SAÚL SOBRE SU ESPADA*

¡Oh rey Saúl, vencido de Dios, lejano fundador de la
sangre que niega, porque tu nombre es puesto contra el
espejo sagrado, y como negador eres visto, tú el desvalido
todavía, el dejado muerto con su nieve, y víctima fuiste
de lo que murió en torno tuyo antes que tú, porque eres de
los que al morir ya han muerto todo, evoca a la Pitia de Endor,
tráenosla de nuevo!

                                                          1 S. 31
                                                          1 Cr. 10

Busca las cenizas de sus hijos
Nubes ya, áspero polvo, vencidos.
La arrogante cabeza de Jonathan llorada por David
Reluciente como una camelia fiera y dulce.
Y Melquisúa su más pequeña estrella
Temblando dc amor bajo su paso hasta las bestias
Custodiado de ángeles durante veinte años
Melquisúa primerizo en batalla inerte ahora.
Y el más bello hijo de todos los padres Abinadab
Guerrero desde la cuna grave como un azahar
Abinadab amado de los árboles esposo silencioso
Que entraba en la batalla tenebrosamente sonriente
Y encantaba con su rostro el temblor y el gusto de la muerte.

Busca las cenizas de sus hijos
Detrás de todo cuerpo derribado.
Ya alcanza con la frente el duro cielo de las murallas.
Golpéase las sienes con las nubes
No guerrero ni rey mas padre puro
Resonando en sus huesos un millar de llantos
Gimiendo por todos sus cabellos
E inclinándose paso a paso hacia el rastro de sus hijos
Vuelve sin cesar el torrente de sus brazos
Hacia la negra lluvia de cuerpos enemigos.
Sobre un paisaje resplandecido de muerte
Busca las cenizas de sus hijos.
Compulsando los desconocidos ojos
Las desconocidas figuras de los yacientes que no son más
Separando con todo su cuerpo la borboteante marea de cuerpos
Hasta comenzar a adivinarles en el punto más alto del combate
Donde la batalla canta infernalmente su libertad de sangre
Viéndoles arder desde lejos en hogueras de un fuego inextinguible
Adivinados como estatuas en la ternura del trigo
Los hijos enhiestos ayer torres de la más clara porcelana
Nubes ya, áspero polvo, vencidos,
Como vivas espadas o ríos inmortales como tres reyes
De un imperio comenzado en el mar empuñando la esfera
Reyes de toda tierra donde florezcan hombres de batalla
Como tres danzas o altares.

Como tres danzas o altares abatidamente arrasados por el polvo
Empapando la tierra con el manar de esa sangre que
      los alimentaba
Cenizas con solo morírseles los arrogantes cuerpos
Para la seca tierra cenizas de metales más finos que el agua
Oyéndola alegrarse tierra de singular bautizo
Mirando que por todo el planeta va y viene un tenue polvo escarlata
Abrazándose al aire sembrándolo de estatuas bañándolo
      de música
Y después del aire a la quietud del mundo tres altares o danzas.
Tres danzas entre el perfumado flamear de las estrellas
Como tres danzas o altares abatidamente arrasados por el polvo.
Sobre el triduo de arcos de sus nombres
Busca las cenizas de sus hijos.
Tres frutos de granado henchidos de simiente
Cesándole la muerte la grana de su manto
Sonriendo la muerte como un guerrero eternamente fiel a su rey
Sintiéndola reírse en las bocas cortadas de sus hijos
Vuelto estéril de pronto por la sombra avanza
Destallando las carnes que engendrara
Ciego e igual ante los cuerpos idos pavor del cielo inerte
A despeñado mar o ciudad desnuda de paredes
Pidiendo ya en silencio los cuerpos de sus hijos
Padre hasta olvidar las nieblas del trono y de su pecho
Volviéndose hacia el aire más denso de la tierra
Busca las cenizas de sus hijos.
Reposa Jonathan con la espada aún ardiendo entre las manos
Y es David quien aparece sostenido por su cuello
Y mirándole es el rostro de David el que se mira
Con toda la frente colmada por el llanto del ausente
David después de las montañas como una reposada melodía
Alejado en el reino donde las sombras andan
Y se escucha a David gemir junto al difunto
Amado añorado también por el metal
Rendido Jonathan por una amante espada
Rindiéndose hacia tierra bajo el amor de las espadas
Mientras la sangre llueve durante todo un día
Entregado a la tierra en el inmóvil lecho de los trigos
Y David asomado a la sombra de su cabello
Como el silencio oculto en el trepidar de la batalla
Asomado al balcón inerme de los ojos
Con el cortejo de liras y fúnebres salterios
David en torno de la boca derribada
Apoyándose vibrante sin levantar su voz solo lamento
Y Saúl contemplándole
Navegando el color y el cuerpo de la tierra
Y el navío humillado de su propio corazón
Que lanza su amor por encima de las nubes
Y solo entre el silencio navega su amor hacia las nubes
Como el humo blanquísimo de un cuerpo incinerado
Y sobre el hombro del cuerpo derribado aparece la sombra
      de una mano
Y levanta Saúl el cuerpo destruido
Hacia la furia tranquila de las llamas.

No guerrero ni rey mas padre puro
Volviéndose hacia el aire más denso de la tierra
Después del blanco humo
De la blanca escritura dada al cielo
Con un labrado puente de eternidades
Vuelve Saúl al campo de batalla
Buscando las cenizas de sus hijos.

Un címbalo asordado una centella
Anunciada en el cielo como un reino
Luces ocultas bajo el párpado espeso de la noche
Con tan solo el clamor lejano del combate
Busca las cenizas de sus hijos.
En brazos de un guerrero
En los petrificados brazos de un guerrero
La más pequeña estrella se acomoda.
Hay un coro de lanzas enlazadas
Florecidas de súbito las lanzas
Como naranjos henchidos de floraciones
y Saúl contemplándose sin latidos ni labios ni gritos ululantes
Cunado entre las ramas de ese árbol
Sin un cuerpo que lanzar hacia el combate
Cual nueva llama o instrumento de venganza
Entre las tristes ramas de ese árbol
Dormido ya de un sueño inextinguible
Y Saúl contemplándole
Arrancándole al pecho del guerrero su más eterno llanto
Poniéndole a la tierra un sabor de amistad destruida
Un rencor de partir hacia nunca
Rasgando con los labios el jardín de sus años
Mientras la sangre llueve durante todo un día
Con los ojos hundidos en la verde cabeza de su hijo
Evocando los peces y la gloriosa sonrisa
Las delicadas torres de sus hombros y el perfil de la danza
Saúl levanta lentamente el ofertorio de sus brazos
Y entrega el corazón callado de su estrella
A la furia tranquila de las llamas.