TEXTOS ANTIMPERIALISTAS DE
JOSÉ MARTÍ
...continuación 8...
Los propósitos secretos del Congreso quedaban a la luz:
La conferencia ha sido como esas cajas chinas que tienen muchas cajuelas, unas dentro de otras, y a cada una que se quita queda otra cajuela, hasta que de la última sale el misterio de la caja, que era el arbitraje.[157]
El proyecto, que al decir del Herald haría de los Estados Unidos “alcaide ejecutor de todos los pueblos de Centro y Sur América” y al que contestara Quintana debidamente, “con la voz ardiente, con la mirada decidida”, recibió el inesperado golpe maestro de la adición valiente que para condenar a los pueblos conquistadores prepararon el venezolano Bolet Peraza,[158] el portugués Amaral-Valente, Velarde,[159] “el caballero de Bolivia”, el colombiano Hurtado,[160] el guatemalteco Cruz,[161] y el propio Quintana, “el que le limó los dientes al arbitramento, el que ‘no soporta alcaides’”.[162]
Junto a los objetivos mayores del Congreso (el Zollverein y el arbitraje) había otros aparentes que los encubrían: medidas sanitarias, patentes, pesas y medidas uniformes, propiedad literaria, extradición de criminales, y otras de derecho internacional privado, para los que se aconsejaba lo acordado ya por el Congreso de Montevideo, que los políticos y delegados norteamericanos desconocían, lo que fue elogiado por la prensa. En otros proyectos, subraya Martí, el evidente interés de Washington: la recomendación de establecer vapores subvencionados por los Estados (detrás de lo cual estaban los intereses de la compañía de vapores Ward “que tiene a su lado a Blaine” por haberlo ayudado en su elección, y la línea de Brasil, “que tiene los amigos más cerca de Harrison y de los demócratas”),[163] así como el proyecto del ferrocarril interamericano, al que dedicó un artículo en El Partido Liberal de México,[164] cuya comisión puso Blaine a su consuegro Davis, “que tiene mano mayor en uno de los ferrocarriles que quiso echarse por América”, y a Carnegie, que había paseado a Blaine por Escocia y era magnate productor de hierro y acero en los Estados Unidos.[165] Martí recoge el comentario del senador Ingalls, en entrevista para el World, acerca de estos intereses contrapuestos de demócratas y republicanos: “dentro de poco todo el continente será nuestro, y luego todo el hemisferio”,[166] para lo cual era preciso que se arreglasen sus diferencias internas. Recoge la protesta del Paraguay, al que se quería excluir del proyecto por ser país pequeño y pobre, y la proposición argentina de que los buques “no llevaran por única bandera la del Norte, como quería el norteamericano, sino las de todas las naciones contribuyentes”.[167]
Es de señalar cómo en medio de los iniciales agasajos, recepciones y visitas de aquel “banquete de negocios”, que desde el principio contó con la representación de los grandes intereses comerciales norteamericanos, comenta: “Las entrañas del congreso están como todas las entrañas, donde no se las ve”;[168] estudia sus orígenes y antecedentes, y recuerda la verdadera política norteamericana, en los mismos tiempos en que se realizaba el Congreso:
el gobierno de Washington se prepara a declarar su posesión de la península de San Nicolás, y acaso, si el ministro Douglass negocia con éxito, su protectorado sobre Haití: Douglass lleva, según rumor no desmentido, el encargo de ver cómo inclina a Santo Domingo al protectorado: el ministro Palmer negocia a la callada en Madrid la adquisición de Cuba: el ministro Migner, con escándalo de México, azuza a Costa Rica contra México de un lado y Colombia de otro: las empresas norteamericanas se han adueñado de Honduras.[169]
