TEXTOS ANTIMPERIALISTAS DE

JOSÉ MARTÍ

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Selección, presentación y comentarios
Fina García Marruz

EL MILLONARIO JAY GOULD

     De 1881 es la primera referencia a Jay Gould, a quien, a solo un año de su llegada, ya llama “el monarca de la Bolsa de Nueva York”,[19] y con lo de “monarca” ya anticipa el contraste que va a dar tema a esta gran crónica de 1884, en que ya aparecen perfecta­mente delineadas las dos poderosas fuerzas que van a entrar en pugna en los Estados Unidos: la de los trabajadores, a cuyo desfile de veinte mil hombres llama “la procesión moderna”,[20] hermosa­mente reflejada en esta crónica, y la de los grandes monopolistas, como el millonario Jay Gould, en la “soledad terrible” de su helada riqueza, con su tez “color cetrino”, que “cuando el amor excesivo a la riqueza se apodera del espíritu, produce este reflejos metálicos”:[21]

—Jay Gould es gran monopolizador, y sobre la espalda del trabajador de la alegoría va representado el Monopolio […] Donde un sembrador, allá en el Oeste, siembra un campo, el monopolio se lo compra a la fuerza o lo arruina: si vende barata su cosecha el sembrador, el monopolio, que tiene grandes fondos a la mano, da la suya de balde: y si decide el sembrador luchar, al año muere de hambre, mientras que el monopolio puede seguir viviendo sin ganancia muchos años. El monopolio está sentado, como un gigante implacable, a la puerta de todos los pobres. Todo aquello en que se puede emprender está en manos de corporaciones invencibles, formadas por la asociación de capitales desocupados, a cuyo influjo y resistencia no puede esperar sobreponerse el humilde industrial que empeña la batalla con su energía inútil y unos cuantos millares de pesos. El monopolio es un gigante negro. El rayo tiene suspendido sobre la cabeza. Los truenos le están zumbando en los oídos. Debajo de los pies le arden volcanes. La tiranía, acorralada en lo político, reaparece en lo comercial. Este país industrial tiene un tirano industrial. Este problema, apuntado aquí de pasada, es uno de aquellos graves y sombríos que acaso en paz no puedan decidirse, y ha de ser decidido aquí donde se plantea, antes tal vez de que termine el siglo.[22]

     En estos primeros años, en que sigue de cerca las luchas de los trabajadores, sus juntas, sus crecientes huelgas, y en que va lenta­mente desentrañando las entrañas del sufragio, el consorcio de los grandes intereses, aún tiene fe en que los medios pacíficos ganarán a la larga la batalla, aunque ya apunta la sospecha de que se trata de un magno problema “que acaso en paz no pueda decidirse”, y que tiene el rayo suspendido sobre la cabeza. En 1883, los Estados Uni­dos habían iniciado una política de supuesta “reciprocidad comer­cial”,[23] en cuyos tratados ya asomaba su posterior política imperial. Aunque esta página —como la que dedicará el año siguiente a “la política de acometimiento”[24] todavía se refiere al afán interno de pre­dominio de que eran víctimas los propios trabajadores norteameri­canos— ya hay en ella un claro antecedente de sus crónicas sobre la Conferencia Internacional Americana de 1889 —año de su gran radicalización antimperialista—, en el que ya se ve claramente la conexión, aquí solo apuntada, entre estos Estados Unidos “repletos de productos invendibles”[25] y su determinación de extender sus dominios en la América. Anticipo del “gigante de las siete leguas”[26] de “Nuestra América”, que arrollaba a su paso a los países de menos desarrollo, es este “gigante negro” del monopolio, implacablemente sentado a la puerta de todos los pobres. Con el mismo espíritu escribe al año siguiente que, “aunque parezca prematura profecía”, en los Estados Unidos hallaría su fin “la revuelta colosal y desas­trosa” que “en futuros tiempos” habría de estremecer la tierra: “la pelea de los hombres de la labor contra los hombres del caudal.” “Aquí, donde los trabajadores son fuertes, lucharán y vencerán los trabajadores”.[27]

JM: “La procesión moderna”, La Nación, Buenos Aires, 26 de octubre de 1884, OCEC, t. 17, pp. 236-249.

