Pudiéramos seguir hablando de otros nombres. Hay figuras casi olvidadas y que merecen que algún día alguien las estudie; por ejemplo, el padre Francisco Ruiz, que cubrió durante muchos años la Cátedra de Filosofía del Seminario San Carlos y que siguió impartiendo en el mismo, contra prejuicios y condenas, las Lecciones de Filosofía de Varela.
Cuando Martí, junto con su entrañable Fermín Valdés-Domínguez, escribe su carta a un condiscípulo diciéndole que un alumno de Rafael María de Mendive no debe vestir el uniforme del Cuerpo de Voluntarios Españoles, creo que ahí hay, en ese jovencito, una definición importante. Una definición que viene porque las enseñanzas de su maestro significaban una enseñanza patriótica y cubana; en ellas estaba el fundamento no solo del sentimiento, sino de la necesidad lógica de pensar en una “Cuba cubana”. Esa es una frase de Saco que resume, en gran medida, lo que heredó de las ideas de Varela. Geográficamente, Cuba siempre existirá; la Cuba cubana está dada como resultado histórico de la conformación de un pueblo (hábitos, costumbres, tradiciones, historia, mentalidad, literatura, arte, racionalidad propia en una realidad peculiar). Por ello, Martí afirma que el patriotismo “no es el amor ridículo a la tierra”[10] en que se nace, sino que “Patria es humanidad”,[11] “con todos, y para el bien de todos”.[12]
Ahora podemos buscar este nexo que he tratado de representar en estas figuras a través de las generaciones que unen a Varela y a Martí. Así como Varela fue la principal figura en la formación de la Generación del 20 y Martí de la del 95, Luz lo fue de la del 68. Esto fue muy discutido en su época, fundamentalmente entre José Ignacio Rodríguez y Manuel Sanguily. José Ignacio había escrito su libro Vida de José de la Luz y Caballero[13] donde sostenía la tesis de que este no había predicado las ideas que habían llevado al movimiento revolucionario independentista del 68. Ese juicio provocó la reacción de Manuel Sanguily, quien trató de demostrar que Luz era uno de los hombres de pensamiento que más había contribuido a las bases ideológicas del movimiento del 68.[14] Uno de los argumentos que ofrece Sanguily era que la reacción colonialista había sostenido que los alumnos de Luz estaban entre los primeros en manifestarse contra el poder colonial. Y Sanguily trata de demostrar que, efectivamente, entre los expedicionarios que llegaron a Camagüey están los alumnos directos de Luz y los alumnos de los alumnos de Luz; de un modo u otro, el pensamiento lucista estaba presente en, por ejemplo, la Asamblea Constituyente de Guáimaro.
Esto ha provocado polémicas de otro tipo. Algunos han acusado y han hablado de la falsa cubanidad de Saco, Luz y Del Monte. Este sería otro tema en el cual no voy a ahondar, pero sí quiero señalar que, independientemente de los factores que concretamente podían dividir a los cubanos, en el interior la sociedad cubana, sí existía una elaboración teórica, de “ciencia y conciencia”,[15] a la que Martí calificó como “un siglo de labor patriótica” y Mestre de elaboración de “la idea cubana”. Este pensamiento sistematizado en un proceso de constantes debates en todas las materias (económica, gnoseológica, ética, pedagógica, social, histórica) era lo que realmente daba la posibilidad de ser a la sociedad cubana. Así lo sugiere esa frase de Luz ―para que nadie dude de sus intenciones― en la que conjugando los distintos tiempos del verbo ser, expresa: “Todo es en mí fue, y en mi patria será”.[16] El que analice esta frase de Luz puede llegar a una conclusión, a la misma que se puede llegar leyendo toda su obra: para él, la sociedad que lo formó es, necesariamente, pasado, mientras que la sociedad que hay que construir en Cuba es futuro. Esta es la que necesita hombres conscientes y preparados para la obra de construir una nación nueva compuesta, en sus orígenes, de factores diversos y no integrados. Es decir, aquí hay una idea que está desde el inicio en las enseñanzas de Varela. No se trata de la sociedad que es; se trata de pensar y hacer la sociedad del deber ser y esto, creo, que es una de las enseñanzas más importantes de Varela que perdura en todo el XIX, que Martí dimensiona, y que le dio vida y norte al pensamiento del siglo XX cubano; el sentido de inconformidad con la sociedad que es y el deseo de la sociedad que debe ser. ¿Cuál?, ¿cómo?, ¿con quiénes? Ese fue el debate al interior de la reflexión cubana.
