UN SUSPIRO

En la cena frugal estaba el Maestro, y con él un discípulo y dos guerreros.[1]

     Era la conversación franca y amena; de libertad hablaban los guerreros; el Maestro hablaba de libertad. Y luego al Maestro se le salía del pecho un suspiro hondo, muy hondo… [2]Seguían hablando de libertad.

     De pronto dijo el militar:

     —No me gusta que un hombre se queje y suspire. Yo he recibido heridas, y nunca me arrancaron un ay: ¿cómo usted, que es tan valeroso, lo oigo suspirando?

     Y el Maestro dijo:

     —Un suspiro no es la prueba, ni siquiera el síntoma, de una debilidad. Luego es una ternura, luego un anhelo, luego es un inmenso pesar que llevan a cuestas los hombres de alma más grande… Hay en la tierra árida de Yucatán unos ríos subterráneos que ni calman la sed del viajero ni dan vida al pez, y cuyas aguas con frecuencia son amargas… Pero a veces la tierra se abre, y por un hueco se ven pasar las ondas agitadas. Eso es un cenote. Después el río sigue su curso silencioso… Y acaso vuelve a hallar otra grieta por donde exhala un rumor, o se pierde misteriosamente por el mar. ¡Cuántas veces llevamos en el silencio del corazón una pena que pugna, como el subterráneo río, por romper su bóveda, y luego exhala el rumor de un suspiro, y sigue amarga, amarga, hasta perderse con nuestra vida en el misterio del no ser! Un cenote: eso es un suspiro.

     ¡Pobre Maestro!…

E. Loinaz del Castillo

Tomado de Patria, Nueva York, 5 de enero de 1895, no. 144, p. 3.

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Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1]Conjeturamos de acuerdo con el testimonio de Loynaz del Castillo aportado en su libro Memorias de la guerra, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1989, pp. 55-56, que el “discípulo” es, obviamente, el propio autor y los “dos guerreros”, los generales Serafín Sánchez y Francisco Carrillo, que fueron quienes lo llevaron a conocer a Martí en su oficina radicada en 120 Front Street, en Nueva York.

[2] “En sus pausas Martí siempre suspiraba. Con mucha frecuencia suspiraba; el dolor estaba siempre en él a flor de alma”. [Alfonso Mercado: “Mis recuerdos de José Martí”, (Revista Bimestre Cubana, La Habana, marzo-abril, 1932), Yo conocí a Martí, selección y prólogo de Carmen Suárez León, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2012, p. 102].