Homenaje a Arthur Rimbaud
(1854-1954)
Las Iluminaciones
Poemas en Prosa
Traducción de Cintio Vitier
DESPUÉS DEL DILUVIO
En cuanto la idea del Diluvio se sosegó,
Una liebre se detuvo en los pipirigallos y las campanillas móviles, y dijo su plegaria al arco iris, a través de la tela de araña.
Oh! las piedras preciosas que se ocultaban, —las flores que miraban ya.
En la ancha calle sucia, las carnicerías se levantaron, y fueron haladas las barcas hacia el mar en alto, como en los grabados.
La sangre corrió, en casa de Barba Azul, —en los mataderos, en los circos, donde el sello de Dios hizo palidecer las ventanas. La sangre y la leche corrieron.
Los castores edificaron. Los “mazagrans” humearon en los mostradores.
En la gran casa de vidrios, todavía chorreante, los niños de luto miraron las maravillosas imágenes.
Una puerta crujió, y, en la plaza de la aldea, el niño hizo girar sus brazos, comprendido por todas las veletas y gallos de campanario, bajo el deslumbrante aguacero.
Madame xxx estableció un piano en los Alpes. La misa y las primeras comuniones se celebraron en los cien mil altares de la catedral.
Las caravanas partieron. Y el Splendide-Hotel fue construido en el caos de hielos y noche del polo.
Desde entonces, la Luna oyó a los chacales gimoteando en los desiertos de tomillo, —y a las églogas en suecos gruñendo en el vergel. Después, en la arboleda violeta, llena de retoños, Eucaris me dijo que era la primavera.
Salta, estanque; —espuma, rueda sobre el puente y pasa por encima de los bosques; —paños negros y órganos, relámpagos y trueno, subid y rodad; —aguas y tristezas, ascended y reanimad los diluvios.
Pues desde que se disiparon, —oh! las piedras preciosas hundiéndose, y las flores abiertas! —es un tedio! y la Reina, la Maga que alumbra su brasa en la vasija de barro, no querrá jamás contarnos lo que ella sabe y nosotros ignoramos.
ESCENAS
La antigua Comedia prosigue sus acordes y divide sus idilios:
Bulevares con tablados.
Un largo pilar de madera de un extremo al otro de un campo rocoso donde la multitud bárbara evoluciona bajo los árboles despojados.
En los corredores de gasa negra, siguiendo a los paseantes de linternas y hojas,
Pájaros comediantes se abaten sobre un puente de mampostería mudado por el archipiélago cubierto con las embarcaciones de los espectadores.
Escenas líricas, acompañadas de flauta y de tambor, se inclinan en los aposentos distribuidos en los cielorrasos alrededor de los salones de clubs modernos o de las salas del antiguo Oriente.
La comedia mágica maniobra en la cumbre de un anfiteatro coronado de bosquecillos, —donde se agita y modula para los Beocios, a la sombra de movientes oquedales, sobre la divisoria de las culturas.
La ópera cómica se divide en nuestra escena en la arista de intersección de diez tabiques levantados de la galería de los fuegos.
BÁRBARO
Mucho después de los días y las estaciones, y los seres y los países,
El pabellón en carne sangrante sobre la seda de los mares y las flores árticas; (ellas no existen).
Repuesto de las viejas fanfarrias de heroísmo, —que nos atacan todavía el corazón y la cabeza, —lejos de los antiguos asesinos,
—Oh! el pabellón en carne sangrante sobre la seda de los mares y las flores árticas; (ellas no existen) —
Dulzuras!
Las brasas, lloviendo a ráfagas de hielo. —I)ulzuras! —Esos fuegos en la lluvia de viento de diamantes lanzada por el corazón terrestre eternamente carbonizado por nosotros. —Oh mundo!
(Lejos de los viejos refugios y las viejas llamas que uno oye, que uno siente).
Las brasas y las espumas. La música, giro de los abismos y choques de témpanos en los astros.
Oh dulzuras, oh mundo, oh música! Y allí, las formas, los sudores, las cabelleras y los ojos, flotando. Y las lágrimas blancas, hirvientes, —oh dulzuras! —y la voz femenina arribada al fondo de los volcanes y de las grutas árticas… —El pabellón…
GENIO
Él es el cariño y el presente pues ha hecho la casa abierta al invierno espumoso y al rumor del estío —él que ha purificado las bebidas y los alimentos —él que es el encanto de los sitios fugaces y la delicia sobrehumana de las estaciones. —Él es el cariño y el porvenir, la fuerza y el amor que nosotros, de pie en las rabias y los hastíos, vemos pasar por el cielo tempestuoso y las banderas de éxtasis.
Él es el amor, medida perfecta y reinventada, razón maravillosa e imprevista, y la eternidad: máquina amada de cualidades fatales. Todos hemos tenido el espanto de su privilegio y el nuestro: oh goce de nuestra salud, ímpetu de nuestras facultades, cariño egoísta y pasión por él —que nos ama para su vida infinita…
Y lo volvemos a llamar y él viaja… Y si la Adoración se va, suena, su promesa suena: “Atrás esas supersticiones, esos antiguos cuerpos, esos ahorros y esas edades. Esta es la época que ha zozobrado!”
Él no se irá, él no redescenderá de un cielo, él no consumará la redención de las cóleras de las mujeres y las alegrías de los hombres y de todo ese Pecado: porque ya eso es hecho, siendo él, y siendo amado.
Oh sus hálitos, sus testas, sus carreras: la terrible celeridad de la perfección de las formas y de la acción!
Oh fecundidad del espíritu e inmensidad del universo!
Su cuerpo! el desasimiento soñado, el destrozo de la gracia cruzada de violencia nueva!
Su vista, su vista! todas las humillaciones antiguas y las penas realzadas en su séquito.
Su día! la abolición de todos los sufrimientos sonoros y móviles en la música más intensa.
Su paso! la migración más enorme que las antiguas invasiones.
Oh Él y nosotros! el orgullo más benévolo que las caridades perdidas.
Oh mundo! y el canto claro de las desdichas nuevas!
Nos ha conocido a todos y a todos nos ha amado: sepamos, esta noche de invierno, del cabo al cabo, del polo tumultuoso al castillo, de la muchedumbre a la playa, de la mirada a la mirada, fuerzas y sentimientos cansados, llamarlo y verlo, y despedirlo, y, ante las mareas y en lo alto de los desiertos de nieve, seguir sus designios, —sus hálitos, —su cuerpo, —su día.