El estudio racional del deber ser de la sociedad cubana es, también, la necesidad de poner freno a la explosión del sentimiento con las correas del pensamiento racional; es lo que Martí, en otros tiempos, en otra frase, va a expresar: “Patria es (…) fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas”.[17] La esperanza es la fuerza creadora, la fuerza transformadora. Y esta idea, una idea rectora en estas grandes figuras desde Varela hasta Martí, es la herencia que se transmite en largos artículos y trabajos de todas estas figuras alrededor de la posibilidad de hacer una sociedad cubana mejor, la esperanza de superar los defectos de la que es.
Cuando Sanguily trata de demostrar todas estas ideas, existe la deplorable situación de que la visión que muchos tienen de Luz es la del libro de José Ignacio Rodríguez y, en consecuencia, tenemos dos Luz: el de José Ignacio Rodríguez y el de Manuel Sanguily. Uno, el pacífico; el otro, revolucionario. Lamentablemente, predomina el de José Ignacio, no el de Sanguily. Porque José Ignacio es el que ha escrito dos libros trascendentes para la segunda mitad del siglo XIX: Vida del presbítero Félix Varela[18] y Vida de José de la Luz Caballero. Estos dos libros marcan todas las lecturas que sobre ellos realizan la mayoría de las personas que no los conocieron y, por tanto, es la tendencia predominante en la interpretación de ambas figuras. Tendrían que venir el siglo XX, y estudios posteriores, para empezar a aclarar cuestiones fundamentales; y aun así, Luz sigue siendo visto, por algunos y paradójicamente, con recelo.
Pero este asunto tiene también problemas mucho más delicados como el nexo Luz-Varela. Yo decía que cuando Luz obtiene su Cátedra de Filosofía en el Seminario de San Carlos, en su primera clase, declara Director Perpetuo de dicha Cátedra a Félix Varela y le escribe una carta diciéndole que va a seguir en ella sus orientaciones.[19] Pero esto es extraordinariamente complejo para explicar la fundamentación, los fondos y trasfondos, las profundidades, que hay en esta decisión de Luz. Y también es complejo como se sigue haciendo historia del pensamiento con marcados intereses interpretativos en aquella época.
He insistido en un problema que puede parecer sencillo. Siempre se ha dicho que Luz y Caballero expresó que Varela fue “el primero que nos enseñó a pensar”. Sin embargo, esa no es la frase de Luz, la frase de Luz es que Varela fue “el que nos enseñó primero en pensar”.[20] Y fíjense la enorme diferencia que hay en la transposición de las palabras. Si yo digo que fue el primero que nos enseñó a pensar, Luz habría cometido una verdadera injusticia con su tío José Agustín Caballero, que sin lugar a dudas, cronológicamente, fue el primero en hacer filosofía moderna en Cuba. Pero si yo digo que fue el que “nos enseñó primero en pensar”, estoy hablando de una cuestión epistemológica, no cronológica; estoy refiriéndome a que antes de actuar hay que pensar. Esto puede parecer una cosa insignificante, y, sin embargo, era trascendente en la discusión que sostenía Luz con los eclécticos espiritualistas. Porque se trataba ―y vuelvo a la idea que decía― de la nación pensada, no solo de la nación soñada. Había que pensar a Cuba, no solo soñarla, como la comunidad humana, viva, dinámica e históricamente cambiante, para realmente construir la “Cuba cubana”. Por tanto, lo primero y más urgente, era una acción de pensamiento, entendiendo por tal, el estudio de la realidad con el rigor de los métodos de las ciencias para derivar de sus conclusiones los proyectos racionales de construcción de una sociedad nueva, estructurada con los contenidos definidores de la cubanidad. Se trata del paradigma científico que Varela, Luz y Martí proponen. Mestre lo definió como “la idea cubana”, es decir, un proyecto racional y de entendimiento tanto del “sentimiento cubano” como de la sociedad que lo genera.
Estoy refiriéndome a tres grandes figuras de la construcción cubana. Estoy hablando de ese siglo XIX, en el cual la acción de construcción de la Cuba independiente y moderna estuvo avalada por un pensamiento científico, crítico, propositivo y creador. La Cuba cubana fue un proyecto de pensamiento madurado al calor de las ciencias y de las teorías políticas y sociales del siglo XIX. Dejar a Cuba solo en la utopía, en el sueño utópico, es dejarla sin lo esencial, los fundamentos sobre los que se construyó su propia existencia y, más aún, su esperanza de ser ella misma. Varela, Luz y Martí dedicaron toda su vida primero: a pensar en cómo educar; segundo, educar en cómo pensar; tercero, pensar en cómo hacer; cuarto, hacer, con ciencia y conciencia, una sociedad auténtica en un permanente y permutante proceso de superarse a sí misma.