Reproduce con habilidad, la opinión de los propios periódicos norteamericanos opuestos a Blaine y a su política, que ponía en riesgo “nuestra fama de pueblo sensato e inteligente”, según el Herald, o tachaban el Congreso de maniobra de Blaine para asegurarse las elecciones a la presidencia, según el Evening Post, y contentar a las compañías de vapores que lo ayudaron “a ponerlo donde está”, y comenta la de aquellos que como el Mail and Express halagaban a Blaine llamándole nada menos que “el sucesor de Henry Clay”, el del sueño de “un protectorado sobre las repúblicas del sur”, “gran campeón de las ideas [nortea]mericanas”, “Blaine se adelanta a los sucesos como unos cincuenta años”, comentaba el Herald, ya que aún no estaban listas las condiciones para lograr ese protectorado, a lo que Martí replica: “¡A crecer, pues, pueblos de América, antes de los cincuenta años!”[170]
Advierte que la admiración justa hacia las virtudes de un pueblo no había de ir “hasta excusar los crímenes que atenten contra la libertad”.[171]
Walker fue a Nicaragua por los Estados Unidos; por los Estados Unidos, fue López a Cuba.[172]
Si al comienzo de estas crónicas observa el desagrado de la delegación de Colombia por los insultos que había dirigido en la prensa a su presidente el representante de la secretaría de Estados norteamericanos, ataques en que algunos veían:
el interés de los que quieren abrir el canal por Nicaragua y temen que Núñez arregle con Washington, a pesar de la grita de su país, la venta, a costo de la primogenitura, de los derechos sobre el canal de Panamá, con lo que se quedarían del lado del Presidente que tales maravillas puede hacer, los burócratas beneficiados.[173]
Si observa, con pena, la desunión de la familia hispanoamericana (“Cada grupo de Hispanoamérica comenta lo de su república, e inquiere por qué vino este delegado y no otro”),[174] al final de estas crónicas, después de los prolongados debates sobre el arbitraje en que se puso de manifiesto el ostensible intento de los Estados Unidos de obtener su beneficio exclusivo, observa, con júbilo la creciente identificación de los delegados de nuestras repúblicas, como se habían ido acercando los pueblos de la misma raza, sin dejar ver al extraño sus divisiones, heridas o recelos vecinales. Sin afirmar por esto que ya se hubiesen acabado “los reparos entre las naciones limítrofes” o que hubiesen ya llegado a aquel acuerdo “que sus destinos e intereses les imponen”, podía decirse que la conferencia, que pudo ser, “a valer los pueblos de América menos de lo que valen, la sumisión humillante y definitiva de una familia de repúblicas libres, más o menos desenvueltas, a un poder temible e indiferente, de apetitos gigantescos y objetos distintos […]”, había sido, “ya por el clamor del corazón, ya por el aviso del juicio, ya por alguna levadura de afuera, la antesala de una gran concordia”.[175]
Corrobora la pérdida creciente de la fe de México, Centroamérica, Colombia y Venezuela, en la política norteamericana, que pretendía desunir a los centroamericanos, o patrocinar, en provecho propio, el Canal. Se refiere al aplauso que mereció la frase del delegado argentino, cuando contraponiéndose a la doctrina de Monroe, dijo: “América para la humanidad”.[176] Martí ejerció de un modo indirecto influencia sobre algunos delegados. A Quesada, que había sido nombrado secretario de Sáenz Peña, dirige constantes cartas alertándolo sobre los peligros y astucias de la delegación norteamericana. Incluso es posible que esa frase sea de origen martiano, pues Eva Canel dijo a Isidro Méndez que recordaba habérsela oído pronunciar a Martí —quien la visitó, durante su estancia juvenil en España— casi textualmente. Es probable que, al referirse, entre las causas de la posición argentina, a los propios consejos del juicio y del corazón americano, y a “alguna levadura de afuera”, hiciese una velada alusión a este delicado trabajo de apoyo y estímulo a la delegación que le pareció más lúcida y acertada, la delegación argentina, a la que no se cansa de aplaudir en estas crónicas que enviaba a La Nación.
