Francisco Gómez Toro; Panchito (1876-1895)

Nació en La Reforma, jurisdicción de Santi Spíritus, el 11 de marzo de 1876. Cuarto hijo del matrimonio del general Máximo Gómez y Bernarda Toro, nacido en los campos de Cuba libre durante la Guerra de los Diez Años. Finalizada esta, su familia abandonó la Isla, y luego de varios años de vicisitudes y peregrinaciones por distintos países, fijó su residencia en Santo Domingo.
Muy joven comenzó a trabajar en el giro del comercio, en Montecristi, donde lo conoció José Martí en la primera visita que le hizo a su padre en septiembre de 1892. En 1894, acompañó al Maestro en sus viajes a Tampa, Cayo Hueso, Costa Rica, Panamá y Jamaica, durante la preparación del alzamiento. Al marchar el general Gómez a la guerra, lo dejó al frente del hogar; pero deseoso de incorporarse a la lucha emancipadora, viajó a Nueva York en agosto de 1896 y al mes siguiente desembarcó en la provincia de Pinar del Río con la expedición del general Juan Ríus Rivera.
Con el grado de teniente, fue ayudante del mayor general Antonio Maceo y su bautismo de fuego resultó ser el famoso combate de Ceja del Negro (octubre de 1896). Participó en otras acciones donde ganó su ascenso a capitán. Acompañó al Titán en el cruce de la trocha de Mariel a Majana. Al iniciarse el combate de San Pedro, en La Habana (7 de diciembre de 1896), se encontraba en el campamento con un brazo en cabestrillo y recibió la noticia de la caída de su jefe. Avanzó hacia donde se encontraba el cuerpo ya sin vida de Maceo con la intención de realizar su rescate; fue herido también y, según se afirma, rematado por la vanguardia enemiga, que le cercenó el cuello de un machetazo.
La admiración que Panchito, “leal y discreto”,[1] sentía por Martí es muy evidente en esta carta a su hermano Máximo, con fecha 7 de agosto de 1895: “Dicen que ningún hombre es grande para su ayuda de cámara porque en la intimidad […] es cuando se ven los defectos; y Martí, cuanto más íntimamente se le trataba más grande se le encontraba”.[2] Tal admiración era también correspondida profunda y cordialmente. El 31 de mayo de 1894, Martí le escribe a Máximo Gómez “una de las cartas más hermosas de su epistolario”, donde hace a propósito de Panchito uno “de los retratos caracterológicos más penetrantes y exactos de los muchos que hizo”,[3] concluyendo: “No creo haber tenido nunca a mi lado criatura de menos imperfecciones”.[4]
A su vez, tres días antes se dirigía a Gonzalo de Quesada: “Pancho me tiene enamorado. Hombre alguno, por muy entrado en años, habría salido con tanta discreción, con palabra tan generosa y medida, con tal dignidad y desembarazo, de los continuos cariños que lo sacan de su varonil sobriedad, y del recogimiento en que, por el respeto de su padre y el de él y el de todos ayudo a mantenerlo. Su bello corazón se indigna, o se derrama. Hay genio en el niño. No gana amigos solo con el alma andante de su padre que ahora es, sino por sí, por su reserva decorosa, por su simpatía con los humildes, por el ajuste en su edad casi increíble, del pensamiento sólido a las palabras, precisas y cargadas de sentido, con que lo expresa. Y a mí me llena el corazón, porque es como si me hubieran devuelto el hijo que he perdido”.[5]
El 25 de junio, casi un mes antes de que Panchito regresara donde sus padres, en Santo Domingo, le dice a Gómez con evidente tristeza: “¿Y tendré que dejarlo ir? Tendrá que ser, y será para mi gran soledad. […]. De su casa no le escribiré, porque desde que le tengo a Pancho estoy como viviendo en ella. Ya no tienen Vds. secretos para mí,—ni hay hijo más que Pancho fiel y piadoso”.[6]
El 15 de julio, “lejos de Pancho ya, a quien, muy contra [su] alma, h[a] tenido que dejar en Nueva York”, vuelve a reiterarle: “Una sola pena llevo, y es la de haber tenido que decir adiós a ese hombrecito que con tanta ternura y sensatez me ha acompañado. Sentí como caída y soledad en mí cuando me dio su último beso. Ha estado cosido[7] a mí estos dos meses, siempre viril y alto. A él fiaría lo que a hombres no fío. Y ahora se tiene que ir, en un abrazo brusco, y tal vez no vuelva nunca a ver[8] su cabecita toda de amor y genio—sus gestos rápidos, de hombre de precisión y voluntad—y sus ojos, para mí tan compasivos y elocuentes. Pero con él siento que voy yo mismo al lado de Vd. Ha hecho Vd. bien en darme ese hijo”.[9]
Panchito le regaló al Maestro el revólver Colt, con culatín de nácar, que empuñaba al caer combatiendo en Dos Ríos.
