Domingo del Monte y Aponte (1804-1853)[1]

Abogado, crítico y escritor cubano; controvertida e influyente figura en el panorama político y literario nacional.[2] Domingo María de las Nieves del Monte y Aponte nació el 4 de agosto en Maracaibo, Venezuela, y a los seis años su familia se trasladó a Cuba. Estudió en el Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio, en La Habana, donde fue discípulo del padre Félix Varela y de Justo Vélez. El 23 de abril de 1827 se graduó de Licenciado en Derecho Civil, en la Universidad de La Habana.

     Después de una intensa y fecunda actividad social (de 1829 a 1843), en que se convierte en el “centro de la vida cultural del país, animador de revistas y tertulias, enemigo velado del absolutismo colonial, paladín del reformismo”[3] y partidario de la abolición gradual de la esclavitud,[4] Delmonte, a raíz de los sucesos de La Escalera, con los que no parece estar directamente relacionado, se ve obligado a partir al exilio.

     Siguiendo el curso de la afirmación de José Martí de que el “pulcro Domingo Delmonte” es “el más real y útil de los cubanos de su tiempo”,[5] Fina García Marruz asevera: “No fue Delmonte ni ‘el mejor’ ni ‘el más sabio’ […], pero sí el que recoge una suma mayor de inquietudes diversas, el más contradictorio y múltiple”.[6]

     Murió en Madrid el 4 de noviembre de 1853.

Véase el ensayo de Fina García Marruz: “El elogio de Martí”, Estudios delmontinos, ob. cit., pp. 37-41.

(N. del E. del sitio web).[7]

Domingo del Monte

Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] “Domingo del Monte, indiscutible maestro y guía literario de su generación // […] es, sin disputa, uno de los primeros escritores cubanos de la época. Sus ensayos históricos y políticos (‘La isla de Cuba tal cual está’, 1836), sus escritos pedagógicos y sus trabajos de crítica literaria (‘Caracteres de la literatura española’), acreditan la calidad de su preocupación patriótica y de su finura intelectual, así como de su tersa prosa, que luce especialmente delicada en el ensayo sobre la Condesa de Merlín. Martí lo llamó, en elogio impresionante si se considera que se trata de un contemporáneo de José Antonio Saco, ‘el más real y útil de los cubanos de su tiempo’. Menéndez y Pelayo comparó su figura con la de Alberto Lista. La tertulia de Del Monte en Matanzas y en La Habana, evocada por Emilio Blanchet con suaves trazos, fue el centro intelectual donde se formaron Milanés y Plácido, entre otros muchos literatos, y ya por esos años el afable maestro había influido decisivamente en las orientaciones estéticas de Heredia. Como dice Federico Milanés en el prólogo a las Obras de su hermano, tuvo Del Monte la ‘propiedad irradiante’ que es típica del animador cultural. A más de tantos insignes servicios a Cuba como prestó con su pluma y su eticismo personal, le debemos el diseño del bellísimo Palacio Aldama y nuestra poesía le agradecerá siempre la acogida que dispensó al poeta esclavo Juan Francisco Manzano (1797-1857), cuya liberación obtuvo con el concurso de Ignacio Valdés Machuca”. (CV: “[Domingo del Monte]”, Lo cubano en la poesía (1958), en Lo cubano en la poesía. Edición definitiva, prólogo de Abel Prieto, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1998, pp. 116-117).

[2] “[…] en el tránsito del iluminismo al romanticismo, señoreó la figura de Domingo del Monte, ecléctico estimulador y encauzador de las letras vernáculas, vocero del paternalismo patricio, atento a la conjugación de la propaganda antiesclavista y el color local con la pureza castiza y la función civilizadora de la literatura”. (Cintio Vitier: “La crítica literaria y estética en el siglo XIX cubano” (1971), prólogo de Enrique Saínz, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2000, p. 390).

[3] Fina García Marruz: Estudios delmontinos, La Habana, Ediciones UNIÓN, 2008, p. 15.

[4] “No perteneció Delmonte al número de batalladores tenaces como Saco, en punto a su participación en las luchas por el mejoramiento de la vida colonial. Pero distó mucho de abstenerse. Sus ideas abolicionistas eran conocidas, y el estudio político que acabo de citar [La Isla de Cuba tal cual está], evidencia su visión real de la colonia”. (Medardo Vitier: “Domingo Delmonte”, Estudios, notas, efigies cubanas, La Habana, Editorial Minerva, 1944, pp. 216-219).

[5] JM: “Juan J. Peoli”, Patria, Nueva York, 22 de julio de 1893, no. 71, pp. 2-3; OC, t. 5, pp. 281 y 282, respectivamente.

[6] Estudios delmontinos, ob. cit., p. 5.

[7] Bibliografía:

  • Cintio Vitier: Lo cubano en la poesía (1958), en Lo cubano en la poesía. Edición definitiva, prólogo de Abel E. Prieto, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1998, pp. 116-118.
  • “La crítica literaria y estética en el siglo XIX cubano”, ob. cit., pp. 260-280.
  • José María Chacón y Calvo: “La obra de Domingo del Monte”, Boletín de la Academia Cubana de la Lengua, enero-junio de 1954.