MARTÍ Y EL 27 DE NOVIEMBRE

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     La ausencia de odio, entonces, nada tiene que ver con el “olvido indecoroso de las ofensas”. Como quien llega a la exactitud de una fórmula matemática, cuyo signo clave es la virtud de la moderación que Martí consideró característica del genio de “nuestra América” e inseparable del mayor heroísmo,[40] concluye en su elogio final de Fermín Valdés-Domínguez: “Pero la estéril declamación sobre el suceso inicuo, que fatalmente figura entre los crímenes históricos, no sería apropiado tributo a quien realzó su persecución continua de la gran maldad, y su glorioso triunfo, con la moderación propia de las almas fuertes, y el perdón sincero de los arrepentidos,—sin caer por eso con el disimulo de la prudencia, en el olvido inmoral e imposible con que cubre su palidez la cobardía”.[41]

     Resumiendo, los pasos advertidos en la recepción y meditación martianas del 27 de Noviembre: lo negativo moral y políticamente es re-sentir la ira lícita, el odio irreprimible en su instante, convertirlo en un estado de resentimiento fatal, indiscriminado y rebajador, que por sí mismo implica una situación de esclavitud espiritual, una victoria del enemigo. Lo fundador ha de ser el vencimiento del odio como una cuestión de respeto a los mártires, de honra propia, como un postulado constructivo, dinámico, libre, que permite distinguir entre unos hombres y otros, mantener en principio las puertas abiertas a todo hombre honrado y suprimir “toda medida de pura nacionalidad o de terror”, según consta en la instrucción primera del “Plan de Alzamiento” de 8 de diciembre de 1894. Pero si en un brazo de la balanza justiciera, empuñadura de la espada, debe estar la ausencia de odio, en el otro debe estar siempre la presencia del ultraje a la patria. Este es el que justifica el combate necesario y a muerte; aquella, la que le da al combate su más alto sentido. Difícil equilibrio, que constituye una tradición de la eticidad revolucionaria cubana, respaldada por los dos máximos jefes militares de 1895: Gómez y Maceo; recogida y actualizada explícitamente por Fidel, como praxis y como teoría, en la campaña de la Sierra.[42]

     Recordemos que ya en el poema juvenil, junto al grito de perdón de las sombras, el poeta clamaba: “¡Llanto para vosotros, los de Iberia / Hijos en la opresión y la venganza!—”.[43] En la prosa del mismo año —que Martí calificó de “padrón de vergüenza nacional”[44] para la metrópoli— se habla de las “lágrimas por la honra patria” que vertieron “los que desde aquí” —es decir, desde España— “se espantaron con el asesinato”; y se exclama imperativamente: “¡Póstrense de hinojos en la tierra, tiemblen de remordimiento, giman de pavor todos los que en aquel tremendo día ayudaron a matar!”[45] Por otra parte, no olvidará Martí, en su discurso de “Los pinos nuevos”, al capitán Federico Capdevila, que en su memorable aunque inútil defensa de los estudiantes, tuvo la valentía y la grandeza de decir: “Mi obligación como español, mi sagrado deber como defensor, mi honra como caballero, y mi pundonor como Oficial es proteger y amparar al inocente, y los son mis cuarenta y cinco defendidos”,[46] arriesgando la vida y salvando, siquiera fuese simbólicamente, el honor de España.[47] Por eso exclama sin reservas Martí:

¡Recordaré al magnánimo español, huésped querido de todos nuestros hogares, laureado aquí en efigie junto con el heroico vindicador, que en los dientes de la misma muerte, prefiriendo al premio del cómplice la pobreza del justo, negó su espada al asesinato! Dicen que sufre, comido de pesar en el rincón donde apenas puede consolarlo de la cólera del vencedor pudiente, el cariño de los vencidos miserables. ¡Sean para el buen español, cubanas agradecidas, nuestras flores piadosas![48]


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[40] “En el ensayo ‘El amor como energía revolucionaria en José Martí’ [Albur, ór­gano de los estudiantes del ISA, a. 4, La Habana, mayo de 1992, pp. 109-119; CEM, La Habana, 2003], Fina García-Marruz ha observado la relación que establece Martí entre el heroísmo y la moderación dentro de la dinámica más profunda de ‘la capacidad de sacrificio’. La consideró virtud vinculada con ‘la armonía serena de la Naturaleza’, distintiva de los mejores hombres de ‘nuestra América’, cuyo paradigma poético lo encontró en Heredia: ‘volcánico como sus entrañas, y sereno como sus alturas’. (OC, t. 5, p. 136). Tan elogiosa como esperanzadamente se refirió varias veces al ‘heroísmo juicioso de las Antillas’ y a ‘la moderación probada del espíritu de Cuba’, expresiones consagradas en el Manifiesto de Montecristi (OC, t. 4, pp. 101 y 94, respectivamente)”. (Nuestra América. Edición crítica, investigación, presentación y notas de Cintio Vitier, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2006, nota 35, p. 64).

[41] “Discurso en honor de Fermín Valdés-Domínguez”, ob. cit., p. 322. (Las cursivas son de CV).

[42] Véanse sus discursos del 15 de abril y 19 de agosto de 1958, en “Fidel en Radio Rebelde”, suplemento de Granma, La Habana, 8 de marzo de 1973; y su relato de la batalla del Jigüe, Unión, La Habana, a. XII, no. 2, junio de 1973. (Nota de CV).

[43] “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre”, ob. cit., p. 63.

[44] “Los pinos nuevos”, ob. cit., p. 285.

[45] “El día 27 de noviembre de 1871”, ob. cit., pp. 97 y 98.

[46] Federico Capdevila: “Texto de la defensa de los estudiantes en el primer Consejo de guerra”, en Luis F. Le Roy y Gálvez: A cien años del 71: El fusilamiento de los estudiantes, La Habana, Instituto Cubano del Libro, Editorial de Ciencias Sociales, 1971, p. 125.

[47] Véase Cintio Vitier: “España en Martí” (1994), Obras 7. Temas Martianos 2, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2005, pp. 166-186.

[48] “Los pinos nuevos”, ob. cit., p. 285.