
Ese es el nombre con que es conocido en las Antillas y Costa Firme el documento que publicamos en homenaje a la memoria de Martí.
Cuando este se disponía a salir con Máximo Gómez de La Reforma, próxima a Monte Cristi, en la República Dominicana, con dirección a los campos de Cuba libre ―en donde habían de tener, él la fortuna de perecer, y los cubanos la desgracia de que pereciera él, a manos de la alevosía― José Martí contestó a la última carta[2] que había recibido de Fed. Henríquez y Carvajal.
Este Federico Henríquez y Carvajal, insigne amigo de Martí, de Betances, de Cuba, de Puerto Rico, de la independencia, de la libertad, de la cultura y del progreso, es uno de los mejores periodistas de la América Latina. Su Letras y Ciencias es una revista digna de ser tan estimada como es. En ella se han publicado composiciones tan hermosas como las sextinas dedicadas por Henríquez y Carvajal a Betances, a Hostos y a Martí[3] con motivo del Centenario de Colón, y en ella se ha publicado no ha mucho el testamento de Martí.
Este documento, que sin duda formará entre los de la Historia de la independencia de Cuba, tiene tres cosas superiormente notables: las ideas, los sentimientos y cierta difusa sombra de muerte que vaga y divaga por todo él…
En ella pensaba al escribirla el dispuesto a todo sacrificio. Consumado el sacrificio, es natural que la sombra de la muerte, así por deber provocada y arrostrada, divagueante los ojos del que lee esa carta.
Notabilísima también es ella por las ideas. No son ideas de Martí, sino de la Revolución, y especialmente de los revolucionarios puertorriqueños, que, en cien discursos y mil escritos e innumerables actos de abnegación, han predicado, razonado y apostolado en favor de la Confederación de las Antillas; pero esas ideas de comunidad de vida, de porvenir y de civilización para las Antillas están expresadas con tan íntima buena fe por el último Apóstol de la Revolución de las Antillas, que toman nuevo realce.
Pero lo que más brilla en la carta son los sentimientos que resplandecen en ella.
Bien hizo Fed. Henríquez en apellidar testamento a esa carta, porque en ella habla un alma, más que un hombre, como las almas hablan al separarse del mundo de los hombres…
Tomado del Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1992, no. 15, pp. 302-303.
Notas:
[1] El gran patriota puertorriqueño Eugenio María de Hostos es una de las figuras descollantes de aquel puñado de hombres que durante las últimas décadas del siglo pasado comprendiera tempranamente la significación de la unidad antillana para el propio desarrollo y la independencia de esas islas y para el futuro de América. Enrolado desde 1869 en las filas militantes de los luchadores por la independencia de Cuba, Hostos siguió siempre de cerca los asuntos de la mayor de las Antillas y fue un permanente divulgador de la Guerra de Independencia desde Chile, donde residía entonces dedicado a la enseñanza. Los dos artículos que damos a conocer fueron publicados en la capital austral en 1895. Ellos revelan su atención al pensamiento martiano al comentar para sus lectores el Manifiesto de Montecristi y la carta a Federico Henríquez y Carvajal fechada el mismo día, 25 de marzo de 1895. Ambos textos se han tomado del libro Martí y Hostos, publicado por ese gran antillano que es el profesor puertorriqueño José Ferrer Canales (San Juan, Puerto Rico, Instituto de Estudios Hostosianos, Universidad de Puerto Rico y Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 1990). (Pedro Pablo Rodríguez: “Nota”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1992, no. 15, p. 295).
[2] Se desconoce el destino de esta carta.
[3] La dedicatoria va así, no solo para obedecer el orden alfabético, sino también la antigüedad del afecto. (Nota de Hostos).