LA CONFERENCIA DEL DR. MARTÍ
Ante numeroso auditorio dióse, con éxito cumplido, la anunciada conferencia del Dr. Martí, el viernes 7 de los que corren, en el salón principal de nuestra Escuela de Derecho, aunque dedicada primordialmente a la simpática Asociación de los Estudiantes. Dos horas duró el brillante y elocuente discurso.[1]
El señor Martí mostró, a pesar de los quebrantos de su salud, un vigor y una abundancia de palabras que son en realidad pasmosos, admirando y conmoviendo a cada paso a sus oyentes con el vuelo de su fantasía y con las notas de su exquisita sensibilidad. Hizo un análisis profundo, aunque, a nuestro ver, no siempre del todo justo, de las influencias que perturban la originalidad y vida propia y característica de nuestra familia latinoamericana, excitándonos con emoción penetrante, a trabajar empeñosamente en la unidad, solidez y grandeza del mundo moral e intelectual que estamos llamados a constituir, en total autonomía de movimiento, y con destino exclusivo y hermoso, sin romper en manera alguna, sino completándola, la armonía bien entendida de la marcha y del desenvolvimiento general de la humana especie. Innecesario es añadir que tuvo un recuerdo conmovedor y discretísimo para los dolores de Cuba.
Quedó patente, en fin, una vez más que el señor Martí no es solo el patriota sincero y puro que los cubanos aman y estiman tan merecidamente, sino el latinoamericano egregio que todo el continente mira con orgullo y que aún preocupado con tan noble celo por la suerte de la patria pequeña, apresura, con labor precisa y continua, el advenimiento de la patria grande y de sus excelsos ministerios.
Yo, que discrepo en puntos de cierta importancia de sus opiniones, participo de su anhelo porque la familia latina de la América se muestre merecedora de su hogar espléndido, y como conozco en lo íntimo, y quiero con entrañable amor, la inteligencia singular, el carácter dulce y viril, el corazón de oro, el espíritu sublime de mi ilustre paisano, gozo con su gloria, y hago constar, con delicia, mi nueva deuda de gratitud a Costa Rica por haber colocado un laurel fresco en la corona de Martí.
Patria, Nueva York, 5 de agosto de 1893, no. 73, p. 2.

[1] Su disertación no se conserva y tuvo lugar el viernes 7 de julio de 1893. Se refería al tema “El porvenir de América y las poderosas influencias extranjeras bajo las cuales se desenvuelven y crecen los pueblos latinoamericanos”.