LOS ESTUDIANTES MÁRTIRES
La Habana, primero, y después toda la Isla de Cuba, se conmocionó con el asesinato de los ocho estudiantes de medicina (todos menores de edad)[1] en la tarde del 27 de noviembre de 1871. Treinta y cinco compañeros fueron condenados a penas de cárcel. Se preparó una farsa judicial, en la que los batallones de voluntarios españoles aterrorizaron con la amenaza de una sublevación, si no se cumplía de inmediato con la orden de legalizar el crimen.
Algunos diplomáticos informaron lo que había ocurrido.[2] Algunas naciones se solidarizaron con las víctimas y sus familias. La prensa internacional multiplicó los efectos del escándalo.[3]
El gobierno de la monarquía española decidió promulgar un decreto de indulto para los estudiantes presos en mayo de 1872. Se trataba de un gesto para acallar las denuncias y para intentar el camino de una distensión pública en la Isla. La población cubana se había radicalizado más en contra de los españoles, aunque no profesara ideas separatistas.
Con el indulto, se les había sugerido a los jóvenes que abandonaran —de inmediato— la Isla. En junio, llegaron a Madrid algunos de los jóvenes liberados.
Fermín Valdés Domínguez (1853-1910) se reunió con su íntimo amigo José Martí, quien había publicado El presidio político en Cuba (agosto de 1871) para explicar las atrocidades que sufrían niños, adolescentes y ancianos en la institución penal cubana.
Martí escribió y publicó “El día 27 de noviembre de 1871”, que difundió como una página suelta en Madrid al cumplirse el primer aniversario del crimen. El texto aparecía firmado por Valdés Domínguez y Pedro de la Torre, otro de los indultados.
Él convenció a Valdés Domínguez de que debía relatar con la máxima amplitud. Ayudó a estructurar el folleto Los voluntarios de la Habana en el acontecimiento de los estudiantes de medicina, por uno de ellos condenado a seis años de presidio (1872). Aportó “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre”.
El presidio político… sirvió de modelo. Se estructuró un relato en orden cronológico. Fermín se incluyó como personaje, además de ser uno de los narradores. Se incorporaron documentos importantísimos, como la carta de denuncia del padre de Alonso Álvarez de la Campa,[4] el más joven de los fusilados. Campa padre explicaba que él era un español que ayudaba a sufragar los gastos del cuerpo de voluntarios. Se consideraba un integrista cabal, y —por lo mismo— no podía comprender las razones del asesinato de su hijo. Exigía que se esclarecieran los hechos, porque los verdugos habían actuado con total impunidad. Además, su hijo Alonso (cuya edad era dieciséis años) no había cometido delito, que —de acuerdo con las leyes— mereciera el fusilamiento.
En el poema “A mis hermanos…”, Martí se representaba como un sujeto lírico, acechado por los ocho mártires:
Cadáveres amados, los que un día
Ensueños fuísteis de la patria mía,
¡Arrojad, arrojad sobre mi frente
Polvo de vuestros huesos carcomidos!
¡Tocad mi corazón con vuestras manos!
¡Gemid a mis oídos!
Cada uno ha de ser de mis gemidos
Lágrimas de uno más de los tiranos!
¡Andad a mi redor; vagad, en tanto
Que mi ser vuestro espíritu recibe,
Y dadme de las tumbas el espanto,
Que es poco ya para llorar el llanto
Cuando en infame esclavitud se vive!
[…]
Campa! Bermúdez! Álvarez!…¡Son ellos,
Pálido el rostro, plácido el semblante;
Horadadas las mismas vestiduras
Por los feroces dientes de la hiena!
¡Ellos los que detienen mi justicia!
¡Ellos los que perdonan a la fiera!—
¡Déjame ¡oh gloria! que a mi vida arranque
Cuanto del mundo mísero recibe!
Deja que vaya al mundo generoso,
Donde la vida del perdón se vive!
Ellos son! Ellos son! Ellos me dicen
Que mi furor colérico suspenda,
Y me enseñan sus pechos traspasados,
Y sus heridas con amor bendicen,
Y sus cuerpos estrechan abrazados!
Y favor por los déspotas imploran!
Y siento ya sus besos en mi frente,
Y en mi rostro las lágrimas que lloran!
Aquí están, aquí están! En torno mío
Se mueven y se agitan…
—Perdón!
—Perdón!
—¿Perdón para el
impío?
—Perdón! Perdón! me gritan,
Y en un mundo de ser se precipitan!
¡Oh! gloria, infausta suerte:
Si eso inmenso es morir, dadme la muerte!
—Perdón! —así dijeron
Para los que en tierra abandonada
Sus restos esparcieron!—
[…]
Perdón! Perdón! esclavos de miseria!—
Mártires que murieron, bienandanza!—
[…]
Y un mundo tienen ya por sepultura!
