TEXTOS ANTIMPERIALISTAS DE

JOSÉ MARTÍ

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Selección, presentación y comentarios
Fina García Marruz

Carta a Gonzalo de Quesada

     Se refiere en su carta a la defensa que hicieron Quesada y el abogado Horacio S. Rubens del general Antonio Ezeta, vicepresidente de El Salvador, y de su Estado Mayor, al ser derrocado por una revo­lución el gobierno de su hermano el general Carlos Ezeta. El nuevo gobierno de El Salvador quería que fuesen extraditados a los Esta­dos Unidos, lo que motivó la defensa a que alude en el siguiente párrafo:

En lo de Ezeta, no lo hubiera querido ver. Pero tal vez yo hubiera ido también a defender al preso. De lo que hay que huir es de la fría insolencia y de la fortuna mal habida. ¡Y pensar que los E. U. entregarían, o hubiesen entregado al asilado, al mismo Gorvno (sic) reconocido por él, si el Salvador nuevo consintiera en entrar, bajo Nicaragua, en la unión forzosa de C. Am. con la tutela del Norte! ¿Recuerda lo que decíamos desde el Congreso Pan Americano? Vd. me vio padecer, y no sin razón. Pero no será.[336]

JM: “Carta a Gonzalo de Quesada”, [San Antonio, Texas] 16 J[ulio de 1894], EJM, t. IV, p. 225.

Carta al general Gómez

     Señala, entre los objetivos de su viaje a México de este año, no solo el de recabar fondos y apoyo para la Revolución, sino el de ayu­dar a crear una conciencia antimperialista: “A eso fui, y creo haberlo obtenido”.[337]

     Es una carta muy importante, y el único testimonio, que se sepa, de este objetivo real y no declarado públicamente de su viaje.

JM: “Carta al general Máximo Gómez”, Central Valley, 8 de septiembre de 1894, EJM, t. IV, pp. 243-247.

Carta a Federico Henríquez y Carvajal

     Se considera su testamento político antillanista, y aunque en ella no habla, tan directamente como en la de Mercado, del problema de los Esta­dos Unidos, expresa una vez más, la necesidad de que las Antillas sean libres para asegurar el equilibrio americano: “Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo”.[338]

     Es de notar este segundo objetivo de salvar también el honor “ya dudoso y lastimado” de la nación norteamericana, al impedir la realización de la injusticia a sus planes de predominio conti­nental.[339]

JM: “Carta a Federico Enríquez y Carvajal”, Montecristi, 25 de marzo de 1895, Testamentos. Edición crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2016, pp. 23-25.

Manifiesto de Montecristi

     Fue dirigido por el Partido Revolucionario Cubano al pueblo de Cuba, y firmado por Gómez y Martí. Explica la continuidad de la lucha revolucionaria y el espíritu que habría de tener la nueva guerra iniciada. El documento se dirige principalmente a los tres frenos internos que podría encontrar la Revolución: el del español honrado, pero temeroso de represalias, que había hecho familia cubana, al que asegura que sería “respetado, y aun amado, de la libertad”;[340] el supuesto “peligro negro” agitado por los enemigos de la Revolución que, por odiar al negro, veían en él un odio inexistente, ya que el cubano negro había combatido y dado su sangre junto al blanco en la guerra, y jamás sería amenaza, sino baluarte de la liber­tad;[341] y, finalmente el temor a que Cuba tuviese, después de lograda la independencia, los mismos problemas que las repúblicas ya libe­radas de América, al que responde con un examen de la distinta constitución social del pueblo cubano, que no contaba con elemen­tos tan heterogéneos, con masas indias abandonadas, ni con ese apartamiento de las comarcas, que fomentaba la creación de caudi­llos rivales, sino había logrado —primero a través de la guerra y des­pués con la mayor fusión de las clases sociales en la emigración— una nivelación distinta. Cuba constituía un pueblo más democrá­tico y de cultura mayor que el integrado por las masas llaneras o indias que siguieron a los héroes primados de la emancipación ame­ricana.[342] Aunque Martí no trata en este documento directamente el tema del antimperialismo, al llamar a la guerra

es suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aun vacilante del mundo,[343]

está aludiendo al equilibrio continental de Norte y Sur América, que quedaría descompensado de lograrse el propósito de los anexio­nistas o la política de predominio continental de los Estados Uni­dos, a todo lo largo de su obra denunciada:

