José Martí, el Apóstol. “Martí es la Idea,—es la Palabra,—es el Porvenir,—es la Patria.[1] // Ofender a Martí, es ofender a la Idea; ofenderle es ofender a la Palabra elocuente que nos guía, a la Palabra generosa que nos une; ofender a ese apóstol, es ofender al Porvenir y matar a la Patria”. (Rafael Serra: “Martí es la Democracia”, discurso pronunciado en el club La Liga, Nueva York, 21 de enero de 1892, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1982, no. 5, p. 274).
“En la vocación de entrega, que supone su voluntad de padecer, no solo por el ideal de la patria, sino por los hombres concretos que lo rodean, y por la sustancia misma de lo humano eterno, se fundan su interés, su simpatía, su ternura, su volcarse sin tasa en el amor del prójimo; todo eso que le da una indiscutible vibración apostólica a su vida y a su obra. No le basta a Martí, para ser, saberse y vivirse, ni siquiera proyectarse en una dimensión universal; le hace falta, esencialmente, abrirse, desprenderse, darse. Su ser no es consistencia sino dación. Por eso su vida adquiere pleno sentido en los últimos años, cuando se vuelve puro, voluntario y amoroso sacrificio; cuando, desposeído ya de la vida privada y oculto aún para la gloria histórica, no se reserva nada, no disfruta de nada suyo, no se pertenece a sí mismo, habiendo alcanzado, sin embargo, un máximo de individuación humana; cuando vive a la vez en la sobreabundancia y en el despojamiento”. [Cintio Vitier: “Séptima lección: El arribo a la plenitud del espíritu. La integración poética de Martí. Lo español, lo americano y lo cubano en su obra. Segunda caracterización. Las nuevas dimensiones que aporta”, Lo cubano en la poesía (1958), en Lo cubano en la poesía. Edición definitiva; prólogo de Abel Prieto, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1998, pp. 169-170].
“[…] también acerca de esta palabra [Apóstol], de reminiscencias eclesiásticas, se ha tergiversado el sentido, porque ha pasado a ser sinónimo de un magisterio redentorista, cuando lo que significa, y así debemos conservarla, es la consagración de toda una vida a un solo fin, con un solo plan y una sola táctica: libertar a Cuba (y a Puerto Rico), organizar la ‘guerra justa’,[2] y reunir voluntades, comprar armas y asegurar la eficacia del ataque. Si admitimos que Martí ha sido un Apóstol, ha sido el apóstol de la Revolución. Y si con el mismo criterio decimos que fue un santo, un héroe y un mártir, debemos agregar que lo fue porque ‘la desigualdad tremenda con que estaba constituida la sociedad cubana, necesitó de una convulsión para poner en condiciones de vida común los elementos deformes y contradictorios que la componían. Tanta era la desigualdad, que el primer sacudimiento no bastó para echar a tierra el edificio abominable, y levantar la casa nueva con las ruinas’”.[3] [Ezequiel Martínez Estrada: “Martí revolucionario”, Lunes de Revolución, número especial (Todo Martí), La Habana, 30 de enero de 1961, no. 93, p. 5].
“En artículos aislados, en ponencias inconsultas, empezó a propagarse la tesis de que llamar a Martí ‘Apóstol’ era iniciativa del mencionado biógrafo, y no expresión consagrada por el pueblo de Cuba que hizo primero la guerra, e hizo después la revolución, era utilizar un término de exclusivo uso ‘religioso’, como si no se pudiera ser apóstol, esto es, propagandista del ateísmo, por ejemplo —el propio autor del libro[4] carecía de fe religiosa—, o apóstol —como por cierto lo llama Roig en su libro sobre el tema del antimperialismo—[5] como si el nombre, repetido con fervor por varias generaciones de maestros y de escolares cubanos, no hubiese procedido de la emigración obrera de la Florida, y como si el propio Martí no hubiese dicho de sí mismo, con evidente respeto hacia ese término: ‘No vivimos en paseos y en orgías, sino regando la sangre por la tierra, y con la transparencia y la humildad de los apóstoles’.[6]
Lo que el pueblo captó, con su afinada intuición, fue que si en Martí había estatura de héroe mayor —condición que compartía con otros altos jefes como Gómez, Maceo, o Céspedes—había en él otra dimensión que le era propia, todo un apostolado ideológico laico que apuntaba más allá del objetivo inmediato de la guerra que estaba organizando. Ello fue confirmado por el hecho de que fuera ese el nombre que escogiera Fidel para nombrarlo, en su histórica defensa [La Historia me absolverá], subrayando justamente este aspecto de continuidad de su pensamiento revolucionario: ‘Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta!’”[7] (Fina García Marruz: “Razón de ser de este trabajo”, El amor como energía revolucionaria, Albur, órgano de los estudiantes del ISA, año IV, La Habana, núm. especial, mayo de 1992, p. 60).
