“Bien conocida es nuestra actitud en punto a la agitación nacida al calor de los nobles sentimientos del señor Valdés Domínguez. Aplaudimos sus esfuerzos, su levantado empeño por restablecer la verdad, toda 1a verdad, acerca de los sucesos acaecidos en día de honda tristeza y de vergüenza indeleble. Las inocentes víctimas están ya rehabilitadas ante la conciencia de todos, aunque en rigor no había menester de esa rehabilitación de su memoria sin mancha, porque harto sabíamos todos quiénes había sido los verdaderos culpables. Mas ya la prueba escrita consta;[7] consta el reconocimiento explícito de la inocencia de unos y de la culpabilidad de otros. La causa de la justicia ha vencido, y ganado la verdad histórica.  Y ¿acaso no es bastante un triunfo tan señalado? Hacer de este asunto cuestión de partido, entendimos siempre, era desnaturalizarlo. Todo hombre honrado, todo hombre de conciencia y de corazón, ha de estar conforme en tributar alabanzas al Sr. Valdés Domínguez por sus esfuerzos en una obra que entraña grandes enseñanzas para el porvenir”.

El País. (La Habana)

     “Tenemos muchas y brillantes inteligencias, muchas y muy espléndidas imaginaciones, pero pocos, muy pocos caracteres. Y un carácter significa perseverancia, abnegación y voluntad: perseverancia para insistir, abnegación para sufrir y voluntad para obrar.

     Nadie, señores, podrá negarle esas cualidades bellísimas, que constituyen la esencia de su vida y de su historia.

     En presencia de su bello, de su sublime arranque, no son de extrañar los testimonios de consideración, las cosechas de laureles que recoge; las manifestaciones de gratitud que le dirigen las familias de las víctimas, el país entero que admira en él al tipo de la fidelidad fraternal y del más piadoso heroísmo; todos los que son padres, hijos o hermanos, porque la catástrofe tuvo un hondo sentido doméstico y repercutió dolorosamente en los hogares, y hasta sus mismos adversarios en po1ítica le tributan su benevolencia respetuosa.

     En donde quiera que se presente el Sr. Valdés Domínguez, provocará iguales movimientos de admiración y simpatía”.[8]

Nicolás Heredia.[9]
(En la velada del Círculo de la Juventud Liberal de Matanzas).

Señor Fermín Valdés Domínguez,

                                                    Nueva York.

     Muy digno y respetable señor: En nombre de los miembros del Club “Cuerpo de Ingenieros”, que inmerecidamente tengo la honra de presidir, me autorizan dirija a Vd. la presente carta, y con ella la expresión sincera de la más profunda estimación que en todo tiempo han profesado al patriota e ilustre cubano, que supo con energía y valor, en la residencia de los déspotas, hacer pública narración de hechos; probar la inocencia de los ocho compañeros estudiantes de medicina, inmolados en la ciudad de La Habana, el 27 de noviembre de 1871; mas hoy reiteran el sincero cariño al leer en las columnas de Patria, los tres valiosos artículos titulados “Mi Cuba”, “¿Ya?” y “Lo que infama y lo que enaltece”,[10] los cuales prueban que en el corazón sin mancha de Vd., no se oscurecieron jamás la dignidad y el decoro cubano, ni el amor profundo por el ideal de los hijos de Cuba, que fuera y dentro de la patria sufren, pero no descansan, ni dudan en conseguir el triunfo que con tanta vehemencia acarician los cubanos de fe.

     Así, no puedo menos que reproducir lo que sobre Vd. escribió el patriota inmaculado señor José Martí:

Fermín Valdés Domínguez, pródigo siempre de nobleza, llevaba en los ojos, desde que heló aquel horror su juventud, como la sombra de una culpa involuntaria: la culpa de no haber vindicado a sus amigos. Él narró con desorden patético aquellas escenas[11] que el mismo que pudo impedirlas, el general Crespo, declaró en un documento publicado en Madrid “solo comparables a la época del terror de la República Francesa[12] por su sangriento colorido”.

Él, tan bueno y tan justo, sacudió en días difíciles su ira sobre los que el rumor público acusaba de instigadores de aquella extraordinaria maldad. Él, con la sencillez de la grandeza, alzó la mano en nombre de Dios frente al cadáver que decían profanado por sus condiscípulos, y en un dramático momento, digno de que el pincel lo perpetúe, levantó las sombras de sus amigos inocentes entre el féretro intacto del padre y el primer beso apasionado de su hijo. Él propaló la vindicación, congregó en su casa propia a tímidos y valientes, aceptó en cartas bellas el tributo de un hombre acusado sin justicia, y al fin, símbolo triste y hermoso de nuestra historia, bajó a buscar al seno de la tierra los restos de sus amigos muertos, con los brazos desnudos! ¡Glorioso joven! ¡Ya puede morir, puesto que no ha de prestar a su patria un servicio mayor!

Grande ha sido en Valdés-Domínguez la lealtad a los muertos—¡que tienen pocos amigos!—;grande su arrojo; grande la fuerza que su prueba añade a nuestros derechos olvidados. Pero lo más grande en él, a semejanza de su pueblo, donde no encuentra raíz el odio, es ese acento inefable de perdón que embellece su digna tristeza. ¡Perdón es la palabra, y aquí se trata solo de merecerlo![13]

     Esta agrupación de cubanos estrecha en sus brazos de amor y cariño a todos los hermanos que, como Valdés Domínguez, se hacen acreedores al respeto de los buenos, al encono claro o disimulado de los malos; al rencor de los que aborrecen a la libertad y a sus defensores sinceros, y a la persecución de los agentes, que España y los despreciables acomodados con la sociedad colonial, emplean para sofocar la idea invencible de la independencia de Cuba y Puerto Rico.

     Se despide de Ud. con gratitud y afecto, en nombre de los afiliados al expresado Club, S. S. Q. B. S. M.

R. Ramírez

Brooklyn, febrero 16 de 1894.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[7] El 14 de enero de 1887, ….

[8] “Discurso del Sr. D. Nicolás Heredia”, El 27 de noviembre de 1871, ob. cit., pp. 264-265.

[9] Véanse Juan J. Remos: “La personalidad de Nicolás Heredia y su obra polémica”, Boletín de la Academia Cubana de la Lengua, La Habana, julio-diciembre de 1955; y Cintio Vitier: “La crítica literaria y estética en el siglo XIX cubano” (1971), Obras 3. Crítica 1, prólogo de Enrique Saínz, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2000, pp. 378-383.

[10] Patria, Nueva York, 3, 9 y 16 de febrero de 1894, nos. 97, 98 y 99, pp. 1, 1 y 1-2, respectivamente.

[11] Referencia al libro El 27 de noviembre de 1871, de Fermín Valdés-Domínguez.

[12] Léase Revolución francesa. (N. del E. del sitio web).

[13] JM: “Desde New York. Fermín Valdés Domínguez”, La Lucha, La Habana, 9 de abril de 1887, OCEC, t. 25, pp. 241-242.