Honra y conmueve pensar que cuando cae en tierra de Cuba un guerrero de la independencia, abandonado tal vez por los pueblos incautos o indiferentes a quienes se inmola, cae por el bien mayor del hombre, la confirmación de la república moral en América, y la creación de un archipiélago libre donde las naciones respetuosas derramen las riquezas que a su paso han de caer sobre el crucero del mundo.[344]

     Es porque no había cabal conciencia de lo que significaba este “equilibrio” para el destino americano por lo que llama a estos pueblos “incautos o indiferentes”. Si bien no aconsejaba la prudencia dar a este manifiesto un marcado carácter antimperialista, se ve que Martí trata de apelar a “las naciones respetuosas” y a la política del comercio libre, ya que nada esperaba de la que ponía sus manos “egoístas e irrespetuosas”[345] sobre nuestros pueblos, o sea, la ligada, en los Estados Unidos, a los intereses proteccionistas. JM: Manifiesto de Montecristi. El Partido Revolucionario a Cuba (25 de marzo de 1895), La Habana, Centro de Estudios Martianos y Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 2008.

Manifiesto al New York Herald

     Exhorta a los Estados Unidos a “contribuir a la solidez de la libertad”, a preferir

la amistad sincera a su pueblo independiente que los ama, y les abrirá sus licencias todas, a ser cómplice de una oligarquía pretenciosa y nula que solo buscase en ellos el modo de afincar el poder local de la clase, en verdad ínfima de la Isla, sobre la clase superior, la de sus conciudadanos productores.[346]

     Así como en La República española ante la Revolución cubana trata de apelar al concepto, caro al español, de “la honra patria”, afirmando que ella solo podía vivir “dentro de la honra universal”,[347] en este Manifiesto al Herald trata igualmente de apelar a lo que llamara “honor” del Norte, al amor a la libertad del estadounidense (“No es en los Estados Unidos ciertamente donde los hombres osarán buscar sementales para la tiranía”), que habían fundado un país para huir precisamente de la tiranía, política de captación que utilizaba en cada caso los resortes a que podía ser más sensible cada pueblo, a un tiempo que recordaba a los cubanos “desconocedores de la energía de su patria” el error de prestarse a apoyar “su clase oligárquica e inútil contra su población matriz y productora, como el imperio francés favoreció en México a Maximiliano”. Finalmente, exhorta a los norteamericanos a ayudar y no entorpecer la labor de “estas legiones de hombres que pelean por lo que pelearon ellos ayer, y marchan sin ayuda a la conquista de la libertad”.[348]

     La Isla quedaría abierta a un comercio que ahora le cerraba “el interés español”, y a su tiempo abriría “a los tres continentes [..] casa amiga y comercio libre”.[349]

JM: “Carta al Director de The New York Herald, Patria, Nueva York, 3 de junio de 1895, no. 164, pp. 1-2; EJM, t. V, pp. 205-213.

La última carta a Mercado

     En esta carta, sin duda la más importante de su pensamiento político, recoge el sentido último de su guerra de liberación y su marcado carácter antimperialista:

ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber—puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo—de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.[350] Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias pa alcanzar sobre ellas el fin.[351]

     Es de señalar cómo, sin que todavía Cuba estuviese sino al principio de la guerra contra el poder colonial de España, ya Martí está pensando en lo que llamó “la segunda independencia”,[352] cómo incluso le parece que este segundo objetivo le daba su carácter más urgente al primero, cómo ve a México implicado en ese mismo vital interés de los dos pueblos de

impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino, que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal q. los desprecia […][353]

