Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873)
Poetisa, dramaturga, novelista y escritora cubana.[1] María Gertrudis de los Dolores Gómez de Avellaneda (Tula para familiares y amigos) nació en Puerto Príncipe, Camagüey, el 23 de marzo de 1814. Compuso sus primeros poemas antes de cumplir nueve años.
En 1836 se trasladó a España, donde conoció a Ignacio de Cepeda, con quien sostuvo una frustrada relación que dio origen a un valioso epistolario literario. Publicó poemas con el seudónimo de La Peregrina, y en 1840 estrenó su drama Leoncia. Fue recibida por los liceos de Sevilla, Málaga y Granada. Se estableció en Madrid, donde aparecieron en 1841 la primera edición de sus Poesías[2] y su novela Sab, de orientación antiesclavista. A partir de este momento, su carrera literaria fue cada vez más brillante.
En 1844 publicó dos novelas y estrenó, con gran éxito, dos obras dramáticas. Tuvo amores con el poeta Gabriel García Tassara, pero esta unión fracasó al morir la hija de ambos a los pocos días de nacida, en 1845. En este año fue coronada con laurel de oro por el Liceo de Madrid. En 1846 contrajo matrimonio con el diputado Pedro Sabater, jefe político en Madrid, quien murió poco después. Luego de un retiro conventual, la escritora regresó a Madrid, publicó en Valparaíso su obra Guatimozín (1847), primer intento importante de novela indianista, y reanudó su epistolario con Cepeda.
En 1852 estrenó cinco obras. Al producirse la llamada Revolución de Julio en 1854, apoyó al partido vencedor. Poco después, contrajo matrimonio con uno de sus miembros, el coronel Domingo Verdugo. En 1858 estrenó su drama Baltazar,[3] obra maestra del teatro romántico en lengua española, que alcanzó sesenta representaciones consecutivas.[4] En este mismo año su esposo fue herido en un atentado. En 1853 intenta ingresar en la Academia Española, pero su solicitud le es denegada por ser mujer.
En 1859, la poetisa regresó a Cuba en compañía del coronel Verdugo, quien acompañaba al nuevo capitán general de la Isla, Francisco Serrano. En 1860 fue coronada en el Teatro Tacón, de la capital, por la poetisa Luisa Pérez de Zambrana. Dirigió la revista habanera Álbum Cubano de lo Bueno y de lo Bello,[5] y en unión de su esposo realizó un recorrido triunfal por varias ciudades del país. En 1865 falleció el coronel Verdugo, en Pinar del Río. La escritora, que sufrió una crisis religiosa, realizó un viaje por los Estados Unidos, Inglaterra y Francia, en compañía de su hermano Manuel. Regresó a Madrid en octubre de 1864, y en 1865 se trasladó a Sevilla, donde residió por cuatro años. Desde 1869 hasta 1871 dirigió la publicación de sus Obras literarias, en cinco volúmenes.[6]
Prematuramente envejecida y enferma de diabetes, en medio de dolorosas crisis de soledad y abatimiento, fallece en Madrid, el 1º de febrero de 1873. Por voluntad testamentaria sus restos mortales reposan en el panteón familiar junto a los de su último esposo, Domingo Verdugo, en el cementerio de San Fernando, en Sevilla, lugar de nacimiento de su padre y a donde llegó por primera vez cuando tenía 24 años. Su autobiografía y sus cartas fueron publicadas en 1907.
Aunque la obra de Gertrudis Gómez de Avellaneda fue reconocida y elogiada con entusiasmo por las más altas figuras de la crítica española y cubana del siglo XIX, “a la larga” —según Gastón Baquero en un ensayo publicado en 1973— “sigue siendo más reconocida por la arrogancia de su porte que por la calidad de su obra. ¿Quién ha escrito con más diafanidad el idioma que la autora de El cacique de Turmequé?; ¿quién ha igualado como ella la fantasía de Walter Scott, de Dumas, de Byron, en las novelas o en el teatro? Y en los poemas de gran acierto literario, cuando ella acierta en lo lírico, ¿quién poseyó tal dominio de los ritmos, de la métrica, del colorido sonoro de las palabras. Todo eso, para la posteridad ha sido humo, prácticamente nada. // […] Puede ser que a un siglo de distancia demos en la hermosa aventura de descubrir el genio que tuvimos entre nosotros bajo el nombre de Gertrudis Gómez de Avellaneda”.[7] Véase el estudio Caridad Atencio: “La Avellaneda entre Heredia y Martí: el poder como dolor torcido mediante disciplina”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2014, no. 37, pp. 54-59.
