Guerra chiquita. Los patriotas descontentos con el Pacto del Zanjón, a pesar de que no pudieron sostener la guerra por la independencia tras la Protesta de Baraguá, continuaron sus esfuerzos desde el propio 1878. En la emigración, la llegada de Calixto García a Nueva York permitió la organización del Comité Revolucionario Cubano, que se propuso impulsar la nueva contienda y logró unir muchos clubes de fuera de la Isla. Dentro de ella, varios grupos conspiraban para alzarse en armas nuevamente. En Occidente se fundaron muchos clubes afiliados al Comité de Nueva York, mientras que en Las Villas y Oriente los jefes regionales respectivos se preparaban, muchos de ellos en estrecho contacto con Antonio Maceo, quien aceptó subordinarse al mando de Calixto García.

     El 24 de agosto de 1879, los conspiradores de Holguín, conocedores de que podían ser detenidos, liderados por Belisario Grave de Peralta, se fueron al campo, y al día siguiente le siguieron los de Santiago de Cuba, bajo el mando de Guillermo Moncada y Quintín Banderas. Desde marzo ya habían sido detenidos algunos de los principales conspiradores orientales, y otros lo fueron en agosto, por lo que se frustró el plan insurreccional de tomar varias posiciones en la propia Santiago de Cuba. El 9 de noviembre se pronunciaron los villareños en varias localidades, pero en Occidente fueron aprehendidos sucesivamente los principales organizadores de la conspiración, lo que impidió el alzamiento proyectado para Güines.

     José Martí, quien había sustituido al deportado José Antonio Aguilera como responsable de la región occidental, también fue detenido y deportado a España en septiembre. Por tanto, las fuerzas revolucionarias se hallaban dispersas, sin un mando único, solo levantadas en Las Villas y Oriente, y se sostenían con pocos recursos en espera de la llegada de estos y de los más importantes jefes en el exterior. Mientras, las autoridades españolas y el Partido Liberal levantaron una gran campaña propagandística en torno a que la guerra era movida por los negros contra los blancos, y de que cabía esperar la implantación inmediata de las reformas por Arsenio Martínez Campos durante su mando en Cuba. Martí se incorporó al Comité Revolucionario Cubano de Nueva York a poco de su llegada a esa ciudad en enero de 1880, y fue su presidente interino desde marzo de ese año, cuando Calixto García zarpó hacia Cuba. Sin embargo, la demora de la llegada del jefe del movimiento insurreccional, su decisión de enviar a Gregorio Benítez y no a Antonio Maceo en la primera expedición, y la imposibilidad de este jefe de llegar a Cuba a pesar de sus numerosos intentos, determinaron que los diferentes grupos armados —acosados, sin recursos, desconocedores de lo que sucedía en la emigración, sin mando unificado y sometidos a la propaganda enemiga— depusieran su actitud bélica, lo cual se completó con el cerco y tenaz persecución sobre García, que lo condujo a entregarse condicionalmente en el mes de agosto. En los meses siguientes, lo hicieron igualmente los principales jefes villareños, con lo que se dio fin a este segundo intento armado por alcanzar la independencia de Cuba.

     Véanse de Emilio Roig de Leuchsenring: “Martí en la Guerra Chiquita” y “Participación de Martí en la Guerra Chiquita”, Carteles, La Habana, 2 de febrero de 1936 y 15 de febrero de 1953; y de Oscar Loyola Vega: “La experiencia martiana en la Guerra Chiquita”, Patria, La Habana, enero de 1988.

(Tomado de OCEC, t. 6, pp. 240-241).

Véase Abreviaturas y siglas