     En esta misma carta se refiere a la entrevista del Herald, y a lo que le había contado su corresponsal Eugenio Bryson, acerca de la actividad anexionista, de los que solo querían que hubiese

un amo, yankee o español, que les mantenga, o les cree, en premio de oficios de celestinos, la posición de prohombres, desdeñosos de la masa pujante,—la masa mestiza, hábil y conmovedora, del país,[354]—la masa inteligente y creadora de blancos y de negros.[356]

     Se refiere a “un Sindicato yankee” creado, “para emprender o apoyar la idea como obra del gobierno”,[357] según Bryson, quien además le contó de su conversación con Martínez Campos,

al fin de la cual le dio a entender este q. sin duda, llegada la hora, España preferiría entenderse con los E. Unidos a rendir la Isla a los cubanos.—Y aun me habló Bryson más: de un conocido nuestro, y de lo q. en el Norte se le cuida, como candidato de los Estados Unidos, pa cdo. el actual presidente desaparezca, a la presidencia de México.[358]

     El peligro no era entonces solo para Cuba, por lo que le pre­gunta: —“Y México—¿no hallará modo sagaz, efectivo e inmediato, de auxiliar, a tiempo, a quien lo defiende?[359] Sí lo hallará,—o yo se lo hallaré”.[360]

     Trata en la carta de otras importantes cuestiones relativas al carácter que habría de tener la Revolución: “plena libertad en el ejército, sin las trabas que antes le opuso una Cámara[361] sin sanción real”, pero a la vez, “representación republicana”, alma de humanidad y decoro, llena del anhelo de la dignidad individual, en la representación de la república”, aunque “en cuanto a formas, caben muchas ideas […]”[362]

En mí, solo defenderé lo que tengo yo por garantía o servicio de la revolución. Sé desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento […][363]

JM: “Carta a Manuel Mercado”, Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895, Testamentos. Edición crítica, presentación de Salvador Arias, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2016, pp. 73-76.

Tomado de Fina García Marruz: Textos antimperialistas de José Martí (1990), 2da edición corregida, La Habana, Editorial Pueblo y Educación, 1996. (La mayor parte de las notas han sido añadidas para esta edición).

  Otros textos relacionados:

