Benito Juárez García (1806-1872)
Pablo Benito Juárez García nació en San Pablo Guelatao, Oaxaca, el 21 de marzo. Hijo de Marcelino Juárez y Brígida García, indios zapotecas. Quedó huérfano a los tres años. Vivió con sus abuelos paternos hasta que fallecieron, y entonces quedó bajo el cuidado de un tío, con quien comenzó a aprender el español. Fue pastor de ovejas. Asistió a la escuela municipal y después continuó estudios en el Seminario gracias al respaldo del fraile Antonio de Salanueva. Entre 1825 y 1828 terminó cursos de gramática latina, filosofía escolástica y teología moral, pero cuando estaba a punto de ordenarse sacerdote se inscribió en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca (1829), y en 1834 se graduó de abogado.
Formó parte del grupo de liberales oaxaqueños que encabezaba Miguel Méndez, un indígena de la Sierra. Fue electo regidor del Ayuntamiento en 1831 y diputado a la legislatura local, donde propuso confiscar los antiguos bienes de Hernán Cortés en beneficio del Estado. A fines de 1834, siendo magistrado del Tribunal Superior de Justicia en Oaxaca, defendió a los habitantes de Loxicha frente a los abusos del párroco, debido a lo cual abandonó las actividades públicas. A partir de 1841 fue juez civil y de hacienda.
En 1843 contrajo matrimonio con Margarita Maza. En 1844 fue secretario de Gobierno en la administración de Oaxaca, pero renunció en protesta por encausar a los que se negaban a pagar el diezmo eclesiástico. Ocupó en 1845 la fiscalía en el Tribunal de Justicia y al año siguiente compartió el gobierno del Estado. Diputado Federal (1846-47) en el período de la lucha contra la invasión norteamericana a México, después fue gobernador interino de Oaxaca, cargo en el que resultó reelecto. Ocupó la rectoría del Instituto de Ciencias y Arte y volvió a su labor de abogado, pero en 1853, al ocupar el gobierno nacional Antonio López Santa-Anna, fue detenido y enviado prisionero a Xalapa, luego a San Juan y finalmente expulsado a La Habana.
De la capital cubana pasó a Nueva Orleáns, donde se vinculó a otros liberales expatriados como Melchor Ocampo, José María Mata y Ponciano Arriaga. Trabajó en una imprenta y fue torcedor de tabacos. Protestó públicamente por la entrega de Santa-Anna de La Mesilla a Estados Unidos y tras la proclamación del Plan de Ayutla (1o de marzo de 1854) contra su régimen, se incorporó en julio de 1855 a la revolución encabezada por Juan Álvarez. Después del derrocamiento de Santa-Anna, Juárez fue nombrado secretario de Justicia y Negocios Eclesiásticos en el gobierno de Álvarez. El 22 de noviembre de 1855, Juárez hizo aprobar un decreto mediante el cual se suprimían los fueros y privilegios del clero y los militares. La Ley sobre Administración de Justicia, y Orgánica de los Tribunales de la Nación, del Distrito y Territorios o “Ley Juárez”, primera de las Leyes de la Reforma, provocó una gran oposición de los afectados que lo obligó a dimitir el 11 de diciembre.
Entre 1856 y 1857, Juárez se desempeñó como gobernador de Oaxaca y, luego de promulgada la Constitución de 1857, fue electo presidente de la Corte Suprema de Justicia. Al estallar en diciembre de 1857 la sublevación conservadora del presidente Ignacio Comonfort, trató de conciliar derogando la Carta fundamental recién promulgada y Juárez fue aprehendido. Rechazado por los liberales y por los conservadores, Comonfort debió renunciar, tras liberar a Juárez. Fue entonces cuando este se negó a aceptar al gobierno conservador establecido en la capital desde enero de 1858 y, en su condición de vicepresidente constitucional, asumió en Querétaro la primera magistratura, con el respaldo de muchos gobernadores y diputados liberales. De esta manera inició la Guerra de los Tres Años o Guerra de la Reforma. Acosado por los conservadores que ocupaban la Ciudad de México y otros puntos estratégicos, Juárez estableció su gobierno en Guanajuato y después en Guadalajara, donde Guillermo Prieto le salvó la vida, ante una intentona sediciosa.

