero de Jimaguayú. Su cadáver fue conducido por los españoles a Camagüey, y allí expuesto en el Hospital de San Juan de Dios. Al día siguiente fue incinerado y sus cenizas esparcidas al viento. Por sus altas dotes morales y sus condiciones como revolucionario, es una de las personalidades más relevantes de nuestra historia.
José Martí hizo una semblanza del héroe cubano en su artículo “Céspedes y Agramonte”. También aparecen importantes referencias a “aquel cubano de espíritu templado a fuego sobrenatural” en “El 10 de abril” y “Recuerdos de la guerra. Conversación con un hombre de la guerra”. Del legendario adalid camagüeyano, “alma de la Constitución de Guáimaro”[1] y “héroe sin tacha”,[2] Martí escribió: “De Ignacio Agramonte todo es nuestro: su abnegación nos guía, su carácter nos honra, su mirada nos enciende las entrañas cobardes, su memoria grata y pura es como una riqueza en cada hogar”.[3]
Véanse los estudios de Medardo Vitier: “En el Centenario de Agramonte”;[4] de Cintio Vitier: “‘Ese sol del mundo moral’. (Agramonte en Martí)”;[5] y de Ángel Augier: “Ignacio Agramonte en la palabra y la acción martianas”.[6]
[Tomado de José Martí: Obras completas. Edición crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2000, t. 1, pp. 316-317. (Texto modificado por el E. del sitio web)].[7]

Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] JM: “En casa”, Patria, Nueva York, 23 de abril de 1892, no. 7, p. 2; OC, t. 5, p. 354.
[2] JM: “Tres notas”, Patria, Nueva York, 14 de marzo de 1892, no. 1, p. 4; OC, t. 1, p. 327.
[3] JM: “Agramonte y Betancourt” (“En casa”), Patria, Nueva York, 2 de enero de 1895, no. 143, p. 3; OC, t. 5, pp. 463-464.
[4] Estudios, notas, efigies cubanas, La Habana, Editorial Minerva, 1944, pp. 187-197.
[5] Bohemia, La Habana, 21 de septiembre de 1973, pp. 16-19; Temas martianos. Segunda serie, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2011, pp. 173-186.
[6] Acción y poesía en José Martí, La Habana, Centro de Estudios Martianos-Editorial Letras Cubanas, 1982; Revolución y Cultura, La Habana, agosto 1973, pp. 22-27.
[7] Bibliografía:
- Emilio de Armas: “Céspedes y Agramonte”, Bohemia, La Habana, 15 de octubre de 1982.
- Carlos del Toro: “Agramonte en Martí”, Granma, La Habana, 11 de mayo de 1988.
- Luis Álvarez Álvarez y Gustavo Sed Nieves: El Camagüey en Martí, La Habana, Editorial José Martí y Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, 1997.
- Matilde Teresa Varela Aristigueta: “Ímpetu y virtud: Céspedes y Agramonte”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2001, no. 24, pp. 177-186.
- Armando Hart Dávalos: “Revolución y juridicidad”, Honda, La Habana, no. 33, 2012. Sobre Ignacio Agramonte. Referencias a José Martí.
- Carlos Rodríguez Almaguer: “La utilidad de la virtud: Ignacio Agramonte en José Martí”, José Martí. Aproximaciones en el nuevo milenio, La Habana, Ediciones Abril, 2018, pp. 82-91.