  • Sonnia Moro: Textos antimperialistas: buen inicio para una serie”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1992, no. 15, pp. 325-327. Acerca de Textos antimperialistas, selección, presentación y comentarios de Fina García Marruz.
  • Cintio Vitier: “Patria, poesía y antimperialismo en José Martí”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, no. 29, pp. 9-14.
  • José Martí, antimperialista, selección y presentación del Centro de Estudios Martianos, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editorial de Ciencias Sociales, 1984.
  • Emilio Roig de Leuchsenring: Martí, antimperialista, 2da, notablemente aumentada, La Habana, 1961.
  • Emilio Roig de Leuchsenring: “Martí, antimperialista”. Tres estudios martianos, selección y prólogo (“José Martí en la obra antimperialista de Emilio Roig de Leuchsenring”) de Ángel Augier, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1983.
  • Ángel Augier: “Martí: tesis antimperialista en la cuna del panamericanismo”, Casa de las Américas, La Habana, enero-febrero 1974, pp. 52-64; Acción y poesía en José Martí, La Habana, Centro de Estudios Martianos/Editorial Letras Cubanas, 1980, pp. 91-129; José Martí. Dos congresos. Las razones ocultas, selección y presentación del Centro de Estudios Martianos, y estudios complementarios de Ángel Augier y Paul Estrade, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1985, pp. 185-210).
  • José Cantón Navarro: El antimperialismo de José Martí, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2017.
  • Juan Marinello: “El antimperialismo de Martí, Darío y Rodó en la Agregación Francesa”, Anuario Martiano, Sala Martí de la Biblioteca Nacional, 1972, no. 4, pp. 365-370.
  • Manuel Galich: “Martí y el panamericanismo: propósito de un siglo”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1980, no. 3, pp. 308-321.
  • Ibrahim Hidalgo Paz: “Notas sobre el origen del antimperialismo martiano”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 1979, no. 2, pp. 191-215; Incursiones en la obra de José Martí, La Habana, Centro de Estudios Marianos y Editorial de Ciencias Sociales, 1989.
  • Ramón de Armas: “Unidad o muerte: en las raíces del antimperialismo y el latinoamericanismo martianos”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1988, no. 11, pp. 77-90.
  • Roberto Fernández Retamar: “Palabras de apertura en el Simposio Internacional José Martí contra el panamericanismo imperialista”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1990, no. 13, pp. 23-31.
  • Asunción Caballero Méndez: “Martí y Mariátegui, forjadores de la lucha antimperialista latinoamericana”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1990, no. 13, pp. 93-101.
  • Juan Pablo Acosta García: “El aporte martiano a la libertad de América”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1990, no. 13, pp. 354-357.
  • Atilio A. Borón: “Martí y el expansionismo estadounidense de ayer a hoy”, Revista de la Sociedad Cultural José Martí, La Habana, 2003, no. 7, pp. 9-14.
  • Pedro Pablo Rodríguez: “‘De esta tierra no espero nada’. Notas sobre el antimperialismo martiano”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2006, no. 29, pp. 15-21.
  • Hebert Pérez Concepción: “José Martí, historiador de los Estados Unidos, previsor de su desborde imperialista. El alerta a nuestra América”, En los Estados Unidos. (Periodismo de 1881 a 1892), ed. crítica, Roberto Fernández Retamar y Pedro Pablo Rodríguez, coords., ALLCA XX, Colección Archivos de la UNESCO, 43, 2003, pp. 2098-2108.
  • Carmen Suárez León: “La república cesárea en el imaginario martiano”,Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2006, no. 29, pp. 47-53.
  • Rafael Polanco Brahojos: “Ciencia y poesía en el antimperialismo martiano”, Revista de la Sociedad Cultural José Martí, La Habana, 2007, no. 21, pp. 69-71.
  • Rodolfo Sarracino: “José Martí su visión del equilibrio del mundo contra la estrategia de fuerza de los Estados Unidos”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2008, no. 31, pp. 84-102.
  • Yisel Bernardes Martínez: “La proyección humanista en el antimperialismo martiano”,Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2006, no. 29, pp. 90-94.
  • Armando Hart Dávalos: “El misterio de Cuba”,Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2006, no. 29, pp. 106-119.
  • María Luisa Laviana Cuetos: “Contribución a la campaña de alfabetización martiana: a propósito del antiimperialismo de José Martí”,Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2008, no. 31, pp. 129-142.
  • Fabio Fernández Batista: “La soledad de Martí”,Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2015, no. 38, pp. 34-49.
  • Luis Toledo Sande: “Cuanto hice hasta hoy y haré, es para eso”, Bohemia, La Habana, 20 de febrero de 2015.
  • Andrés Iduarte: “Martí antimperialista: guía para el lector”, El Nacional, México, 21 de junio de 1976.
  • Antonio Martínez Bello: Martí: antimperialista y conocedor del imperialismo, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1986.
  • Paul Estrade: “José Martí: del anticolonialismo al antimperialismo, de la descolonización mental a la liberación espiritual”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2020, no. 43, pp. 265-282.
  • Marlene Vázquez Pérez: “José Martí: antimperialismo y unidad regional vs. imperios en pugna”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2022, no. 45, pp. 153-160.

Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[336]JM: “Carta a Gonzalo de Quesada”, [San Antonio, Texas] 16 J[ulio de 1894], EJM, t. IV, p. 225.