Se conservan cinco cartas de Martí a Francisco Gómez Toro y tres de Panchito dirigida al Maestro.
[Tomado de EM, p. 116 y DCEA, p. 125. (Nota modificada por el E. del sitio web)].[10]
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] JM: “Carta al general Máximo Gómez”, New York, 30 de agosto de 1894, EJM, t. IV, p. 238.
[2] Francisco Gómez Toro: “Carta a Máximo Gómez Toro”, 7 de agosto de 1895, Papeles de Panchito, selección, prólogo y notas de Bladimir Zamora, La Habana, Casa Editora Abril, 1988, p. 80.
Nótese la gran similitud con el texto de Manuel Pedro González: “La múltiple ejemplaridad de este varón insigne es poco menos que única entre escritores de nuestra lengua. […] ya se estudie su pensamiento o su genio literario y poético, es un diamante multiedro que por donde quiera que se le mire o enfoque brota luz. Cuanto más se le escudriña más se agiganta a nuestros ojos. En su caso falla el proverbio que afirma que nadie es grande para su ayuda de cámara, porque cuanto más intimamos con él, más noble, puro y genial lo descubrimos. El hombre y el escritor en él resisten el microscopio y el análisis más riguroso sin que se nos achique ni destiña”. (“José Martí, su circunstancia y su tiempo”, Indagaciones martianas, Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 55. Véase, además, “Contenido profético del epistolario martiano”, En torno a José Martí, Bordeaux, Editions Bière, 1973, p. 38).
[3] Ezequiel Martínez Estrada: Familia de Martí, La Habana, Editorial Nacional de Cuba, Cuadernos de la Casa de las Américas, 1962, p. 44.
[4] “Ahora, con la mano entumida, pero con el corazón más lleno de lo que en mucho tiempo lo sentí, le hablaré de Pancho. De tanto que le dijera no tengo cómo empezar. Del regazo de Vds. ha salido este niño a muchedumbres de hombres, al desvanecimiento del aplauso que en su persona a su padre se tributa, y a la inevitable exhibición que no he tenido necesidad de reprimir, porque su natural decoro le sirve de suficiente consejo; y en las situaciones más tentadoras y difíciles no le he visto una sola vanidad, ni una sola falta de tacto. Enseguida, y sin prédica mía, entendió el valer de los humildes, y se estremeció ante su grandeza. Vibra, callado, a cada referencia a Vd. Jamás habla, ni me hubiera parecido bien que hablase, sino con viril brevedad, en pago inevitable del saludo, y en nombre de Vd., pero como hijo conmovido, y no como patriota vocinglero. Si cree que me hacen sufrir, o que no me entienden pronto, se encrespa, pero se reprime, porque ya sabe lo que pocos hombres logran: administrar su pensamiento, reservar su fuerza y dirigir su cariño. De su elocuencia verdadera, y en su edad por lo sobria sorprendente, es justo que le diga algo. Alguna vez puso en el papel, como correderas por donde guiarse, unas frases esenciales, pero la busca de la palabra, perdida en la emoción, lo puso pronto en guardia contra la memoria, y ha sido bello oírle hablar de súbito, componiendo con singular concisión de voces el pensamiento sincero y oportuno, sin un solo floreo o tono violento, ni en giros traspuestos y aprendidos que en los mismos que pasan por maestros quitan fuerza y hombría a la oratoria. Sin vacilar, y al correr de la mente, hace él ese trabajo, rudo aun para los expertos, de ir escogiendo las palabras vigorosas y propias; y cesa cuando el pensamiento cesa. Escribiendo, todavía rebusca un poco, lo que a sus años no es más que el sano desdén de lo común, y el prurito loable de la superioridad; pero hablando es dueño entero de sí, y ni temerá, ni adulará, ni fatigará a las asambleas. Y de su corazón, tan pegado al mío que lo siento como nacido de mí, nada le diré, por no parecerle excesivo; ni de mi agradecimiento. Ya él conoce la llave de la vida, que es el deber: y en lo que hace como en lo que dice, no domina el deseo de parecer bien, ni el miedo de parecer mal; sino la determinación de prestar el servicio necesario a la hora en que lo hace o lo dice. No creo haber tenido nunca a mi lado criatura de menos imperfecciones”. [JM: “Carta al general Máximo Gómez”, New Orleans, 31 de mayo de 1894, EJM, t. IV, pp. 180-181. (Las cursivas son del E. del sitio web)].
