El anillo de hierro, forjado por un amigo de la infancia, Agustín de Zéndegui Gamba, con un eslabón de la cadena del grillete que Martí cargó en presidio, lo recibió de manos de su madre Doña Leonor, en noviembre de 1887, cuando ella viajó a visitarlo a Nueva York. La palabra Cuba figura en un cuadrado, con la forma que entonces tenían las vitolas de tabaco. Puede verse en el óleo que el pintor sueco Herman Norrman le hizo en su oficina de 120 Front Street, mientras trabajaba, en diciembre de 1890 y, también, en la foto de 1894, en que el Maestro aparece acompañado por Fermín Valdés-Domínguez y Panchito Gómez Toro, en Cayo Hueso.
En un apunte personal, que dirigió en inglés a un amigo negro al que no nombra, Martí escribió: “Como un desconocido hermano de pronto viene a sus hermanos, yo vengo hacia ti. […] Uso un anillo de hierro, y tengo que realizar hazañas de hierro. El nombre de mi país está en él, y tengo que vivir o morir por mi país. Ningún sufrimiento como el del hombre negro en mi país, y vengo para honrarte a ti que justificas tu libertad y para trabajar por la libertad de ellos”. Decía C. Vitier que “En tan desnudas y secretas líneas, cruz del Presidio y Dos Ríos, puede resumirse la militante espiritualidad de Martí”.[1] Véase el artículo de Mary Ruiz de Zárate: “El anillo de hierro”, Juventud Rebelde, La Habana, 5 de julio de 1982.
Nota:
Véase Abreviatuas y siglas
[1] Cintio Vitier: “La espiritualidad de José Martí”, Temas Martianos 2, Obras 7, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2005, p. 241.