DEL DOCUMENTO DEL EJECUTIVO NO. 35, TRASMITIDO A

LA CÁMARA DE REPRESENTANTES DE LOS ESTADOS

UNIDOS DE AMÉRICA, CON MENSAJE DEL PRESIDENTE,

EN 20 DE DICIEMBRE DE 1871

Consulado General de los Estados Unidos
Habana, noviembre 28 de 1871.[1]

Señor:

Desde el domingo 26 del corriente, ha ocurrido aquí otra conmoción análoga a la que en junio de 1869 destituyó al general Dulce, pero que será para siempre memorable en los anales de Cuba.

     El origen del suceso fue la supuesta desecración de la tumba de Castañón, a quien una parte de la población peninsular de aquí denomina el mártir de Cayo Hueso. Castañón fue muerto por unos cubanos en Key West en enero de 1869. Los periódicos de esta localidad no dan detalles, ni explican en qué consistió la desecración; pero hay muchas versiones populares. Daré en sustancia la que sigue, que me llega por fuente digna de crédito, y que me parece tan plausible como todas las demás.

     Los restos de Castañón están depositados en uno de los nichos del Cementerio de esta ciudad: este nicho está cubierto por un vidrio, debajo del cual está la lápida de mármol que cierra su entrada, y sobre la cual se colocó, el día del entierro, una corona de siemprevivas.

     En un edificio que está dentro del terreno del cementerio se hacen autopsias, para objetos judiciales, y de otras clases. Los estudiantes de Medicina de la Universidad frecuentemente concurren a esos actos, y como son muy frecuentes, los dichos estudiantes tienen libre acceso a aquel lugar todo el tiempo.

     Parece que el jueves último, el 23 del corriente, un número de estudiantes, por travesura, u otras causas, rompieron el vidrio del nicho de Castañón, quitaron de su lugar y destruyeron la corona de siemprevivas, y la remplazaron con otra hecha con materiales escogidos por ellos. El capellán del Cementerio, al saber lo que pasaba, se apareció entre los estudiantes y les reprendió su conducta. Se dice que lo insultaron gravemente, que uno de los muchachos le tiró una pedrada y que los demás lo amenazaron con su venganza si divulgaba el hecho. El capellán envió un recado a la guardia de voluntarios que estaba más cerca, y los jóvenes fueron arrestados y conducidos a la Cárcel. Sin embargo, el capellán, al dar su declaración ante el consejo de guerra, manifestó que en su creencia todo había sido una cosa de muchachos, que no merecía ejemplar castigo.

     Como era de esperarse, la noticia se trasmitió a los diferentes cuerpos de voluntarios, con cuanta exageración es concebible, causándose entre ellos, así como también entre ciertas clases de la población peninsular, la excitación más violenta. Castañón fue capitán de uno de esos regimientos de voluntarios.

     Una revista general de estos había sido dispuesta para el domingo 26 del corriente; y se dice que el general Valmaseda, informado del asunto del Cementerio, había dado por telégrafo órdenes perentorias para posponerla, lo cual, según me dicen, había sido hecho en ocasión anterior, por razón del arresto de varias personas de mucho viso, de que di cuenta en mi despacho no. 575 de 2 del corriente. El general Crespo, el segundo en mando en esta Isla, y que en la ausencia del general Valmaseda, está encargado de la Capitanía General, tomó sobre sí desobedecer las órdenes de su superior, y la revista tuvo efecto con los resultados que eran de creerse. El general Valmaseda, que conoce bien la clase de gente con quien tiene que habérselas, intentó indudablemente que no se diese a los voluntarios la oportunidad que la revista les proporcionaba para apoderarse de los presos, o hacer alguna demostración contra su autoridad.

     Durante la revista, al pasar el general Crespo por frente a las filas, se vio frecuentemente interrumpido por gritos de los voluntarios pidiendo que se les entregasen los presos por el asunto del Cementerio. Es de suponer que lo que replicó a esta exigencia fue en el sentido de que los presos se pondrían a disposición de los tribunales, que los juzgarían conforme a las leyes; las que en casos de esta naturaleza disponen que se imponga una multa, o prisión, o las dos cosas. Esta respuesta no fue satisfactoria para los voluntarios, y tan pronto como concluyó la revista, se presentaron en grande número en frente de la Cárcel, la rodearon y exigieron la entrega de los presos. La guardia de la Cárcel, compuesta de voluntarios del tercer regimiento, resistió persistente y eficazmente acceder a estas exigencias. Al mismo tiempo, otra multitud de voluntarios se aglomeraba en la plaza pública que está frente a Palacio, haciendo la misma petición y acompañándola con amenazas y demostraciones violentas. Poco después el Gobierno, que, a juzgar por las apariencias, era absolutamente impotente, y estaba intimidado por los voluntarios, se vio obligado a ceder, ordenando que se formase consejo de guerra verbal para juzgar a los presos. Se consideró necesario, para impedir mayores conflictos, que alguno, a lo menos, de entre aquellos jóvenes fuese sacrificado. El consejo de guerra, que se compuso de igual número de oficiales del ejército regular, y de los cuerpos de voluntarios, empezó sus sesiones a las dos de la mañana de ayer, y al mediodía se anunció la sentencia. Ocho habían de ser fusilados, y los demás, en número de unos treinta, fueron mandados a presidio por tiempos distintos. Uno solo fue puesto en libertad incondicionalmente. Las ejecuciones tuvieron lugar a las cinco de la tarde, hasta cuya hora los voluntarios continuaron en su demostración, delante de la Cárcel y del Palacio.

     Durante la conmoción prevaleció muy grande alarma entre los cubanos. Había el temor muy bien fundado de que se intentaba una matanza general de cubanos, y a esto es posible que se deba, entre otros motivos, la especie de transacción hecha con los voluntarios, y el sacrificio de aquellos jóvenes.

     Esos son los informes que he recibido de varias fuentes, entre ellas del cónsul general de Francia, a quien se las comunicó una persona enteramente fidedigna. Inmediatamente que las tuve envié al Departamento el siguiente telegrama en cifra: “Noviembre 27. Demostraciones de los voluntarios contra la autoridad del Gobierno. Gobierno impotente. Serios temores de una matanza a cualquier momento. Barco de guerra útil. Hall”.

     Quedo de Vd., señor, muy respetuoso servidor,

Henry C. Jall
Vice cónsul general
Al Hon. J. C: B. Davis
Subsecretario de Estado, Washington

Tomado de José A. Baujin y Mercy Ruiz (coord.): “Con un himno en la garganta”. El 27 de noviembre de 1871: investigación histórica, tradición universitaria e Inocencia, de Alejandro Gil, La Habana, Editorial UH y Ediciones ICAIC, 2019, pp. 134-135.

Otros textos relacionados con el 27 de noviembre de 1871.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] Véase el siguiente despacho fechado en La Habana, el 2 de diciembre de 1871.