EN VÍSPERAS DE UN CAMBIO
EN LA HISTORIA DE LOS ESTADOS UNIDOS

     Se refiere a un “grave cambio histórico, de trascendencia suma para los pueblos de América”,[28] a la proposición hecha por el presi­dente Arthur al separarse del gobierno, de un proyecto de ocupa­ción mercantil de los países españoles de la América.

De nada menos se trata que de ir preparando, por un sistema de tratados comerciales o convenios de otro género, la ocupación pacífica y decisiva de la América del Norte e islas adyacentes por los Estados Unidos. ¿A qué explicarlo en más detalles, que a tal distancia pudieran parecer complicados y enojosos? Y esto no es más que una nueva manera de hacer, con blandura y sin desatención aparente de sus deberes de nación republicana, lo que allá en sueños y sin saber bien cómo, quiso Grant,— y por malas artes y resortes ocultos, que por desdicha no fueron suyos solo, estuvo a punto de adelantar mucho Blaine: y ¿cómo no, si en cambio de apoyo inmoral, había nacioncilla de Hispanoamérica[29] que le ofrecía, según se corre, una banda de territorio, por donde pudiera oprimir del lado del Sur a un pueblo a quien ya tiene amenazado por el del Norte? ¿Cómo no, si en pago de haberle sacado de un conflicto con Francia, otro desvergonzado mandón, que solo los mandones hacen estas cosas, se ligó de pies y manos a los proyectos de Blaine, y le ofreció su ayuda incondicional en el atentado de someter, so pretexto de conferencia, a un protectorado del Norte los países de Hispanoamérica[30]?[31]

     Del proyecto de un canal americano en Nicaragua, dice, pre­viendo su inconveniencia:

—Nicaragua, que en progreso natural y ordenado no tiene que avergonzarse de pueblo alguno, ha contratado con el gobierno de los Estados Unidos la cesión, punto menos que completa, de una faja de territorio que de un Océano a otro cruza la República, para que en ella construya el gobierno norteamericano y mantenga, a su propio costo, un canal,[32] con fortalezas y ciudades de los Estados Unidos en ambos extremos, sin más obligación que una reserva de derechos judiciales en tiempo de paz a las autoridades nicaragüenses, y el pago de una porción de los productos líquidos del canal, y de las propiedades que fincan en el territorio cedido al gobierno americano.[33]

     “A estos tratados se juntan[ban] el de México,[34] ya ratificado, y a punto de salir reglamentado del Congreso; y el que acaba[ban]  de firmar los Estados Unidos con Santo Domingo,[35] en virtud del cual, como en el tratado con Cuba y Puerto Rico, cuanto acá sobra, y no tiene por lo caro donde venderse, allá entrará sin derechos, como acá las azúcares. Y vendrán los Estados Unidos a ser, como que les tendrán toda su hacienda, los señores pacíficos y proveedores forzosos de todas las Antillas”.[36]

     Dos años antes, en marzo de 1883, había publicado Martí en La América, “El tratado comercial entre los Estados Unidos y México”, advirtiendo sus aparentes ventajas y sus peligros reales no solo para México, sino para la América Latina:

No ha habido en estos últimos años,—si se descuenta de ellos el problema reciente que trae a debate la apertura del istmo de Panamá,[37] —acontecimiento de gravedad mayor para los pueblos de nuestra América Latina que el tratado comercial que se proyecta entre los Estados Unidos y México.[38] […] El tratado concierne a todos los pueblos de la América Latina que comercian con los Estados Unidos. No es el tratado en sí lo que atrae a tal grado la atención; es lo que viene tras él.[39]

JM: “En vísperas de un cambio en la historia de los Estados Unidos” (OCEC, t. 22, pp. 22-26), fragmento final de la crónica “Un teatro original y cómo se elabora [en] New York”, publicada en La Nación de Buenos Aires, el 22 de febrero de 1885, OCEC, t. 22, pp. 11-26.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[19] JM: “Proceso de Guiteau”, La Opinión Nacional, Caracas, 10 de diciembre de 1881, OCEC, t. 9, p. 139.

[20] JM: “La procesión moderna”, La Nación, Buenos Aires, 26 de octubre de 1884, OCEC, t. 17, pp. 236-249.

