MARTÍ Y EL 27 DE NOVIEMBRE
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De este modo aquellos muchachos salieron de su clase y entraron en la historia, como otros, en diversas “ocasiones sublimes” de la patria, salieron de la oscuridad, la pobreza y el anonimato para ser jefes heroicos y guías de su pueblo. El joven Martí, en su poema romántico, fingía que Cuba colonial, “la Virgen sin honor del Occidente”, mesándose los cabellos exclamaba: “Un mármol les negué que los cubriera / Y un mundo tienen ya por sepultura!”[55] Y añadía, en versos que hallaron nuevo contexto natural en el elogio de los mártires del Moncada:
[…] Cuando se muere
En brazos de la patria agradecida
La muerte acaba, la prisión se rompe;
Empieza al fin, con el morir, la vida![56]
Dentro de la visión romántica, el tema de los cadáveres sin tumba se liga con la idea de expansión y trascendencia espirituales. Por ello en la prosa de 1872 dice Martí: “Y bien hicieron en sepultarlos en la tierra sin término y sin límites […]. Así sus espíritus se esparcen por la tierra toda; así hablan con todos los mártires; así se nutren de su excelsa vida; así vagan por toda la extensión; así viven a nuestro lado, y así pesan sobre todos aquellos que vertieron su sangre o no se estremecieron de dolor al verla vertida;—así, mártires y héroes, van más pronto hacia Dios”.[57]
Años después, en el artículo de 1887, esta idea de trascendencia habrá adquirido una significación ceñidamente histórica. Refiriéndose a la exhumación de los restos de los estudiantes fusilados, realizada personalmente por Fermín Valdés-Domínguez en el cementerio Espada, escribe Martí: “¿Qué son ya, más que polvo y memoria, aquellos que en un sueño de sangre salieron sin culpa y sin miedo de la vida? Cuatro esqueletos estaban tendidos de sur a norte: cuatro esqueletos estaban tendidos de norte a sur”. Ya no son espíritus sino huesos en la tierra común. Nada queda de la idealización romántica de las “sombras” del poema juvenil. Y sin embargo, frente a esa facticidad anonadante de la muerte, Martí vuelve por los fueros de la trascendencia encarnada en la historia, y sus imágenes ahora nos hablan un lenguaje político y revolucionario de profunda verdad y eficacia para la toma de conciencia nacional: “¡pero los muertos son las raíces de los pueblos, y, abonada con ellos la tierra, el aire nos los devuelve y nutre de ellos; ellos encienden en el corazón cansado el fuego que se apaga; ellos vigilan, sentados en la sombra, a los que pierden la virtud en ocio cobarde o diversiones viles; en ellos, por decreto supremo de la naturaleza, se juntan los victimarios y las víctimas!”[58]
Tornamos así al punto inicial de todo este proceso de la tragedia del 27 de Noviembre tal como fue configurándose en la meditación martiana: ese punto inicial es, según dijimos, la conversión dialéctica de la muerte en vida: vida trascendente en el poema de 1872, vida histórica en el artículo de 1887, vida histórica y también trascendente en el discurso de 1891, donde leemos como conclusión y síntesis de la fecundidad de la muerte heroica: “Del semillero de las tumbas levántase impalpable, como los vahos del amanecer, la virtud inmortal, orea la tierra tímida, azota los rostros viles, empapa el aire, entra triunfante en los corazones de los vivos: la muerte da jefes, la muerte da lecciones y ejemplos, la muerte nos lleva el dedo por sobre el libro de la vida: ¡así, de esos enlaces continuos invisibles, se va tejiendo el alma de la patria!”[59]