TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS EN EL MONTE

Y después de seis días, Jesús toma a Pedro,
y a Jacobo, y a Juan su hermano,
y los lleva aparte a un monte alto:
Y se transfiguró delante de ellos;
y resplandeció su rostro como el sol,
y sus vestidos fueron blancos como la luz. 

(S. MATEO, 17: 1-2).

En tanto que Israel se agitaba todavía entre la
      adúltera y el justo, el mercader y el
      mancebo;

en tanto que discurrían por los gastados tapices
      de las calles susurradas y sagaces los
       escribas de la Vieja Ley;

y en el templo los animales eran ofrecidos con
      ojos rápidos y diminutos y hondas
      inclinaciones del cuerpo;

en tanto que la. calles empinadas y estrechas
      olían a comida simple y brutal y se
      obedecían las prescripciones;

y el paso lento de los fariseos y el paso rápido
      de los mercaderes se entrecruzaban en el
      mismo paño gastado y minucioso;

en tanto que una tiznada intimidad se pegaba a
      los cuerpos como un manto muy usado,

o ese lugar sabido hasta la dulzura y la angustia
      y al que nunca podremos sorprender de
      nuestra propia alma;

y las casas se sucedían como las razones de una
     discusión de que ya conocemos todas las partes;

en tanto que la virtud era una abstención justa
      para las santas mujeres y para los cautos
      fariseos,

o era a lo sumo en los mancebos misteriosos el
      rumor aún oscuro, aún presentido, de una
      fuente lejana;

he aquí que Jesús ha tomado de la mano a Pedro,
      a Jacobo y a Juan, y los ha llevado al
      monte.

Él los conduce suavemente mientras que en
      círculos celosos, susurrantes preguntan
      quién es Aquel que se aleja con el gesto
      del que regresa;

mientras el humo de las murmuraciones los va
      agrupando en círculos ya lívidos, ya
      purpúreos, que van a morir en la espalda
      de los hijos de Zebedeo;

el aire se deja atravesar gozosamente por el pecho
      delicado de Jesús, por su paso urgido de
      tan dulce modo por el llamado inaudito
      del Padre.

Jesús camina con Pedro, con Jacobo, con Juan,
      grabados en la luz próxima e inmemorial;

traspasado traspasa el paño de la angustia e
      impulsa los vitrales;

hasta ahora Él les había mostrado sus palabras
      pero ahora les ha de entregar también su
      silencio;

hasta ahora ellos han conocido su compañía, pero
      ahora les ha de entregar también su soledad;

he aquí que ya Él no es más un maestro dorado
      en la luminosa tristeza de las palabras;

por primera vez ejercita un acto que le es
      totalmente propio;

pero entonces ha visto a Pedro y a Jacobo y a
      Juan tan pequeños y pobres, y los ha
      llevado al Monte.