Bartolomé de las Casas de Sousa (1474 ó 1484-1566)
Nació y vivió hasta su juventud en el barrio de Triana, Sevilla. Su padre y tíos, entusiasmados con el recibimiento dado a Colón en la ciudad al término del primer viaje a América, se enrolaron en la segunda expedición, lo cual puso en contacto a Bartolomé con los indios, pues el padre le llevó un criado aborigen de la isla de Santo Domingo. Hay criterios discrepantes en cuanto a si cursó estudios en la Universidad de Salamanca o si marchó a Roma para ordenarse como sacerdote.
En 1502 se embarcó con su padre en la flota de Nicolás de Ovando, nombrado segundo gobernador para las Indias, y ambos se dedicaron en La Española a la búsqueda de oro y a las faenas agrícolas, hasta que llegó a tener una hacienda con indios encomendados en el Cibao. Hacia 1509 entró en relaciones con los frailes dominicos llegados a la Isla, quienes comenzaron a influirle en contra de la encomienda.
Se incorporó a la conquista de Cuba y fungió como capellán de las tropas de Pánfilo de Narváez, cuyas atrocidades contra los naturales del país levantaron su rechazo y su intento de protegerlos, como ocurrió cuando la famosa matanza de Caonao, que trató de detener infructuosamente. Recibió una hacienda y una encomienda junto al río Arimao, en la actual provincia de Cienfuegos, cuya propiedad compartía con Pedro de la Rentería. Pronto ambos renunciaron a sus indios y desde 1514 comenzó su apostolado en defensa de estos.
Ese mismo año regresó a España para continuar allí esa campaña, que le valió dos años después el título de Protector de los Indios, concedido por el regente, el cardenal Jiménez de Cisneros. Escribió la “Relación de los remedios”, texto en el que propuso se introdujeran esclavos negros y colonos blancos de España para sustituir a los indios. Dedicó varios años a gestionar la organización de una expedición misionera integrada por frailes y colonos, con el objetivo de probar su tesis de las ventajas de una colonización fundada en la buena convivencia con los indios y en su evangelización mediante la persuasión.
En 1521 pasó por La Española en tránsito hacia Cumaná, Venezuela, donde echó adelante su proyecto colonizador, pero este fracasó dada la matanza de indios realizada por uno de los jefes de los colonos. Regresó a La Española, se unió a los dominicos y se dedicó a los estudios teológicos y jurídicos. En 1527 fundó el convento de Puerto Plata, donde comenzó a escribir su Historia de las Indias. Entre 1533 y 1540, luego de ayudar por acuerdos a concluir la sublevación del cacique Enriquillo, realizó trabajo misionero en el territorio centroamericano y en México.
Volvió a España e influyó notablemente en la corte y en el propio rey Carlos i para promulgar en 1542 las Nuevas Leyes de Indias que abolían la encomienda. Posteriormente fue ordenado obispo de Sevilla, rechazó igual posición en el Cuzco, Perú, y aceptó el obispado de Chiapas en el virreinato mexicano. Su oposición a los maltratos contra los indios condujo a una revuelta de los dueños de haciendas, enemigos de su gestión, por lo cual renunció y retornó a España.[1] Durante tres años sostuvo vigorosas polémicas contra Juan Ginés de Sepúlveda, historiador oficial de la corte, y Juan Rodríguez de Fonseca, cardenal de Burgos y presidente del Consejo de Indias, a propósito de la condición humana y de los derechos de los indios, la cual publicó posteriormente. Fijó su residencia nuevamente en Sevilla y trabajó en la redacción definitiva de su Historia de las Indias y la Apologética historia, obras destinadas a la preparación de misioneros para América. Siguiendo a la Corte, residió en Valladolid, en Toledo y en Madrid, ciudad donde falleció el 17 ó 18 de julio de 1566, en el convento de Nuestra Señora de Atocha. Varios de sus libros no fueron publicados hasta los siglos xix y xx.