[Tomado de OCEC, t. 3, pp. 247-248. (Nota modificada por el E. del sitio web)].[8]

Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] “La Avellaneda es una de las figuras míticas de la cultura cubana, tanto una escritora como un personaje literario, con su apariencia de protagonista de novela, de la que hablamos y conocemos algo, cuya personalidad nos atrae e interesa, al igual que ciertas partes de su obra, la que tal vez leemos poco, pero de la que hemos oído hablar. Esa especie de ‘rumor’ que la circunda, que suele engendrarla y tergiversarla a veces, crea una imagen. Esa imagen, cualquiera que sea, parece precederla, estar al comienzo de la lectura de sus páginas”. (Antón Arrufat: “Páginas tras la Avellaneda”, Opus Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad, 2002, p. 6).
[2] “La poesía lírica de Gertrudis Gómez de Avellaneda hay que analizarla como parte integrante de la labor de una escritora de enorme talento, que quizás no encontró en esta vía su vehículo más idóneo de expresión. Fuera de toda duda queda su virtuosismo métrico, llevado a combinaciones y matices que anticipan muchos caminos más tarde recorridos por los modernistas. Sin embargo, cierto eclecticismo voluntario entre lo neoclásico y lo romántico le hace reprimir los sinceros acentos que encontramos en su epistolario amoroso, aspecto que llevó a José Martí a afirmar que ‘la Avellaneda no sintió el dolor humano: era más alta y más potente que él’”. [OCEC, t. 3, p. 97. (Poesía cubana de la colonia, selección, prólogo y notas de Salvador Arias, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2002, p. 94)].
“Como poetisa lírica, las cualidades dominantes en la Avellaneda son la sinceridad y la elocuencia. Esta última suele deslizarla, movida también por cierto virtuosismo métrico que la fascinaba, hacia el énfasis vacío y la pompa hueca, cegando entonces la primera de las virtudes apuntadas. Pero cuando la poetisa se apodera de un asunto real, de una experiencia profunda de su alma, es difícil que el tema escape sin dejar entre sus manos algún rendimiento perdurable. […] Cuesta a veces trabajo, en la muralla compacta de su verso, hallar la brecha por donde se exhale el suspiro que esperamos de una poetisa romántica. Pero si el suspiro no llega, en su lugar sentimos la vasta respiración de una noble alma poética que evolucionó, apasionadamente, del amor mundano al amor divino, con más dominante señorío que líricos matices”. Cintio Vitier: “Recuento de la poesía lírica en Cuba. De Heredia a nuestros días”, Obras 3, Crítica 1, prólogo de Enrique Saínz, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2000, p. 7).
[3] David Leyva González: “Tres audaces obras del teatro cubano”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2014, no. 37, pp. 60-65. [Baltasar, El Conde Alarcos y Abdala].
[4] En un apunte de José Martí sobre intelectuales y artistas hispanoamericanos sobresalientes afirmó: “¿Quién dio vida a la tragedia y campea sin rival en el teatro español? La Avellaneda”. (OC, t. 22, p. 172).
[5] “Revista quincenal de moral, literatura, bellas artes, modas, dedicada al bello sexo y dirigida por doña Gertrudis Gómez de Avellaneda. Vio la luz el 15 de febrero de 1860 y tuvo una existencia efímera pues en agosto de ese mismo año, tras el número 12, dejó de publicarse. En aquella época fue el único periódico dirigido por una mujer en la Isla, y publicó más escritoras que cualquier otro. Para su propia revista, la Avellaneda escribió ‘Galería de mujeres célebres’ — una serie de 10 artículos breves— , así como otra serie de tres trabajos intitulada ‘La mujer’, dedicada a demostrar la superioridad y talento de sus congéneres. También incluyó ocho poemas y tres leyendas de su autoría: ‘La montaña maldita’, ‘La dama de Amboto’ y ‘La flor del ángel’.
