Francisco de Arango y Parreño (1765-1837)

Nació en La Habana el 22 de mayo de 1765. Estudió en el Seminario de San Carlos y, después, en la Universidad de La Habana, donde se graduó de Bachiller en Derecho a los 21 años. En 1787 pasa a España, donde se recibe de abogado más tarde. Es designado apoderado en la Corte del Ayuntamiento de La Habana. Promotor de la Sociedad Patriótica de La Habana, llegó a ser su director y socio de honor. Contribuyó, además, a la fundación de la Sociedad Económica de Amigos del País, en 1791.

     En 1792 publica su primer folleto Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla, como consecuencia del cual se estableció la Junta de Comercio y Tribunal Mercantil. Redactor del Papel Periódico, emprende un viaje de estudios a Europa en 1794, del cual regresa un año más tarde acompañado de agricultores extranjeros que introducirían nuevos métodos en los cultivos.

     Al ser invadida España por los franceses, pretende crear una Junta como las formadas en otras provincias —las que condujeron en nuestro continente a la independencia—, pero la oposición de los elementos intransigentes, frustraron su propuesta. Diputado a Cortes en 1812, Consejero de Indias en 1816, desde este cargo logra el desestanco del tabaco y la libertad de comercio. En 1824 rechaza el nombramiento de superintendente general de Hacienda y al año siguiente se retira de la vida pública. Arango fue el primero de nuestros economistas, a la vez que defensor de los intereses de la vieja oligarquía criolla.[1] Muere el 21 de marzo de 1837.

[Tomado de MC, p. 25. (Nota ligeramente modificada por el E. del sitio web)].


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] “[…] ver en Arango nada más que al creador de la riqueza azucarera para los hacendados cubanos, y al acrecentador de la esclavitud […], es olvidar que la historia es una sucesión de posibilidades y de avances lentos hacia la transformación de la sociedad. Condenar a los hombres de ayer porque no actuaron como sus descendientes y, sobre todo, como nuestros contemporáneos, es tan absurdo como reírse de Platón porque para viajar no utilizaba el avión. Arango y Parreño es un peldaño en la escala hacia la construcción de la nacionalidad”. (Gastón Baquero: “Tres siglos de prosa en Cuba”, Una señal menuda sobre el pecho del astro. Ensayos, selección, prólogo y cronología de Remigio Ricardo Pavón, Holguín, Ediciones La Luz, 2014, p. 161).