José Martí lo estimó como ejemplo de nobleza humana “que se ha de llevar en el corazón [porque] se le veía en el fuego limpio de los ojos el alma sublime”.[2] Le dedicó un hermoso texto titulado “El padre Las Casas”,[3] publicado en el tercer número de su revista para niños La Edad de Oro. Véase el ensayo de Cintio Vitier: “El padre Las Casas en el V centenario” (1992), Resistencia y libertad (1999), La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2012, pp. 111-135. [Tomado de OCEC, t. 5, pp. 333-334. (Nota modificada ligeramente por el E. del sitio web)].
Otros textos relacionados:
- Ana Cairo Ballester: “Martí, Las Casas y los apóstoles de la justicia”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1999, no. 22, pp. 43-66.
- El padre las Casas. Edición crítica, investigación, cronología, estudio y notas de Ana Cairo Ballester, Centro de Estudios Martianos, 2001.
- José Antonio Bedia: “‘El padre Las Casas’. Notas sobre una cuidada edición crítica”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2001, no. 24, pp. 282-285.
- Ana Cairo Ballester: Martí, Las Casas y los apóstoles de la justicia, La Habana, Convento de San Juan de Letrán, Centro Fray Bartolomé de Las Casas, 2007, 29 p. Del Ciclo de conferencias “Cómo sembrar hoy el mundo de mañana”. ¿Cómo el pasado ha pensado el futuro?
- Ana Cairo Ballester: “Martí, Las Casas y los apóstoles de la justicia”, José Martí y la novela de la cultura de la cultura cubana, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2014, pp. 159-188.
- Leonardo Acosta: “Martí y Las Casas”, en José Martí, la América precolombina y la conquista española, Cuadernos Casa, no. 12, La Habana, 1974.
- El padre las Casas y los cubanos, Ana Cairo y Amaury Gutiérrez, comp., La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2011.
- Julio Le Riverend: “Problemas históricos de la conquista de América. Las Casas y su tiempo”, Casa de las Américas, no. 85, La Habana, julio-agosto de 1974.
- Eduardo Martínez Dalmau: Fray Bartolomé de las Casas, La Habana, 1948.
- Oswaldo Morales Patiño: “Fray Bartolomé de las Casas”, Revista Bimestre Cubana, La Habana, junio-diciembre de 1947.
- Fernando Ortiz: “Presentación y glosa de fray Bartolomé”, Nueva York, La Nueva Democracia, abril de 1950.
- Fernando Ortiz: “La leyenda negra contra fray Bartolomé”, México, D.F., Cuadernos Americanos, septiembre-octubre de 1952.
- Domingo Villamil: La justicia de fray Bartolomé de las Casas, La Habana, 1957.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] “El filantrópico obispo de Chiapas, el apóstol de la América, Las Casas, ha dejado a la posteridad una breve relación de [las “infaustas verdades” de la colonización española de América], extractadas de las sumarias que siguieron en Sevilla a los conquistadores, con el testimonio de cuantas personas respetables había entonces en el Nuevo Mundo, y con los procesos mismos que los tiranos se hicieron entre sí, como consta por los más sublimes historiadores de aquel tiempo. Todos los imparciales han hecho justicia al celo, verdad y virtudes de aquel amigo de la humanidad, que con tanto fervor y firmeza denunció ante su gobierno y contemporáneos los actos más horrorosos de un frenesí sanguinario”. [Simón Bolívar: Carta de Jamaica (1815), Cuadernos de Cultura Latinoamericana, no. 1, México, UNAM, 1978, p. 10].
[2] JM: “Las ruinas indias”, La Edad de Oro, Nueva York, agosto de 1889, OC, t. 18, p. 382.
[3] Véase El padre las Casas. Edición crítica, investigación, cronología, estudio y notas de Ana Cairo Ballester, Centro de Estudios Martianos, 2001.