[337]“En mis líneas anteriores dije a Vd. en sustancia la idea de mi viaje a México que, en las pequeñeces y apuros con que al principio tenemos que hilar, era ver de suplir, como queda hecho, con los pocos cubanos de México lo que de otra parte pudiera faltar de lo calculado, por tropiezo de la contribución o aumento de gastos, a la vez que desalojaba de sus fuertes posiciones en la República a los españoles, muy metidos hoy—y de señores—en los negocios y las familias dominantes,—y con prudente mezcla de súplica y de propio respeto, abrir el camino—con quien debía y lo puede—para un doble objeto: el que, sin revelar nuestra penuria—para que no se nos tenga en poco, quedáramos en actitud de acudir a hora desesperada por cualquier retazo que nos pudiese faltar,—y el que, (por la independencia mostrada, y el pensamiento de política antiyankee que, sin exceso, dejo influyendo grandemente en México y Centro América, y entre estas dos regiones para su mayor paz) nuestra revolución declarada y ya en vías de hecho hallé por esta fuente ayuda amplia y pronta. A eso fui, y creo haberlo obtenido”. (JM: “Carta al general Máximo Gómez”, Central Valley, 8 de septiembre de 1894, EJM, t. IV, pp. 243-244).

[338]JM: “Carta a Federico Enríquez y Carvajal”, Montecristi, 25 de marzo de 1895, TEC, p. 25.

[339]“Salvar el honor de [esta] nación no era importante solo para nuestra América —incluida Cuba— y el resto del mundo. Se trataba de frenar nada menos que la expansión con que el imperio se encaminaba a desencadenar guerras de rapiña y quebrantar una vez y otra la paz. El logro deseado por Martí habría sido redentor incluso para el mismo pueblo norteño: lo habría librado de vivir en una potencia agresora, que sembraría cada vez más terror en el planeta por medio de las armas y la economía, y que se valdría de una maquinaria cultural y propagandística igualmente poderosa”. (Luis Toledo Sande: “José Martí, revolucionario en todas partes”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2019, no. 41, pp. 81-82). Véase el ensayo de Pedro Pablo Rodríguez: “Salvar el honor de la América inglesa. Estados Unidos dentro del programa revolucionario de José Martí”, De las dos Américas, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2002, pp. 216-232.

[340]“La guerra no es contra el español, que, en el seguro de sus hijos y en el acatamiento a la patria que se ganen, podrá gozar respetado, y aun amado, de la libertad que solo arrollará a los que le salgan, imprevisores, al camino.—Ni del desorden, ajeno a la moderación probada del espíritu de Cuba, será cuna la guerra; ni de la tiranía.—Los que la fomentaron, y pueden aún llevar su voz, declaran en nombre de ella ante la patria su limpieza de todo odio,—su indulgencia fraternal para con los cubanos tímidos o equivocados, su radical respeto al decoro del hombre, nervio del combate y cimiento de la república,—su certidumbre de la aptitud de la guerra para ordenarse de modo que contenga la redención que la inspira, la relación en que un pueblo debe vivir con los demás, y la realidad que la guerra es,—y su terminante voluntad de respetar, y hacer que se respete, al español neutral y honrado, en la guerra y después de ella, y de ser piadosa con el arrepentimiento, e inflexible solo con el vicio, el crimen y la inhumanidad.

[…]

