No sé por qué hoy aparece
ante mis ojos su figura
esbelta, escéptica, fallida
y siempre airosa sin embargo,
flexible palma de una patria
que no podía ser: tan fina,
sí, tan irónica, tan débil
en su elegante gesto, lúcido
para el dibujo y el fervor,
los relativismos y las
conciliaciones, con un fondo
de gusto amargo en la raíz.
Ciegos sus ojos para el rapto,
usted no vio lo que veíamos.[2]
Bien, pero en sombras yo sabía,
mirándolo con hurañez,
lo que ahora llega iluminado:
Tener defectos es fatal
y nadie escapa a sus virtudes.
Tener estilo, en vida y obra,
no es fácil ni difícil, es
un don extraño que usted tuvo,
Jorge Mañach, para nosotros.
Esta mañana es imposible
que usté haya muerto. Viene ágil,
sin vanguardismos ni Academias,
de dril inmaculado, laico,
maduro, juvenil, iluso,
entre sajón y catalán,
a dar su clase de Aristóteles,
y en el destello de sus lentes
hay un perfil de Cuba, único,
que al sucumbir quedó en el aire,
grabado allí, temblando, solo…
13 de agosto de 1963
Tomado de Cintio Vitier: Testimonios (1959-1964), Obras 9. Poesía 2, prólogo, compilación y notas de Enrique Saínz, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2009, pp. 172-173.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] “Leí en ‘Papeles’ sus poemas hermosos. Me conmovió el de Mañach, tan bien trazado —donde Ud. dice que él, Mañach, explicaba a Aristóteles. Mañach era noble y conmigo fue generoso y hasta humilde. Sus limitaciones eran inevitables, aunque recuerdo haber reaccionado hablando con él, frente a él, vivamente. Me duele su muerte temprana”. (María Zambrano: “Carta a Cintio Vitier” [1967], La Cuba secreta y otros ensayos, edición e introducción de Jorge Luis Arcos, Madrid, Ediciones Endymion, 1996, p. 275).
[2] Véase Ana Cairo Ballester: “La polémica Mañach–Lezama–Vitier–Ortega” (1949), Revista de La Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, enero-junio de 2001, pp. 91-130. Contiene una introducción de la compiladora y los textos de cada polemista.