Martí define a Luz, y hay que leerlo, como: “Él, el padre; él, el silencioso fundador […]; é1, que se resignó,—para que Cuba fuese,—a parecerle, en su tiempo y después, menos de lo que era […] ha creado desde su sepulcro, entre los hijos más puros de Cuba, una religión natural y bella, que en sus formas se acomoda a la razón nueva del hombre, y en el bálsamo de su espíritu a la llaga y soberbia de la sociedad cubana”.[21] Martí, incluso, tiene el profundo deseo, de escribir un libro sobre Luz que nunca pudo hacer. Y también visita San Agustín, el lugar sagrado donde murió Félix Varela, para rendirle homenaje al “patriota entero”.[22] Es decir, el patriotismo de Martí tiene, entre otros orígenes, las elaboraciones teóricas de estos Padres de nuestros Padres Fundadores.
Esos nexos generacionales, intelectuales y humanos, enmarcados en el hábitat espiritual cubano, me parecen imprescindibles para empezar a entendernos a nosotros mismos. El discurso de Martí tiene, ante todo, la impronta de Varela, de Luz y de Mendive. Su modo de pensar y de sentir es su discurso, hablado o escrito; pero es, también, y sobre todo, la expresión de lo heredado, de su cultura de pensar a Cuba desde Cuba y desde todo pensamiento auténtico y creador que alimente y ensanche el horizonte reflexivo. Martí, en el pensar y en el hacer, es personificación activa, crítica y creadora del pensamiento lógico y de los fundamentos de “la idea cubana”. La intención de los Padres de nuestros Padres Fundadores, la define Luz, con las siguientes palabras: “Nos proponemos fundar una escuela filosófica en nuestro país, un plantel de ideas y sentimientos, y de métodos. Escuela de virtudes, de pensamientos y de acciones; no de expectantes ni eruditos, sino de activos y pensadores”.[23]
Para que esa escuela cubana de “ideas y sentimientos” algún día fuese, fueron ellos maestros de niños y jóvenes. De nuevo Luz: “Tengamos el magisterio y Cuba será nuestra”;[24] “para que Cuba algún día fuese, fui yo maestro de escuela”.[25]
El joven de quince años que sufre prisión escribe, al dorso de su retrato encadenado: “Mírame, madre, y por tu amor no llores: / Si esclavo de mi edad y mis doctrinas […]”.[26] A tan temprana edad, ya Martí expresa, en anverso y reverso de un mismo retrato, o en “Yara o Madrid”,[27] o en “Abdala”,[28] por una parte, el pensamiento lógico dentro del cual se incuba la “idea cubana” de ciencia y conciencia, enseñada por los Padres Fundadores del pensamiento cubano; y, por otro, el “sentimiento cubano”, poético, romántico y realista, a la americana, cultivado por los Heredia, Milanés, Plácido y El Cucalambé (tan diversos unos de los otros y tan unidos en su cubanía). Después vendrá el periplo, España por primera vez (donde la república muere y el conservadurismo rescata una monarquía ―borbónica, por demás― y atempera un liberalismo deslucido y colonialista, justo lo contrario del republicanismo cubano en debate); otras partes de Europa (donde se incuban viejos odios que llevarán a nuevas guerras y enconarán los nuevos odios); nuestra América (rica, diversa, ultrajada, naciente, vigorosa, mestiza, auténtica y a la cual le cuelgan disfraces desgarrados con el tiempo, las ausencias y las realidades diferentes); y Estados Unidos (donde la modernidad nace con los poros abiertos por los que brota el sudor y la sangre de obreros, negros e indios).
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[10] JM: “Abdala”, La Patria Libre, La Habana, 23 de enero de 1869, OCEC, t. 1, p. 29.
[11] JM: “La revista literaria dominicense”, “En casa”, Patria, Nueva York, 25 de enero de 1895, no. 146, p. 3; OC, t. 5, p. 468.
[12] JM: “Con todos, y para el bien de todos”, discurso en el Liceo Cubano, Tampa, 26 de noviembre de 1891, OC, t. 4, p. 279.