Y más que un mundo, más! Cuando se muere
En brazos de la patria agradecida
La muerte acaba, la prisión se rompe;
Empieza, al fin, con el morir la vida![5]
Martí había demostrado en Abdala (1869) su pasión por la confluencia del teatro con la poesía. En el drama interactuaba un protagonista con tres personajes, quienes hablaban en versos. En “A mis hermanos…”, el hablante lírico protagónico (Martí) dialogaba con la coral de ocho (un personaje colectivo). Se aspiraba a conseguir una intensidad emocional ascendente con el juego de las voces. Esto se necesitaba para el realce de los objetivos patrióticos, puesto que las víctimas tenían la opción de alcanzar la plenitud de una sobrevida espiritual universalizada:
Mártires que murieron, bienandanza!—
[…]
Y un mundo tienen ya por sepultura!
[…]
Empieza, al fin, con el morir la vida!
En la década de 1880, Fermín Valdés Domínguez completó las pruebas para demostrar la inocencia jurídica de los ocho mártires estudiantiles,[6] a quienes se les erigió un mausoleo en el Cementerio de Colón.[7] Valdés Domínguez reescribió el folleto de 1873.[8] Martí —sin aludir a su participación— lo recomendaba a los cubanos emigrados (agosto de 1887):
El libro está escrito a sollozos, mas sin ira. No está repuesta aún del horror ¿ni cómo pudiera reponerse? la mano que lo describe. A cada paso, como quien lleva en los ojos lo que no ha de olvidar jamás, interrumpe la trágica narración para invocar con patéticos arranques, en el desorden del dolor verdadero, la perezosa justicia del mundo. Se lee el libro cerrando el puño, dudando de lo impreso, poniendo en pie el alma. Pero la caridad […] y la mesura […] ponen El 27 de noviembre de 1871, escrito en La Habana, entre aquellas obras escasas donde, por sobre la forma inquieta con la justa pasión, se descubre legítima grandeza.[9]
Tomado de Ana Cairo: “Asilo, espuela y renuevo”, en Raúl Roa: Bufa subversiva, prólogo de Fernando Martínez Heredia y estudio preliminar, notas y anexos de Ana Cairo, La Habana, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, Ediciones La Memoria, 2006, pp. XLVIII- L.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] Las edades de los estudiantes de Medicina al ser fusilados, eran las siguientes: Alonso Álvarez de la Campa y Gamba tenía 16 años y medio; a Carlos Verdugo y Martínez le faltaba mes y medio para cumplir 18 años; a Ángel Laborde y Perera le faltaba un mes para cumplir esa edad; Eladio González y Toledo tenía 20 años cumplidos, igual que José de Marcos y Medina, y Carlos de la Torre y Madrigal; Anacleto Bermúdez y Piñera tenía 20 años y medio; Juan Pascual Rodríguez y Pérez ya había cumplido 21 años. (Luis Felipe Le Roy y Gálvez: Partidas de bautismo y asientos de enterramientos de los ocho estudiantes de Medicina fusilados el 27 de noviembre de 1871, La Habana, 1957).
[2] Véanse los despachos de Henry C. Jall, vicecónsul general de Estados Unidos, del 28-11-1871 y del 02-12-1871; y A. J. de la Forest, cónsul general de Francia, del 28-11-1871 y del 03-12-1871, destacados en La Habana, en relación con el fusilamiento de los estudiantes de Medicina, en José A. Baujin y Mercy Ruiz (coord.): “Con un himno en la garganta”. El 27 de noviembre de 1871: investigación histórica, tradición universitaria e Inocencia, de Alejandro Gil, La Habana, Editorial UH y Ediciones ICAIC, 2019, pp. 134-135 y 135, 172-173 y 173-176, respectivamente.
[3] Véase, por ejemplo, Crimen de lesa humanidad. Historia de los asesinatos oficiales cometidos por los Voluntarios de La Habana en las personas de los Estudiantes de la facultad de Medicina de aquella capital, y opinión de la prensa de la República mexicana sobre este triste acontecimiento, Veracruz, México, 1871. (Biblioteca Nacional, Colección Facticia Vidal Morales, t. 72).
[4] Alonso Álvarez de la Campa (padre): “Carta al rey Amadeo de Saboya”, La Habana, 15 de marzo de 1872, “Con un himno en la garganta” …, ob. cit., pp. 73-76.
[5] JM: “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre”, [Madrid, 1872], OCEC, t. 15, pp. 57-64.
[6] Véase el estudio de Luis F. Le Roy y Gálvez: “La inocencia de los estudiantes fusilados en 1871”, “Con un himno en la garganta” …, ob. cit., pp. 165-172.
[7] El Mausoleo de los Estudiantes es una obra de marcado estilo neoclásico, hecho con mármol de Carrara y concebido por el escultor cubano José Vilalta de Saavedra. Fue erigido por colecta popular a un costo de 30 000 pesos y quedó concluido en marzo de 1890. Fue bendecido el 27 de noviembre de ese año. Nunca se inauguró de manera “oficial”, pues el gobierno español de la Isla veía con recelo la pasional reacción popular que el hecho comenzaba a cobrar.
[8] Fermín Valdés-Domínguez escribió dos libros fundamentales sobre los sucesos del 27 de…
[9] JM: “El 27 de noviembre de 1871. Fermín V. Domínguez”, El Economista Americano, Nueva York, agosto de 1887, OCEC, t. 26, pp. 144-145.