En mayo de 1858, luego de una larga travesía —Acapulco, Panamá, La Habana y Nueva Orleáns—, fijó la sede de su gobierno en Veracruz. El 31 de enero de 1859, el general Miguel Miramón depuso a Félix Zuloaga de la presidencia del gobierno conservador y puso sitio a Veracruz, aunque sin éxito. El 6 de abril, el gobierno de Estados Unidos reconoció al de Juárez, quien a principios de julio expidió las Leyes de Reforma. Estas establecían la nacionalización sin indemnización de todos los bienes eclesiásticos, creaba el registro civil, disponía la libertad de cultos y la secularización de los cementerios. Poco después firmó con los Estados Unidos el Tratado Mac Lane-Ocampo, en virtud del cual los norteamericanos se aseguraron el derecho de paso por el istmo de Tehuantepec a perpetuidad, la construcción de una vía férrea en el área noroccidental del país y el derecho a proteger esas comunicaciones con sus propias fuerzas militares. México recibía en cambio, la promesa de dos millones de dólares en efectivo y dos más en créditos a cuenta de indemnizaciones. El tratado no fue ratificado por el Senado de Estados Unidos, por la violenta reacción de la opinión pública en ese país, y por el profundo recelo provocado en las cortes de Europa.
Juárez resistió en Veracruz un segundo sitio puesto a la plaza por Miramón, y tras la victoria liberal en Guadalajara (29 de octubre), expidió la Ley de Libertad de Cultos (4 de diciembre) y convocó al Congreso. Derrotado definitivamente Miramón en Calpulálpam, a fines de 1860, Juárez entró triunfalmente en la capital, el 11 de enero de 1861. Ante la terrible situación económica del país, se vio obligado a suspender el pago de la onerosa deuda externa, lo que ocasionó a fines de 1861 y principios de 1862 la intervención militar de España, Francia e Inglaterra en Veracruz. A pesar de los acuerdos firmados con los invasores, el 19 de enero de 1862, las tropas de Napoleón III se negaron a retirarse, y con el apoyo de los conservadores, comenzaron la ocupación de México.
Después de la caída de Puebla (17 de mayo de 1863), el presidente Juárez abandonó la capital y emprendió un largo peregrinar lleno de dificultades que lo llevó sucesivamente a San Luis Potosí, Saltillo, Monterrey, Chihuahua y, finalmente, El Paso, en la frontera con los Estados Unidos. De esta etapa, dos importantes medidas fueron adoptadas por Juárez: la confiscación de todos los bienes de los traidores a la patria y la prolongación del período presidencial, en aras de impedir la acefalia del gobierno nacional frente al régimen títere de Maximiliano,[1] impuesto por los franceses.
La heroica resistencia popular contra los ocupantes extranjeros obligó a Napoleón III a retirar su ejército de México, a principios de 1867, lo que precipitó la rendición de Maximiliano y su posterior fusilamiento. Dos meses después entró Juárez en Ciudad de México. La victoria definitiva de los juaristas consolidó la existencia de México como nación independiente y reafirmó la vigencia de las leyes anticlericales y antifeudales de la Reforma Liberal. En 1867 y 1871, Juárez fue electo en la presidencia mexicana, período en que respaldó la independencia de Cuba y se mantuvo al tanto de la contienda de la Isla, mediante su yerno, Pedro Santacilia. En su último mandato debió enfrentar la rebelión de los partidarios del general Porfirio Díaz. Juárez murió el 18 de julio de 1872 en el Palacio Nacional de Ciudad México.