[21] Ibíd., pp. 243-244.

[22] Ibíd., p. 244.

[23] Véanse la crónica “El Tratado comercial entre los Estados Unidos y México”, publicada en La América, Nueva York, en marzo de 1883; y la nota final “Tratado Grant-Romero”, OCEC, tt. 18 y 17, pp. 11-16 y 420-421.

[24] “Cartas de Martí. Los secretarios del Presidente. La política de acometimiento”, ob. cit., pp. 224-228.

[25] “Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo. De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia”. [JM: “Congreso Internacional de Washington. Su historia, sus elementos y sus tendencias”, La Nación, Buenos Aires, 19 de diciembre de 1889, OC, t. 6, p. 46. (Las cursivas son del E. del sitio web)].

[26] “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifiquen al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bue­no el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas, y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los come­tas en el cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. […] / Ya no pode­mos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zum­bando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades: ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apre­tado, como la plata en las raíces de los Andes”. [JM: “Nuestra América” (La Revista Ilustrada de Nueva York y El Partido Liberal, México, 1ro y 30 de enero de 1891, respectivamente), Nuestra América. Edición crítica, prólogo y notas de Cintio Vitier, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2006, pp. 35-36. (Las cursivas son del E. del sitio web)].

[27] JM: “Carta de Nueva York. El Misisipi desbordado.—Guerra social”, La Opinión Nacional, Caracas, 31 de marzo de 1882, OCEC, t. 9, pp. 281-282.

[28] JM: “Un teatro original y cómo se elabora [en] New York”, La Nación, Buenos Aires, 22 de febrero de 1885, OCEC, t. 22, p. 26.

[29] Guatemala. Véase la Nota final “Proyecto por la Unidad Centroamericana”, OCEC, t. 22, pp. 342-343.

[30] Durante su breve paso por la Secretaría de Estado en 1881, James G. Blaine lanzó la idea y circuló la convocatoria, en noviembre de ese año, para realizar una conferencia panamericana en el mismo mes del año siguiente, a fin de, con claros propósitos hegemonistas, tratar acerca de la paz y la prevención de guerras interamericanas, y el arbitraje continental. Cuando ya Blaine no ocupaba el cargo, el 18 de abril de 1882, se introdujo la propuesta en el Congreso estadounidense, donde se dilató su consideración, hasta que, finalmente, en agosto de 1882, el nuevo Secretario de Estado, Frederick Frelinghuysen, anuló la invitación hecha por su predecesor.

[31] “Un teatro original y cómo se elabora [en] New York”, ob. cit., pp. 22-23.

[32] Referencia al tratado de Frelinghuysen-Zabala, que permitía iniciar los trabajos de construcción de un Canal Interoceánico a través de Nicaragua. Véase la Nota final “Proyecto de canal por Nicaragua”, OCEC, t. 22, pp. 341-342; y la nota “[Canal de Nicaragua]”, en el t. 12 de esta misma edición, pp. 162-163. (Nota modificada ligeramente por el E. del sitio web).

[33] “Un teatro original y cómo se elabora [en] New York”, ob. cit., p. 23.

[34] Tratado Grant-Romero.

[35] Tratado de Reciprocidad Comercial entre República Dominicana y Estados Unidos. Véase la Nota final “Proyecto de anexión de República Dominicana”, OCEC, t. 22, p. 341.

[36] “Un teatro original y cómo se elabora [en] New York”, ob. cit., p. 24.

[37] Las obras del Canal de Panamá comenzaron en 1881 a cargo directo de la compañía francesa de Ferdinand de Lesseps, quien, en 1883, incorporó a varios contratistas.

[38] Expresiones semejantes escribió José Martí al analizar la convocatoria de Estados Unidos a la Conferencia Internacional Americana de Washington (1889-1890); en clara muestra de cómo el estudio de este tratado comercial alertó su pensamiento acerca del naciente imperialismo del Norte: “Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder […]”. Véase el artículo “Congreso Internacional de Washington. Su historia, sus elementos y sus tendencias”, ob. cit.

[39] “El Tratado comercial entre los Estados Unidos y México”, ob. cit., p. 11.