[5] JM: “Carta a Gonzalo de Quesada”, Waycross, Ga., 28 de mayo de 1894, EJM, t. IV, p. 154.
[6] JM: “Carta al general Máximo Gómez”, Kingston, Jamaica, 25 de junio de 1894, EJM, t. IV, p. 200.
[7] “Vamos cosidos uno a otro, el padre y yo, con un solo corazón, y la mayor amistad y dulzura que da la compañía cariñosa en las cosas difíciles”. (JM: “Carta a Bernarda Toro”, [A bordo del vapor Nordstrand en Inagua] 11 de abril [de 1895], EJM, t. V, p. 156). (La nota y la cursiva son del E. del sitio web).
[8] José Martí y Panchito Gómez Toro volverán a encontrarse una vez más. Desde el 7 de febrero hasta el 1º de abril de 1895, Martí permanece en tierras dominicanas, con un breve viaje de apenas dos días a Haití, para organizar junto al general Gómez la salida hacia los campos insurrectos de Cuba. De esa época data la última carta de Martí que se conserva a Panchito, fechada en Santiago de los Caballeros, el 15 de febrero de 1895 (EJM, t. V, p. 63). En la carta a Bernarda Toro, Manana, aludida en la nota anterior, Martí le escribe: “A Pancho, que la pureza de su último beso me ha hecho un hombre mejor”. [EJM, t. V, p. 156. (N. del E. del sitio web)].
[9] JM: “Carta al general Máximo Gómez”, New Orleans, 15 de julio, 1894, EJM, t. IV, p. 221.
[10] Bibliografía
- Gerardo Castellanos García: Francisco Gómez Toro; en el surco del Generalísimo, La Habana, Imp. Seoane y Fernández, 1932.
- Francisco Gómez Toro: “Dos cartas inéditas”, El Caimán Barbudo, La Habana, febrero de 1976.
- Ramiro Valdés Galarraga: “Panchito Gómez Toro sus vínculos con Martí”, Honda, La Habana, no. 26, 2009.
- Hugo García: “‘¿Te acuerdas de Martí? ¡Qué grande era en las pequeñeces!’”, Juventud Rebelde, La Habana, 20 de enero de 2013.
- Eddy Morera Cruz y Danieyis Morera Méndez: “Panchito Gómez Toro: símbolo de valor, lealtad y patriotismo”, Honda, no. 53, La Habana, mayo-agosto de 2018, pp. 46-51.
- Nydia Sarabia: “Diario de Francisco Gómez Toro. Apuntes biográficos de Francisco Gómez Toro”, Juventud Rebelde, La Habana, 27 de agosto de 1986.
- Francisco Gómez Toro: “Viaje con el Delegado” (I-VII), Juventud Rebelde, La Habana, 28-29 de agosto y 1-5 de septiembre de 1986. Del Diario de Panchito Gómez Toro. Notas al pie de página por Nydia Sarabia.
- Papeles de Panchito, selección, prólogo y notas de Bladimir Zamora, La Habana, Casa Editora Abril, 1988.