DEL GENERAL ANTONIO MACEO GRAJALES[1]

Puerto Cortés, Nove. 19 de 1882.

Sor. D. José Martí,
Brooklyn

Distinguido señor y amigo:

Circunstancias me obligaron retardar la contestación de su carta.[2]

     Para hacer referencia a la suya con fha. 20 de julio, permítame la franqueza de titularlo mi amigo, porque siéndolo de la causa de Cuba quiero serlo de Vd.

     Gracias por el concepto tan ventajoso que de mis escasas fuerzas tiene V. formado.

     Cuando se está en vías de hechos, triste es decir la verdad que el alma siente, porque la duda embaraza con perjuicio público a corazones pequeños, y de ahí, que todos perdamos en la inacción de una causa retardada por las desgracias de un pueblo infortunado; pero, de corazón libre. Sin embargo, le confesaré: Mi espada y mi último aliento están al servicio de Cuba; si ella necesitare hoy o mañana de mí, puede llamarme, segura de que halagará infinitamente mucho, mis deseos de servirla; pero, al decir esto, entiéndase que si la falta de significación política, la escasez de recursos pecuniarios que siempre he vivido, y la ninguna importancia que tengo para dirigir a buen fin la causa que nos ocupa, me alejaron de ella, no es mía la culpa, pues son motivos bastantes para justificar mi aparente indiferencia los hechos arriba señalados, aunque no los son para tranquilizar mi espíritu, porque mi alma siempre ha sentido el deseo de agitar su propia causa; mas, como debía esperar que los acontecimientos trajesen una oportunidad de acción para mí, heme aquí aguardando, para no ser causa de mayores males. Y de ahí, la duda que a V. le ocurre con su pregunta de que si estoy dispuesto a luchar por la independencia de nuestra patria, pregunta que, conociéndome íntimamente, no me habría hecho V. Yo he creído que, para la nueva lucha se necesitan unidad de acción, organización y dinero; y ninguno de esos elementos han estado a mi alcance para haber cumplido con el vehementísimo deseo de ver a mi patria libre y feliz por su organización política. La unidad moral y política son indispensables para combatir el poder de España en Cuba, y no menos importancia tiene hoy para mí la organización de los trabajos que se inicien, la recopilación de fondos para la ejecución de planes posteriores, pues esa debe ser la base que dirija nuestros principios lanzados al mundo de las ideas. Me gustaría ver que esa organización la representasen hombres capaces de aunar las voluntades del pueblo cubano, de comprender la misión que los conciudadanos le confíen, y de ser indiferente a las perturbadoras ideas de partido.

     Para mí, las personas quienquieran que sean, me es totalmente igual, pues la única diferencia que establezco es la que existe entre el bueno y el malo.

     Ahora bien: los hombres que han de dirigir la revolución armada están indicados por su propia historia; no soy el más competente; por el contrario, hay otros cuyos hechos les señalan en primera línea.

     Quizás a V., su buena voluntad hacia Cuba, le haya inclinado a creer que poseo las condiciones que señala en su carta, siendo así que veo a mi vanguardia hombres como el general Gómez, &., &., con condiciones concluyentes para mandarnos en el campo de la lucha. La unión que existe entre él y los demás jefes, no puede ser más estrecha, pues a ese fin he consagrado todos mis esfuerzos pasivos. Cuando este hombre no esté dispuesto a seguir con nosotros, yo tomaré la dirección que mis compañeros de armas me confíen; pero, siempre dispuesto a conceder el puesto al que con mejores condiciones que yo pueda hacer la felicidad de Cuba; sin embargo, de que para mí no es inconveniente que no las posea, puesto que los hechos han demostrado que los acontecimientos de una causa separan al que se maneja mal.

     El elemento militar de que se puede disponer, está preparado ya para combatir; solo falta que Vds. y sobre todo V., que están llamados a hacer la revolución de las ideas, preparen el ánimo del pueblo cubano para un pronunciamiento general, al que en condiciones de una lucha formal dirigiremos nosotros en horas oportunas. Para el caso, sería conveniente que V. nos pusiera al corriente de sus trabajos, y de la magnitud de ellos, pues algunos de nosotros podríamos ayudar con nuestros conocimientos y relaciones; no obstante desear todos nosotros conservarnos a distancia de los que hagan la opinión pública al efecto indicado, porque careciendo de aptitudes para el caso, fácil sería gastar inútilmente nuestras esquiciadas fuerzas.

     Forme V., pues, una masa compacta de todo el elemento cubano, y avise cuando crea llegada la hora, que para mí ya debía haber sonado el momento de todos mis placeres: “La guerra por Cuba”.

     Con un abrazo, es de V. de corazón su afmo.,

A. Maceo

[Archivo Nacional: Fondo: Adquisiciones. Caja 2, no. 6. Según el compilador, copiada alrededor de los años 1970-1975. Ahora no se ha localizado este original].

Tomado de Destinatario José Martí, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual; preámbulo de Eusebio Leal Spengler, La Habana, Ediciones Abril, 2005, pp. 142-143.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] Al leer esta carta notamos la firmeza de criterios de Maceo, pues independientemente de lo que Eusebio Hernández le comentara sobre José Martí, con fecha 27 de septiembre de 1882, él le contesta con franqueza su disposición de participar en el proyecto independentista que se preparaba. A continuación, fragmentos de la carta de Eusebio a Maceo:

Martí como Ud. ve, hace la cuestión suya, y a mi juicio es mal principio […]. No quiere esto decir que trate de excluir al joven Martí; bien al contrario, lo que yo digo es que es preciso evitar que él excluya a los que no le gusten como hizo la vez pasada (entendemos aquí que se refiere aquí a la Guerra Chiquita). La contestación a él no debe revelar nada de esto; pero de ello depende que se siente el principio de que Estrada de parte de Uds. es el que desean para que se entienda con los de La Habana, siendo así que uno es el que solo podrá hacerlo. [Gonzalo Cabrales: Epistolario de héroes, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1996, p. 194. (Nota tomada de Rafael Ramírez García: Martí—Maceo. Cartas cruzadas, Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 2003, pp. 25-26)].

 
[2] Véase la carta de José Martí fechada en Nueva York, el 20 de julio de 1882, OCEC, t. 17, pp. 323-325.