MARTÍ Y EL 27 DE NOVIEMBRE
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El planteamiento moral, sin embargo, con ser tan de esencia en este caso, no agotaba los contenidos de un suceso en el que se habían desatado factores sociales muy complejos. Cuando ya parecía que Martí lo había dicho todo sobre el 27 de Noviembre, un nuevo artículo en Patria, con motivo de la conmemoración de 1893, revela con luz vivísima, rápida y fulminante, la entraña social del crimen: “En el crimen del 27 de noviembre de 1871 […] —tuvo su expresión culminante la ira del español bajo y logrero contra el criollo que le pone en peligro el usufructo privilegiado de la tierra donde vive en gozo y consideración que no conoció jamás en su aldea miserable o en su ciudad roída y pobretona”.[49]
He aquí otro tono: el tono del análisis sociológico e histórico, en el que las causas económicas se perfilan decisivas. “Cada bestia” —apunta Martí crudamente— “obraba con la furia de su privilegio amenazado”. Su realismo es ahora tan penetrante, que llega a discernir clases de odios: “Hay odios excusables, que nacen de una aberración, de una abstracción, de una pasión nacional. Hay odios, como el del 27 de noviembre, que suben, babeantes, del vientre del hombre”. Su mirada llega como hoja cortante hasta el centro de la llaga: “Cada tendero defendía la tienda. Cada dependiente defendía el sueldo. Cada recién venido defendía la colocación del hermano o el primo por venir. ‘¡Allí están, esos barbilindos, esos felices, esos señoritos que viven sin trabajar, cuando nosotros barremos la tienda y servimos en el mostrador, esos amos: sean criados nuestros una vez al menos!’ Y los criados se saciaron en los amos. Esa fue otra faz del crimen”.[50]
Dos lecciones perdurables saca Martí en este juicio definitivo: la primera, “la persistencia en América del alma inmutable de la conquista española, igual en Ovando hace cuatrocientos años, en Monteverde hace setenta y cinco, en los Voluntarios de La Habana hace diez y ocho”; la segunda, “la capacidad del alma cubana, de aquella misma porción de ella que parece tibia u olvidadiza o inerme, para alzarse, sublime, a la hora del sacrificio, y morir sin temblar en holocausto de la patria”.[51] Constituye esta última la tesis martiana más directamente influida por el ejemplo de los estudiantes. Eran ellos, como se sabe, jóvenes de clase acomodada, alejados de las asperezas de la vida, mimados por el cariño de sus familias criollas, de maneras suaves y elegantes, de apariencia despreocupada e incluso frívola.[52] Como representativo del grupo puede escogerse a Alonso Álvarez de la Campa, hijo de un capitán de Voluntarios, por ello mismo, quizás, uno de los más odiados por la turba asesina que a gritos pedía su cabeza y que, con sus dieciséis floridos años, sonriente, valeroso y erguido, animando a sus compañeros, fue el primero en la procesión hacia la muerte. Así lo testifica Fermín y así lo evoca Martí en el más bello pasaje de su discurso de 1891:
¿Quién, quién era el primero en la procesión del sacrificio, cuando el tambor de muerte redoblaba, y se oía el olear de los sollozos, y bajaban la cabeza los asesinos; quién era el primero, con una sonrisa de paz en los labios, y el paso firme, y casi alegre, y todo él como ceñido ya de luz? Chispeaba por los corredores de las aulas un criollo dadivoso y fino, el bozo en flor y el pájaro en el alma, ensortijada la mano, como una joya el pie, gusto todo y regalo y carruaje, sin una arruga en el ligero pensamiento: ¡y el que marchaba a paso firme a la cabeza de la procesión, era el niño travieso y casquivano de las aulas felices, el de la mano de sortijas y el pie como una joya![53]
Es esta, sin duda, una de las más preciosas semblanzas en la vasta galería de retratos martianos. En los dos tiempos o planos de la evocación (los corredores felices de la universidad, el camino hacia el fusiladero de la Punta), va implícita la enseñanza que Martí quería impartir a sus oyentes y que se declara radiante cuando exclama, como quien comunica una ley que en efecto se constatará en todas las clases y en todos los movimientos revolucionarios cubanos, hasta el asalto al Moncada y la campaña de la Sierra y la victoria de Girón: “¡Así, en los alzamientos por venir, del pecho más oscuro saldrá, a triunfar, la gloria! ¡Así, del valor oculto, crecerán los ejércitos de mañana! ¡Así, con la ocasión sublime, los indiferentes y culpables de hoy, los vanos y descuidados de hoy, competirán en fuego con los más valerosos!”[54]
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[49] JM: “El 27 de noviembre”, Patria, Nueva York, 28 de noviembre de 1893, no. 88, p. 1; OC, t. 2, p. 449.
[50] Ídem; OC, t. 2, pp. 449-450.
[51] “El 27 de noviembre”, ob. cit., p. 1; OC, t. 2, p. 450.
[52] Véase Luis F. Le Roy y Gálvez: “Ubicación social de los ocho estudiantes fusilados en 1871”, Dos conferencias sobre el 27 de noviembre de 1871, La Habana, Universidad de La Habana, Centro de Información Científica y Técnica, 1975, pp. 3-13.
[53] “Los pinos nuevos”, ob. cit., p. 284.
[54] Ibíd., pp. 284-285.