Otros textos relacionados:
- Fina García Marruz: “[Apóstol]”(“Los días fundadores”), El amor como energía revolucionaria, ob. cit., pp. 213-217.
- Américo Lugo: “José Martí”(epíg. “El Apóstol”), Flor y lava (antología), prólogo de Américo Lugo, París, Sociedad de Ediciones Literarias y Artísticas, Librería Paul Ollendorf, [1910], pp. V-XLVIII (XLVI-XLVIII).
- Gonzalo de Quesada y Miranda: “Sobre el significado de ‘Apóstol’ dado a Martí”, Ahora, La Habana, 22 de diciembre de 1934.
- Francis de Miomandre: “Apostolado y genio de Martí” (discurso), Memoria del Congreso de Escritores Martianos, La Habana, Publicaciones de la Comisión Nacional Organizadora de los Actos y Ediciones del Centenario y del Monumento de Martí, 1953, pp. 823-828.
- José Martí, hombre apostólico y escritor. Sus mejores páginas, estudio, notas y selección de textos por Raimundo Lazo, México, Editorial Porrúa, S.A., 1970.
- Thelma Fiallo de Centrón: “Martí Apóstol”, Pensamiento Crítico, Puerto Rico, octubre-noviembre de 1980.
- Luis Toledo Sande: “Apóstol: fortuna y vicisitudes de una palabra”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1982, no. 5, pp. 416-421 (José Martí, con el remo de proa, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editorial de Ciencias Sociales, 1990).
- Israel Castellanos Jiménez: “¿Apóstol o Héroe Nacional?”, Juventud Rebelde, La Habana, 25 de enero de 1989.
- Juan Mier Febles: “¿Por qué no Apóstol?”, Juventud Rebelde, La Habana, 5 de febrero de 1989.
- Luis Toledo Sande: “Algo más sobre José Martí: Héroe y Apóstol”, Juventud Rebelde, La Habana, 9 de febrero de 1989.
- Ángel Tomás González: “El Apóstol de Cuba”, Cambio 16, Madrid, España, 29 de mayo de 1995.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] Véase el artículo “La Patria es Martí” de Enrique Loynaz del Castillo, publicado en Patria, Nueva York, el 4 de febrero de 1895, no. 147, p. 2.
[2] JM: “Circular a los hacendados”, [Cerca de Guantánamo] 26 de abril de 1895, Patria, Nueva York, 23 de mayo de 1895, no. 163, p. 1 (EJM, t. V, p. 175); y “Carta a la Secretaría de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña”, Guantánamo, 27 de abril de 1895, en Hugo Crombet Bravo: La expedición del honor, 2da. ed., Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 2003, p. 290.
[3] JM: “Discurso en conmemoración del 10 de Octubre de 1868”, Hardman Hall, Nueva York, 10 de octubre de 1889, OC, t. 4, p. 236.
[4] Jorge Mañach: Martí, el Apóstol, Madrid, Espasa-Calpe, S.A., 1933. [En 1990, la Editorial de Ciencias Sociales publicó la cuarta edición de esta obra, con prólogo de Luis Toledo Sande, que ha sido reeditado en 2001 y 2015. Estas dos últimas ediciones cuentan con el prefacio “Algo sobre Jorge Mañach” (1950) de G. Mistral (N. del E.)].
[5] Emilio Roig de Leuchsenring: Martí, antimperialista, 2da ed., notablemente aumentada, La Habana, 1961.
[6] JM: “Carta al Presidente del club Cayo Hueso”, Central Valley, 9 de marzo de 1893, EJM, t. III, p. 278.
[7] Fidel Castro Ruz: La Historia me absolverá, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2001, p. 97.