VINDICACIÓN DE JOSÉ MARTÍ
A lo largo del medio siglo que hemos dedicado al estudio de la vida y obra de nuestro Apóstol, con absoluto desinterés y amor filial, fuimos observando con muchísima pena que hay cubanos, entre ellos escritores e historiadores, que, sin documentación alguna que lo confirme, le atribuyen a Martí la paternidad de María Mantilla Miyares (1880-1962), a quien llegó a querer como a hija propia. Mucho dudamos que pueda ser cierto, por lo cual, basándonos en nuestros estudios y razonamientos, exponemos lo siguiente.
En la década de 1870, estando la región oriental de Cuba en plena guerra por la independencia, Manuel Mantilla Sorzano (1842-1885), con su esposa Carmen Miyares Peoli (1846-1925), y su pequeño hijo Manuelito (1870-1896), partieron de Santiago de Cuba, su tierra natal, hacia Estados Unidos y se asentaron en Nueva York, donde él se dedicó al comercio del tabaco y ella instaló una casa de huéspedes. Poco después, antes del arribo de Martí a aquella ciudad, procrearon dos hijos más: Carmita (1873-1940) y Eduardo (1878- ?).
El 28 de septiembre de 1879, Martí, como consecuencia de sus actividades conspirativas por la independencia contra el colonialismo español, salió desterrado hacia la Península. Establecido en Madrid, el 18 de noviembre de ese año le dirigió una carta a su amigo Miguel Francisco Viondi Viera, en La Habana, en la que, refiriéndose al estado de ánimo en que se encontraba, lejos de su querido hogar, le dice:
No hay, Viondi, a la par de los altos deberes, placer más dulce ni dolor más grande que el que causa estar cerca o estar lejos de esas criaturas, en las que, por transfusión maravillosa, está el calor de todos los amores. En vano se busca el alma, quedada en ellos. Perderlos es menester para mejor amarlos. Ni mujer bella, ni niño hermoso, cuando estamos lejos de nuestra mujer y nuestro hijo.—[1]
Es difícil pensar que a solo tres meses de haber escrito esto, Martí le haya sido infiel a su esposa. En Madrid permaneció varias semanas, hasta diciembre, cuando se trasladó a Francia; pasó unos días en París (donde conoció al excelente escritor Víctor Hugo) y el 20 de ese mes zarpó en el vapor Francia hacia Estados Unidos. El 3 de enero de 1880 desembarcó en Nueva York y se dirigió a la residencia de su amigo y ex compañero de presidio Miguel Fernández Ledesma, radicado en la urbe neoyorquina con su esposa Ángela del Castillo Agramonte y su pequeña hija Isabel Carolina, Cocola. Su amigo le facilitó provisionalmente alojamiento, y días después, Ángela le recomendó la casa de huéspedes de Carmita Miyares de Mantilla, sita en 51 East, 25 Street, adonde se trasladó. Pronto el trato diario lo familiarizó con el matrimonio, y meses más tarde, el 6 de enero del siguiente año, apadrinó en el bautizo a su recién nacida hija María. Es necesario aclarar que, de acuerdo con los reglamentos tradicionales de la Iglesia católica, un padre no puede ser padrino de su propio hijo, lo cual se considera un sacrilegio. Sabiendo el amplio conocimiento que poseía Martí de las religiones y el extremo respeto que siempre mantuvo para todas las creencias, es muy difícil pensar que haya cometido esa felonía.
Tal era el amor que sentía Martí por su esposa entonces, que a solo cinco días de su arribo a Nueva York, sin trabajo y sin medio alguno de subsistencia, le dirigió una carta a su amigo Viondi en La Habana en la que le adjuntaba el “el billete de pasaje de la Habana a New York”, para poder calmar su “presente y honda angustia”,[2] por lo que se colige la gran necesidad que sentía de tenerla a su lado.
A fines del año 1958, sorpresivamente, el doctor Alfredo Vicente Martí Sáez, aseguró públicamente en La Habana, ser nieto de José Martí, según le había confesado su propia madre, María de la Concepción Sáez, y aunque no pudo presentar prueba documental alguna que lo confirmara, la noticia se propagó inmediatamente. Gonzalo de Quesada y Miranda, entonces al frente de la Fragua Martiana, la dio a conocer en el número de enero de 1959 del modesto mensuario Patria, de esa institución. Como Quesada y Miranda mantenía correspondencia con María Mantilla, le envío un ejemplar, y días después, el 12 de febrero, ella le respondió con una carta que se conserva en el Archivo de Gonzalo de Quesada y Aróstegui, y que por su interés reproducimos.
Los Ángeles, febrero 12, 1959
Sr. Gonzalo de Quesada,
Habana, Cuba.
Querido Gonzalo
Usted pensará que por qué le escribo hoy carta, a lo cual le diré lo siguiente. Ayer he recibido el número de Patria de enero, y puede usted suponer mi asombro al leer la declaración del Dr. Alfredo Vicente Martí —que presume llamarse “nieto de José Martí”— ¿Quién es este señor que ha dejado pasar tantos años sin darse a conocer? Yo, con toda la autorización que poseo le aseguro que nada de esto puede ser verdad. Yo, como usted sabe soy la hija de Martí, y mis cuatro hijos, María Teresa, César, Graciela y Ernesto Romero, son los únicos nietos de José Martí. Desde el año 1880, año en que yo nací. Martí vivió en mi casa, rodeándome de infinito amor y protección, hasta el día en el año 1895 que salió para Santo Domingo a juntarse con Máximo Gómez, y luego el famoso desembarco en Cuba. ¿Usted me preguntará por qué este relato mío? porque tengo que defender el nombre de mi padre, ante los cubanos que veneran el nombre de José Martí. Yo sé, Gonzalo, que usted conociendo también la historia de la vida de mi padre, dará todos los pasos necesarios para rectificar esta falsa declaración del Dr. Alfredo Vicente (Martí ?), y también quiero dar a conocer los nombres de los cuatro biznietos de Martí, Robert y Holly-Hope —hijos de Graciela— y Victoria María y Martí —los hijos de Eduardo.
Le aseguro que este asunto me ha causado mucho pesar, y realizando que no me quedan muchos años más de vida, quiero dar a conocer al mundo este secreto que guardo en el corazón con tanto orgullo y satisfacción.
Espero me perdone este desahogo del alma, que siento tan necesario en este momento.
Mis recuerdos a Elvira y para usted el afecto sincero de su amiga, María Mantilla de Romero
Todo parece indicar que años después de enviudar Carmita, se murmuraba, entre los más allegados suyos, que sostenía relaciones amorosas con Martí, lo cual seguramente motivó que una prima de ella, Victoria Smith Miyares, le dirigiera una carta notificándoselo y aconsejándola. Carmita se la mostró a Martí, quien indignado por semejante calumnia, le dirigió unas líneas a Victoria —de las que solo se conserva el borrador— del cual, por su importancia, presentamos algunos fragmentos aunque algo extensos.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] JM: “Carta a Miguel F. Viondi”, Madrid, 18 de noviembre [de 1879], OCEC, t. 6, p. 123.
[2] JM: “Carta a Miguel F. Viondi”, Nueva York, 8 de enero de 1880, OCEC, t. 6, p. 188.