En los habitantes españoles de Cuba, en vez de la deshonrosa ira de la primer guerra, espera hallar la revolución, que ni lisonjea ni teme, tan afectuosa neutralidad o tan veraz ayuda, que por ellas vendrán a ser la guerra más breve, sus desastres menores, y más fácil y amiga la paz en que han de vivir juntos padres e hijos. Los cubanos empezamos la guerra, y los cubanos y los españoles la terminaremos. No nos maltraten, y no se les maltratará. Respeten, y se les respetará. Al acero responda el acero, y la amistad a la amistad. En el pecho antillano no hay odio; y el cubano saluda en la muerte al español a quien la crueldad del ejercicio forzoso arrancó de su casa y su terruño para venir a asesinar en pechos de hombre la libertad que él mismo ansía. Más que saludarlo en la muerte, quisiera la revolución acogerlo en vida; y la república será tranquilo hogar para cuantos españoles de trabajo y honor gocen en ella de la libertad y bienes que no han de hallar aún por largo tiempo en la lentitud, desidia, y vicios políticos de la tierra propia. Este es el corazón de Cuba, y así será la guerra. […] ¿Qué suerte elegirán los españoles: la guerra sin tregua, confesa o disimulada, que amenaza y perturba las relaciones siempre inquietas y violentas del país, o la paz definitiva, que jamás se conseguirá en Cuba sino con la independencia? ¿Enconarán y ensangrentarán los españoles arraigados en Cuba la guerra en que puedan quedar vencidos? ¿Ni con qué derecho nos odiarán los españoles, si los cubanos no los odiamos? La revolución emplea sin miedo este lenguaje, porque el decreto de emancipar de una vez a Cuba de la ineptitud y corrupción irremediables del gobierno de España, y abrirla franca para todos los hombres al mundo nuevo, es tan terminante como la voluntad de mirar como a cubanos, sin tibio corazón ni amargas memorias, a los españoles que por su pasión de libertad ayuden a conquistarla en Cuba, y a los que con su respeto a la guerra de hoy rescaten la sangre que en la de ayer manó a sus golpes del pecho de sus hijos”. [JM: Manifiesto de Montecristi. El Partido Revolucionario a Cuba (25 de marzo de 1895), La Habana, Centro de Estudios Martianos y Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 2008, pp. 8-9 y 12-14, respectivamente].

[341]“De otro temor quisiera acaso valerse hoy, so pretexto de prudencia, la cobardía: el temor insensato; y jamás en Cuba justificado, a la raza negra. La revolución, con su carga de mártires, y de guerreros subordinados y generosos, desmiente indignada, como desmiente la larga prueba de la emigración y de la tregua en la isla, la tacha de amenaza de la raza negra con que se quisiese inicuamente levantar, por los beneficiarios del régimen de España, el miedo a la revolución. Cubanos hay ya en Cuba, de uno y otro color, olvidados para siempre—con la guerra emancipadora y el trabajo donde unidos se gradúan—del odio en que los pudo dividir la esclavitud. La novedad y aspereza de las relaciones sociales, consiguientes a la mudanza súbita del hombre ajeno en propio, son menores que la sincera estimación del cubano blanco por el alma igual, la afanosa cultura, el fervor de hombre libre, y el amable carácter de su compatriota negro. Y si a la raza le naciesen demagogos inmundos, o almas airadas cuya impaciencia propia azuzase la de su color, o en quienes se convirtiera en injusticia con los demás la piedad por los suyos,—con su agradecimiento y su cordura, y su amor a la patria, con su convicción de la necesidad da desautorizar por la prueba patente de la inteligencia y la virtud del cubano negro la opinión que aún reine de su incapacidad para ellas, y con la posesión de todo lo real del derecho humano, y el consuelo y la fuerza de la estimación de cuanto en los cubanos blancos hay de justo y generoso, la misma raza extirparía en Cuba el peligro negro, sin que tuviera que alzarse a él una sola mano blanca. La revolución lo sabe, y lo proclama; la emigración lo proclama también. Allí no tiene el cubano negro escuelas de ira, como no tuvo en la guerra una sola culpa de ensoberbecimiento indebido o de insubordinación. En sus hombros anduvo segura la república a que no atentó jamás. Solo los que odian al negro ven en el negro odio; y los que con semejante miedo injusto traficasen, para sujetar, con inapetecible oficio, las manos que pudieran erguirse a expulsar de la tierra cubana al ocupante corruptor”. (Ibíd., pp. 11-12).