[13] José Ignacio Rodríguez: Vida de Don José de la Luz y Caballero, Nueva York, Imprenta de “El Mundo Nuevo-La América Ilustrada”, 1874; 2a. ed. corregida y aumentada, New York, Imprenta y Librería de Néstor Ponce de León, 1879.
[14] Manuel Sanguily: José de la Luz y Caballero. Estudio crítico, La Habana, Tipografía O’Reilly, 1890; La Habana, Consejo Nacional de Cultura, 1962.
[15] “Para todo se necesita ciencia y conciencia”. (José de la Luz y Caballero: Aforismos (205), Obras, ensayo introductorio, compilación y notas de Alicia Conde Rodríguez, La Habana, Ediciones Imagen contemporánea, 2001, vol. I, p. 142).
“Un hombre ignorante está en camino de ser bestia, y un hombre instruido en la ciencia y en la conciencia, ya está en camino de ser Dios”. (JM: “Educación popular” (s/f), OC, t. 19, p. 375).
[16] Aforismos (4), ob. cit., p. 69.
[17] JM: La República española ante la Revolución cubana, Madrid, 15 de febrero de 1873, OCEC, t. 1, p. 106.
[18] José Ignacio Rodríguez: Vida del presbítero don Félix Varela, Nueva York, Imprenta del Novo Mundo, 1878.
[19] José de la Luz y Caballero: “Carta a Félix Varela”, [Habana, entre septiembre y marzo de 1824], Obras, ob. cit., vol. V, pp. 3-5.
[20] “Y vea V. ahora brevemente, señor Ciudadano del Mundo, como soy discípulo de Varela bajo muchos aspectos. Varela derrocó el escolasticismo en nuestro suelo, y yo aplaudo y aplaudiré su ruina. Varela fue nuestro legítimo Cartesio, en más de un sentido, ya por haber destruido el principio de autoridad con el consejo y el ejemplo de palabra y obra, ya por haber introducido en su consecuencia la libertad filosófica de pensar, el verdadero eclecticismo; así es que, no contento con destruir, se empeñó por edificar, y edificar con los materiales de más exquisita calidad que tuviera a su disposición; precisamente con los que sirven hoy de base hasta a aquellas de mis doctrinas en que discrepamos o podemos discrepar. Varela dio el grande, el atrevido paso de introducir la fisiología, elemento indispensable para el estudio completo del hombre en el campo de la ciencia; yo, no como quiera, sigo en esto sus huellas, sino que veo en aquel estudio el porvenir no solo de la filosofía estrictamente tal, sino hasta de la Educación, la Moral y la Legislación. // […] y sepa el Ciudadano, y sepa el mundo, que al rendir el modesto Lugareño aquel testimonio de su celo al esclarecido Varela, no hizo más que ceder a un sentimiento profundo de gratitud, de justicia, de amor a su suelo; pues mientras se piense en la tierra de Cuba, se pensará en quien nos enseñó primero en pensar”. [José de la Luz y Caballero: “Rectificación. Identificación filosófica con mi maestro Varela” (Gaceta de Puerto Príncipe, 2 de mayo de 1840), La polémica filosófica cubana (1838-1840), ensayo introductorio (“Para una teoría crítica de la emancipación cubana”), compilación y notas de Alicia Conde Rodríguez, La Habana, Ediciones Imagen Contemporánea, 2000, 2 vol., vol. II, pp. 693 y 696, respectivamente].
[21] JM: “José de la Luz”, Patria, Nueva York, 17 de noviembre de 1894, no. 137, p. 2; OC, t. 5, pp. 271-272.
[22] JM: “Ante la tumba del padre Varela”, Patria, Nueva York, 6 de agosto de 1892, no. 22, p. 3; OC, t. 2, p. 96.
[23] Aforismos (62), ob. cit., p. 88.
[24] Ibíd., (590), p. 263.
[25] “Para que Cuba sea libre soy yo maestro de escuela”. (Citado por Alicia Conde Rodríguez en la “Presentación” del volumen II (Escritos educativos) de las Obras de José de la Luz y Caballero, p. V).
[26] “Mírame, madre, y por tu amor no llores:
Si esclavo de mi edad y mis doctrinas,
Tu mártir corazón llené de espinas,
Piensa que nacen entre espinas flores. // José Martí // Presidio, 28 agosto / 1870”. (OCEC, t. 15, p. 191).
[27] JM: “El Diablo Cojuelo”, La Habana, 19 de enero de 1869, OCEC, t. 1, p. 20.
[28] “Abdala”, ob. cit., pp. 22-33.