Cecilio Acosta y Revete (1818-1881)
Escritor, periodista y humanista venezolano. Hijo de Ignacio Acosta y de Margarita Revete Martínez. Nació en San Diego de los Altos, actualmente estado de Miranda. De familia pobre, situación que caracterizó su vida estudiantil, profesional y pública, su primera formación estuvo a cargo del presbítero Mariano Fernández Fortique, posteriormente famoso como orador, escritor y prelado.
Huérfano de padre en 1828, su madre se trasladó con sus otros tres hijos a Caracas en 1831. Ese mismo año comenzó a estudiar en el Seminario Tridentino de Santa Rosa, en donde inició la carrera sacerdotal, el conocimiento de los clásicos, el dominio de la lengua latina y una serie de lecturas decisivas en la gestación de su pensamiento. Al abandonar sus estudios eclesiásticos en 1840, ingresó en la Universidad Central de Venezuela para cursar Filosofía y Derecho. Se graduó de agrimensor en la Academia de Matemáticas, en 1840; de Filosofía, en 1842, y de Derecho Civil, en 1848. Además del latín, dominó el inglés, el francés, el italiano, el portugués y el alemán.
En 1846 salió a la palestra dando a conocer en los periódicos La Época y El Federal sus reflexiones sobre la tensa realidad de un país dividido en bandos aparentemente irreconciliables. Sus escritos abarcaron una amplia diversidad de temas: la industria, la propiedad, la emigración, la electricidad, la imprenta, el vapor y el telégrafo; publicó además trabajos de síntesis histórica y discernimiento jurídico, cuyos ejes fueron la meditación sobre el progreso y la civilización, así como el análisis de la instrucción que requería Venezuela para alcanzarlos. También escribió para El Centinela de la Patria durante 1846 y 1847. Fue secretario de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Caracas en 1848; allí dictó las cátedras de Economía Política y de Legislación Universal Civil y Criminal en 1853. Antes del año fue sustituido por orden del presidente José Tadeo Monagas.
En 1856, publicó uno de sus más celebrados ensayos sobre la educación: “Cosas sabidas y cosas por saberse”. Al año siguiente sostuvo una polémica con Idelfonso Riera Aguinalde sobre la doctrina liberal. Por entonces, cristalizó su pensamiento estético en particular, así como su meditación sobre la lengua castellana y los géneros literarios. Mantuvo una nutrida correspondencia con personalidades de Latinoamérica, España y de su país, y, a la vez, ejerció una gran ascendencia sobre las nuevas generaciones.
En 1862 fue secretario privado de monseñor Fernández Fortique, entonces consejero de José Antonio Páez. En 1868 recibió el encargo de su amigo Nicanor Bolet Peraza, en ese momento ministro del Interior y de Justicia, de revisar el Código Civil. Fue incorporado a la Real Academia de la Lengua como miembro correspondiente en 1869, y homenajeado el 8 de agosto de ese mismo año en el Salón del Senado por la Academia de Ciencias Sociales y Bellas Artes de Caracas. Durante los años 70, en la época guzmancista, fue norte para los jóvenes y un puente entre la tradición humanista de Andrés Bello y las nuevas estéticas en ebullición. En 1872 formó parte de la comisión redactora de los Códigos, creada por el presidente Antonio Guzmán Blanco.
Murió en la pobreza y su entierro fue por caridad. En 1889 se publicaron sus Poesías, y en 1908 sus Obras completas en 5 tomos.
Durante la estancia de José Martí en Caracas en 1881, visitó a Cecilio Acosta en varias ocasiones, y a la muerte de este, escribió un texto[1] para la Revista Venezolana, que provocó su expulsión de Venezuela por orden del mandatario Antonio Guzmán Blanco.[2] Con este “conmovido y a la vez marmóreo” ensayo dedicado al gran venezolano,[3] Martí “inició”, según Cintio Vitier, “la galería de sus grandes retratos”.[4] Félix Lizaso, por su parte, lo considera “la más perfecta de sus biografías americanas […] ensayo escrito a golpe de pensamiento, que resplandece por dondequiera que se le mire, y que es la muestra más acabada de una prosa filosófica y poética a la vez, impregnada de un elevado sentido moral y de una nitidez de espíritu sin semejante”.[5]
[Tomado de OCEC, t. 8, p. 163. (Nota modificada ligeramente por el E. del sitio web)].[6]
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] JM: “Cecilio Acosta”, Revista Venezolana, Caracas, 15 de julio de 1881, OCEC, t. 8, pp. 93-108.
[2] “No tiene más mérito que haber sido escrita a vuela pluma casi sobre su cadáver, de recuerdos de nuestras propias conversaciones, que debieron ser monólogos, porque de seguro yo no tomé más parte en ellas que la necesaria para provocarlo a hablar y hacerme querer: y otro mérito puede ser el de haberse escrito, fresco aún el horror de haber visto morir a tal hombre poco menos que de hambre, sofocado como un ave en la máquina neumática por el odio de su mezquino enemigo Guzmán Blanco, y en días en que atreverse a honrar a aquel admirable desdichado era afrontar las iras de su odio”. (OCEC, t. 8, p. 108).
[3] Decía Américo Lugo que, “su juicio sobre Cecilio Acosta, escrito en un lenguaje que ‘huele a mirra y a tomillo y verbena’, es un bello monumento intelectual erigido a la memoria de aquel varón eminentísimo, gloria de Venezuela y pasmo de su época, que reunió en sí y dispuso a su antojo de las antiguas joyas de la sabiduría clásica y del recién acuñado tesoro de las ciencias positivas, cuya espléndida hermosura acrecentó con la radiante luz de una asombrosa previsión”. [“José Martí”, Boletín de la Academia Cubana de la Lengua. (Homenaje a José Martí en el centenario de su natalicio), octubre-diciembre de 1952, p. 490].
[4] Cintio Vitier: “Demandando a la vida su secreto”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1988, no. 11, p. 353.
[5] Félix Lizaso: “La intimidad literaria de Martí”, Boletín de la Academia Cubana de la Lengua (Homenaje a José Martí en el centenario de su nacimiento), La Habana, octubre-diciembre de 1952, p. 722).
[6] Bibliografía:
- Alexis Márquez Rodríguez: “José Martí y Cecilio Acosta”, Suplemento Cultural de Últimas Noticias, Caracas, Venezuela, 27 de enero de 1991.
- Salvador Bueno: “Amigos venezolanos de José Martí”, Granma Internacional, 17 de agosto de 2003. Cecilio Acosta y Juan Antonio Pérez Bonalde.