[342]“Punible ignorancia o alevosía fuera desconocer las causas a menudo gloriosas y ya generalmente redimidas, de los trastornos americanos, venidos del error de ajustar a moldes extranjeros, de dogma incierto o mera relación a su lugar de origen, la realidad ingenua de los países que conocían solo de las libertades el ansia que las conquista, y la soberanía que se gana por pelear por ellas. La concentración de la cultura meramente literaria en las capitales; el erróneo apego de las repúblicas a las costumbres señoriales de la colonia; la creación de caudillos rivales consiguiente al trato receloso e imperfecto de las comarcas apartadas; la condición rudimentaria de la única industria, agrícola o ganadera; y el abandono y desdén de la fecunda raza indígena en las disputas de credo o localidad que esas causas de los trastornos en los pueblos de América mantenían,—no son, de ningún modo los problemas de la sociedad cubana. Cuba vuelve a la guerra con un pueblo democrático y culto, conocedor celoso de su derecho y del ajeno; o de cultura mucho mayor, en lo más humilde de él, que las masas llaneras o indias con que, a la voz de los héroes primados de la emancipación, se mudaron de hatos en naciones las silenciosas colonias de América; y en el crucero del mundo, al servicio de la guerra, y a la fundación de la nacionalidad le vienen a Cuba, del trabajo creador y conservador en los pueblos más hábiles del orbe, y del propio esfuerzo en la persecución y miseria del país, los hijos lúcidos, magnates o siervos, que de la época primera de acomodo, ya vencida, entre los componentes heterogéneos de la nación cubana, salieron a preparar, o—en la misma isla continuaron preparando, con su propio perfeccionamiento, el de la nacionalidad a que concurren hoy con la firmeza de sus personas laboriosas, y el seguro de su educación republicana.

[…]

La dificultad de las guerras de independencia en América, y la de sus primeras nacionalidades, ha estado, más que en la discordia de sus héroes y en la emulación y recelo inherentes al hombre, en la falta oportuna de forma que a la vez contenga el espíritu de redención que, con apoyo de ímpetus menores, promueve y nutre la guerra, y las prácticas necesarias a la guerra, y que esta debe desembarazar y sostener. En la guerra inicial se ha de hallar el país maneras tales de gobierno que a un tiempo satisfagan la inteligencia madura y suspicaz de sus hijos cultos, y las condiciones requeridas para la ayuda y respeto de los demás pueblos,—y permitan—en vez de entrabar—el desarrollo pleno y término rápido de la guerra fatalmente necesaria a la felicidad pública. Desde sus raíces se ha de constituir la patria con formas viables, y de sí propia nacidas, de modo que un gobierno sin realidad ni sanción no la conduzca a las parcialidades o a la tiranía”. (Ibíd., pp. 9-10 y 14, respectivamente).

[343]Ibíd., pp. 15-16.

[344] Ibíd., p. 16.

[345]“Carta abierta a Ricardo Rodríguez Otero”, ob. cit., p. 210.

[346]JM: “Carta al Director de The New York Herald”, Patria, Nueva York, 3 de junio de 1895, no. 164, p. 2, EJM, t. V, p. 209.

[347]JM: La República española ante la Revolución cubana, Madrid, 15 de febrero de 1873, OCEC, t. 1, p. 102.

[348]“Carta al Director de The New York Herald”, ob. cit., pp. 209 y 213, respectivamente.

[349]Ibíd., p. 213.

[350]A pesar de que en las frases siguientes Martí se refiere a la discreción necesaria de sus actos en cuanto a estos propósitos antimperialistas, trató el tema en más de uno de sus escritos públicos (como en el artículo “El tercer año del Partido Revolucionario Cubano”, publicado en Patria el 17 de abril de 1894) y privados (como en la carta a Federico Henríquez y Carvajal del 25 de marzo de 1895).

[351]JM: “Carta a Manuel Mercado”, Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895, TEC, p. 73.

[352]“De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite [Conferencia Internacional Americana], urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia”. (JM: “Congreso Internacional de Washington I”, La Nación, Buenos Aires, 19 de diciembre de 1889, OC, t. 6, p. 46). // “Y Cuba deber ser libre—de España y de los Estados Unidos”. (JM: “Cuaderno de apuntes no. 18” [1894], OC, t. 21, p. 380).

[353]“Carta a Manuel Mercado”, ob. cit., p. 73.