Entre los pasajes más a señalar en estas crónicas se destaca el que dedica (en su importante tercer artículo para La Nación) a estudiar la historia, los antecedentes y las tendencias de este Congreso Internacional:
Desde la cuna soñó en estos dominios el pueblo del Norte, con el “nada sería más conveniente” de Jefferson; con “los trece gobiernos destinados” de Adams; con “la visión profética” de Clay; con “la gran luz del Norte” de Webster; con “el fin es cierto, y el comercio tributario” de Summer; con el verso de Sewall, que va de boca en boca, “vuestro es el continente entero y sin límites”; con “la unificación continental” de Everett; con la “unión comercial” de Douglass; con “el resultado inevitable” de Ingalls, “hasta el istmo y el polo”; con la “necesidad de extirpar en Cuba”, de Blaine, “el foco de la fiebre amarilla” […]
que concluye con: “La simpatía por los pueblos libres dura hasta que hacen traición a la libertad; o ponen en riesgo la de nuestra patria”.[177]
Señala que “los peligros no se han de ver cuando se les tiene encima, sino cuando se los puede evitar”, y se refiere a “las repúblicas venales o débiles”, y a “la política secular y confesa” de su “vecino pujante y ambicioso” que no se ha dirigido a ellas “sino para impedir su extensión, como en Panamá, o apoderarse de su territorio, como en México,[178] Nicaragua, Santo Domingo, Haití y Cuba, o para cortar por la intimidación sus tratos con el resto del universo […]”, y que no había visto “crimen en dejar a una masa de hombres, so pretexto de la ignorancia en que la mantenían”, en la esclavitud, en su propia patria.[179]
Pero, sobre todo, en este mismo artículo, es de destacar su previsión inicial:
Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo. De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia.[180]
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[157]“La Conferencia de Washington”, ob. cit., p. 86.
[158]Nicanor Bolet Peraza.
[159]Juan F. Velarde, delegado de Bolivia a la Conferencia Internacional Americana.
[160]José María Hurtado.
[161]Fernando Cruz.
[162]“La Conferencia de Washington”, ob. cit., pp. 86-87.
[163]“La política internacional de los Estados Unidos”, ob. cit., p. 75.
[164]“El ferrocarril interamericano y la Conferencia Panamericana”, ob. cit., pp. 76-78.
[165]“La Conferencia de Washington”, ob. cit., p. 81.
[166]Ibíd., p. 85.
[167]“El ferrocarril interamericano y la Conferencia Panamericana”, ob. cit., p. 76.
[168]JM: “El Congreso de Washington”, La Nación, Buenos Aires, 8 de noviembre de 1889, OC, t. 6, pp. 40 y 35, respectivamente.
[169]JM: “Congreso Internacional de Washington”, La Nación, Buenos Aires, 20 de diciembre de 1889, OC, t. 6, p. 58.
[170]Ibíd., pp. 58 y 59, respectivamente.
[171]“La admiración justa por la prosperidad de los hombres liberales y enérgicos de todos los pueblos, reunidos a gozar de la libertad, obra común del mundo, en una extensión segura, varia y virgen, no ha de ir hasta excusar los crímenes que atenten contra la libertad el pueblo que se sirve de su poder y de su crédito para crear en forma nueva el despotismo”. (Ibíd., p. 62).
[172]“Congreso Internacional de Washington”, ob. cit., p. 62.
[173]“El Congreso de Washington”, ob. cit., p. 34.
[174]Ibíd., p. 35.
[175]“La Conferencia de Washington”, ob. cit., pp. 79-80.
[176]Ibíd., p. 81.
[177]“Congreso Internacional de Washington. Su historia, sus elementos y sus tendencias”, ob. cit., p. 48.
[178]Véase Guerra Estados Unidos-México.
[179]“Congreso Internacional de Washington. Su historia, sus elementos y sus tendencias”, ob. cit., pp. 46-47.
[180]Ibíd., p. 46.
“Y Cuba deber ser libre—de España y de los Estados Unidos”. (JM: “Cuaderno de apuntes no. 18” [1894], OC, t. 21, p. 380).