Durante su estancia en Cuba (1859-1864), Gómez de Avellaneda escribió otras obras que no aparecieron en su revista, entre ellas una novela: El artista barquero o los cuatro cinco de julio, impresa en 1861 en La Habana, y la leyenda ‘El cacique de Turmequé’, recogida por primera vez en sus Obras literarias”. (“Páginas tras la Avellaneda”, ob. cit., p. 12).
[6] “De ellas excluyó Guatimotzín, último emperador de Méjico (1846), así como sus dos novelas más tempranas: Sab (1841) y Dos mujeres (1842-1843), que en su momento habían sido prohibidas en Cuba por orden del Censor Real, y embargadas por la aduana en Santiago de Cuba.
Resulta sumamente interesante cómo la crítica contemporánea ha retomado la obra de la Avellaneda, a quien se le califica —incluso— como una precursora del feminismo moderno tanto por su actitud vital como por la fuerza que imprime a sus personajes femeninos literarios.
Considerada la primera novela antiesclavista en las letras españolas, Sab ha sido publicada en varias ocasiones en los últimos años, la más reciente en 2001 por la Universidad de Manchester. Para la ensayista norteamericana Evelyn Picón Garfield, esa novela se diferencia de modo fundamental del resto de las narrativas coetáneas sobre el tema escritas por hombres. En ese sentido, apunta que en Cuba, ‘entre las narrativas antiesclavistas, solo en Sab se desdobla la temática de la esclavitud en una tiranía que atañe tanto a la raza negra como al sexo femenino’.
Y al analizar Dos mujeres, Picón Garfield afirma que en esta obra ‘urde un importante contradiscurso sobre la sexualidad femenina mediante la ética/estética del autodominio que se parece más a la del hombre libre de la antigüedad griega que a la de la mujer cristiana hispánica del siglo decimonónico’”. (“Páginas tras la Avellaneda”, ob. cit., p. 13).
[7] Gastón Baquero: “Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873), la mariposa del romanticismo” (Mundo Hispánico, febrero de 1973), Una señal menuda sobre el pecho del astro. Ensayos, selección y prólogo de Remigio Ricardo Pavón, Holguín, Ediciones La Luz, 2014, pp. 87-88.
[8] Bibliografía:
- JM: “Boletín. Tres libros. Poetisas americanas”, Revista Universal, México, 28 de agosto de 1875, OCEC, t. 3, pp. 95-99.
- Lorenzo Cruz de Fuentes: La Avellaneda (Autobiografía y Cartas), 2da edición, Madrid, Imprenta Helénica, 1914.
- Cintio Vitier: “Recuento de la poesía lírica en Cuba. De Heredia a nuestros días” (Revista Cubana, octubre-diciembre de 1956), Obras t. 3. Crítica 1, prólogo de Enrique Saínz, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2000, pp. 6-7.
- Cintio Vitier: “El caso de La Avellaneda”, Lo cubano en la poesía (1958), en Lo cubano en la poesía. Edición definitiva, prólogo de Abel E. Prieto, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1998, pp. 47-49.
- Gastón Baquero: “Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873), la mariposa del romanticismo” (Mundo Hispánico, febrero de 1973), Una señal menuda sobre el pecho del astro. Ensayos, selección y prólogo de Remigio Ricardo Pavón, Holguín, Ediciones La Luz, 2014, pp. 83-88.
- Nydia Sarabia, “Martí y la Avellaneda”, Bohemia, La Habana, 9 de julio de 1971, año 63, no. 28, pp. 100-102; Glosas martianas, La Habana, Editorial Pablo de la Torriente Brau, 2002, pp. 50-55.
- Evelyn Picón Garfield: Poder y sexualidad: El discurso de Gertrudis Gómez de Avellaneda, Ediciones Rodopi B.V., Amsterdam-Atlanta, 1993.
- Mary Cruz: Tula, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2001.
- Antón Arrufat: “Páginas tras la Avellaneda”, Opus Habana, La Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad, 2002, pp. 5-15.
- Gertrudis Gómez de Avellaneda: La noche de insomnio, antología poética, selección y prólogo de Antón Arrufat, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2003.
- María Grant: “Flores para la Avellaneda”, Opus Habana, La Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad, 2005, no. 1, pp. 38-42.
- Caridad Atencio: “La Avellaneda entre Heredia y Martí: el poder como dolor torcido mediante disciplina”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2014, no. 37, pp. 54-59.