[354]En una carta al mayor general Máximo Gómez, fechada en Nueva York, el 20 de julio de 1882, Martí le asevera: “Y aún hay otro peligro mayor, mayor tal vez que todos los demás peligros. En Cuba ha habido siempre un grupo importante de hombres cautelosos, bastante soberbios para abominar la dominación española, pero bastante tímidos para no exponer su bienestar personal en combatirla. Esta clase de hombres, ayudados por todos los que quisieran gozar de los beneficios de la libertad sin pagarlos en su sangriento precio, favorecen vehementemente la anexión de Cuba a los Estados Unidos. Todos los tímidos, todos los irresolutos, todos los observadores ligeros, todos los apegados a la riqueza, sienten tentaciones marcadas de apoyar esta solución, que creen poco costosa y fácil. Así halagan su conciencia de patriotas, y su miedo de serlo verdaderamente. Pero como esa es la naturaleza humana, no hemos de ver con desdén estoico sus tentaciones, sino de atajarlas”. [OCEC, t. 17, pp. 328-329. (N. del E. del sitio web)].

[355]En una carta a Eudaldo Tamayo Pavón, de 30 de abril de 1895, José Martí le escribe: “En Cuba hay toda la masa nacional necesaria para componer un pueblo durable y útil, y su único obstáculo es el que la persecución de sus amos, y el espíritu indeciso o señorial de una parte de su clase culta, a los amos hoy ligada, opone a la ordenación franca de esta alma buena y poderosa”. [EJM, t. V, p. 198. (N. del E. del sitio web)].

[356]“Carta a Manuel Mercado”, ob. cit., p. 74.

[357]Desde 1805, bajo la presidencia de Thomas Jefferson, distintos gobernantes y sectores de la sociedad norteamericana se plantearon la adquisición de Cuba. A lo largo del siglo, Estados Unidos ofreció comprarle la Isla a España en varias ocasiones: en 1848, en 1854, en 1859, en 1869, y finalmente en 1896. Las gestiones a que se refiere Martí, indican la creciente influencia de los sectores financieros en la política de Estados Unidos, interesados en el control de las aduanas de la Isla, mecanismo, por cierto, empleado posteriormente más de una vez para provocar las intervenciones y las ocupaciones norteamericanas en diversos países de la América Central y el Caribe.

[1358]“Carta a Manuel Mercado”, ob. cit., p. 74.

[359]En su carta solicitándole la entrevista al presidente mexicano Porfirio Díaz, el 23 de julio de 1894, Martí sustenta su solicitud del modo siguiente, lo cual evidencia la significación que otorgaba a la política mexicana en relación al problema de la independencia de Cuba y su alcance americano y universal:

Los cubanos no la hacen [la independencia] para Cuba solo, sino para la América; y el que los representa hoy viene a hablar, en nombre de la república naciente, más que al jefe oficial de la república que luchó ayer por lo que Cuba vuelve a luchar hoy, al hombre cauto y de fuerte corazón que padeció por la libertad del Continente, que la mantiene hoy con la dignidad y unidad que da a su pueblo, y que no puede desoír, ni ver como extraños, a los que a las puertas de su patria, en el crucero futuro y cercano del mundo, y frente a una nación ajena y necesitada, van a batallar por el decoro de nuestra América. Trátase, por los cubanos independientes, de impedir que la Isla corrompida en manos de la nación de que México se tuvo también que separar, caiga, para desventura suya y peligro grande de los pueblos de origen español en América, bajo un dominio funesto a los pueblos americanos. Véase la carta al general Porfirio Díaz, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1991, no. 14, p. 13.

[360]“Carta a Manuel Mercado”, ob. cit., p. 75.

[361]José Martí alude a la Cámara de Representantes, cuerpo legislativo formado por los patriotas cubanos al crear la República en Armas el 10 de abril de 1869 en el poblado de Guáimaro. La Constitución allí aprobada daba amplias facultades a la Cámara, incluida la deposición del Presidente, y para muchos esas atribuciones contribuyeron decisivamente a las divisiones entre los patriotas y al cese de la Guerra de los Diez Años sin alcanzar la independencia ni la abolición de la esclavitud.

[362]“Carta a Manuel Mercado”, ob. cit., pp. 75-76.

[363]Ibíd., p. 76.