José Martí defendió siempre su figura, con profundo respeto, y admiró “el culto religioso que México entero, y los obreros especialmente, tributan a la memoria del gran Benito Juárez”,[2] que se levanta “cruzado de brazos, como fragua encendida en las entrañas de una roca, ante el imperio de polvo y locura, que huye a su vista y se deshace”.[3] En su discurso del 19 de diciembre de 1889 —conocido como “Madre América”— lo consideró símbolo de toda nuestra América al declarar que, frente a “la América en que nació Lincoln”, “es más grande, porque es la nuestra y porque ha sido más infeliz, la América en que nació Juárez”,[4] y en Patria, el 14 de julio de 1894, publicó el artículo “El día de Juárez”.[5]
Para Martí, “al gran indio de México”[6] habría que representarlo en “estatua de color de roca, y como roca sentada, con la mirada impávida en el mar terrible, con la cabeza fuerte bien encajada entre los hombros; y con las dos palmas apretadas sobre las rodillas, como quien resiste, y está allí de guardián impenetrable de la América”.[7] Como colofón de su sentida admiración, Martí escribió: “aquel indio egregio y soberano, que se sentará perpetuamente a los ojos de los hombres al lado de Bolívar, don Benito Juárez, en quien el alma humana tomó el temple y el brillo del bronce”.[8]
José Martí consideraba a Juárez como una de las personalidades históricas a incluir en su proyecto del Poema Americano. Y en el proyecto de Monografías de hombres ilustres, “las dos primeras, por la mayor significación y trascendencia de la obra de los biografiados”, estarían dedicadas a Bolívar y a Juárez.[9]
[Tomado de José Martí: Obras completas. Edición crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2000, t. 2, pp. 324-326. (Nota modificada por el E. del sitio web)].[10]
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] Fernando José Maximiliano de Habsburgo.
[2] JM: “Honra justísima”, Revista Universal, 19 de julio de 1876, OCEC, t. 4, 290.
[3] JM: “Discurso en honor de México”, Nueva York, Sociedad Literaria Hispanoamericana, 23 de abril de 1891, OC, t. 7, p. 66.
[4] JM: “Madre América”, discurso en Sociedad Literaria Hispanoamericana, Nueva York, 19 de diciembre de 1889, OC, t. 6, p.134.
[5] JM: “El día de Juárez”, Patria, Nueva York, 14 de julio de 1894, no. 120, p. 2; OC, t. 8, pp. 254-256.
[6] JM: “[Fragmentos del discurso pronunciado en el sepelio de Alfredo Torroella]”, Liceo de Guanabacoa, 22 de enero de 1879, OCEC, t. 6, p. 13.
[7] JM: “Juárez”, La América, Nueva York, mayo de 1884, OCEC, t. 19, p. 182.
[8] JM: “México en 1882”, La América, Nueva York, junio de 1883, OCEC, t. 18, pp. 45-46.
[9] JM: “Libros”, OC, t. 18, pp. 286 y 290, respectivamente.
[10] Bibliografía:
- José Antonio Portuondo: “Juárez en Martí”, Martí, escritor revolucionario, La Habana, 1982; Casa de las Américas, La Habana, septiembre-octubre de 1972.
- Ramón de Armas: “Apuntes sobre la presencia en Martí del México de Benito Juárez”, Casa de las Américas, La Habana, no. 115, julio agosto-agosto de 1979.
- Luis Ángel Argüelles: “Juárez y Martí: un paralelo necesario”, Temas cubano-mexicanos, México, Universidad Nacional Autónoma, 1989, pp. 5-38.
- Pedro Pablo Rodríguez: “El temple y el brillo del bronce. Juárez en Martí”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2006, no. 29, pp. 236-249.
- El día de Juárez. Edición crítica, investigación, presentación y estudio complementario por Pedro Pablo Rodríguez, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2010.