Federico Henríquez y Carvajal (1848-1952)

Nació en Santo Domingo, República Dominicana, el 16 de septiembre de 1848 y murió en la propia ciudad el 4 de febrero de 1952. Letrado, poeta, orador, periodista, educador, abogado, durante su centenaria existencia influyó en varias ge­neraciones de dominicanos y se destacó como una figura civil de gran prestigio, por la fuerza de su pluma y de su palabra. Su vocación por la labor educativa lo hizo ganar el título de maestro entre sus seguidores y discípulos. Ejerció como profesor en las facultades de Filosofía y de Derecho de la Universidad de Santo Domingo, ocupó la presidencia de la Corte Suprema de Justicia y fue Secretario de Gobernación. Legó una amplia y valiosa producción, formada por obras literarias, históricas, jurídicas y políticas, entre las que se destacan: La hija del hebreo (1883), El monólogo de Enriquillo (1924), Todo por Cuba (1925), Nacionalismo (1925) y Romances históricos (1937).

     Federico Henríquez y Carvajal forma parte de una familia de reconocido prestigio intelectual en Hispanoamérica y el mundo. Entre sus familiares de mayor renombre se encuentran el matrimonio formado por su hermano Francisco (1859-1935, médico, escritor y hombre público, que llegó a ser presidente de República Domini­cana en 1916 y rechazó la ocupación de su país por Estados Uni­dos) y Salomé Ureña (1850-1897, poetisa y educadora),[1] cuyos hijos Pedro (1884-1946), Max (1885-1968) y Camila Henríquez Ureña (1894-1973), son figuras cimeras de la cultura hispanoamericana.

     Federico Henríquez y Carvajal tomó parte activa en las campañas a favor de la independencia de Cuba, y cultivó la amistad con José Martí, del inicio de la cual no se han encontrado evidencias precisas. En la extensa obra escrita que se conserva de Martí se localizan pocas menciones (cinco en total) a Henríquez y Carvajal, todas a partir de 1892. Ambos se conocen personalmente durante el primer viaje que Martí realiza a República Dominicana en septiembre de ese año para comunicar a Máximo Gómez su elección como General en Jefe del Ejército Libertador, y cumplir, además, otras funciones como Delegado del Partido Revolucionario Cubano. Sin embargo, el hecho de que en esa ocasión Martí le enviara desde Santiago de los Caballeros un telegrama a Henríquez y Carvajal en el que le anunciaba su llegada para saludar a “amigos queridos”, parece indicar que se habían relacionado con anterioridad a ese encuentro de 1892. Después de este encuentro, Martí realizó dos viajes más a República Dominicana —en 1893 y en 1895—, pero no volvió a encontrarse personalmente con Henríquez y Carvajal.

     Martí decía de su amigo dominicano, que “es hombre que se duele de toda injusticia, y ayuda a toda empresa de libertad, y busca por sobre mares y montañas el mérito americano, y enlaza a nuestros pueblos con las letras amigas y suaves, y los ama con pasión”.[2] A Henríquez y Carvajal dirigió Martí la carta que se considera su testamento antillanista. Véase Gonzalo de Quesada y Miranda: “Don Federico, el hermano de Martí”, Ecos, enero de 1952.

[Tomado de TEC, p. 26. (Nota modificada ligeramente por el E. del sitio web)].[3]


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] Véanse los estudios de José María Chacón: “La poesía de Doña Salomé” y de Félix Lizaso: “Salomé Ureña: la mujer, la educadora”, Boletín de la Academia Cubana de la Lengua, enero-marzo de 1952. (N. del E. del sitio web).

[2] Patria, Nueva York, 21 de noviembre de 1893, no. 87, p. 2; OC, t. 7, pp. 301-302.

[3] Bibliografía:

  • Max Henríquez Ureña: “Martí en Santo Domingo”, conferencia pronunciada en el Ateneo de La Habana, 1913.
  • Emilio Roig de Leuchsenring: “Una visita inolvidable a don Federico [Henríquez Carvajal]”, ¡Todo por Cuba!, Municipio de La Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad, 1948, pp. 55-60.
  • Ramón de Armas: “Magnitud antillana y antimperialista de Federico Henríquez y Carvajal”, Del Caribe, Santiago de Cuba, 1987, pp. 24-31. Influencia martiana en F.H.C.
  • Yolanda Ricardo: “La recepción de la obra martiana en la intelectualidad dominicana”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, no. 20, La Habana, 1997, pp. 211-223.