La conferencia que vamos a desarrollar en la tarde de hoy, versa particularmente sobre la obra escrita de Fermín Valdés Domínguez, en la que ocupa el lugar cimero, su meritorio libro en reivindicación de los estudiantes de medicina fusilados[2] el 27 de noviembre de 1871 y de sus compañeros condenados a presidio.
Valdés Domínguez, condiscípulo de José Martí desde los días en que recibían enseñanza en los colegios de Rafael Sixto Casado y Rafael María Mendive, fue más tarde su más fiel amigo, y mereció del Apóstol el calificativo de hermano. Desde muy joven, teniendo solo diecisiete años sufrió pena de cárcel, involucrado en la misma causa judicial en que se condenó a Martí a presidio. No había pasado aún año y medio de su salida de la cárcel, cuando se vio envuelto en el infame proceso del 27 de noviembre de 1871, en el cual se le impuso una condena de seis años. Tras el indulto y su deportación a la Península, se reunió en Madrid, en 1872, con su hermano del alma José Martí, cuya condena había sido conmutada a deportación. Y en el primer aniversario del fusilamiento de sus ocho inocentes compañeros, circuló en la propia capital de España una hoja impresa que, aunque escrita por Martí, fue firmada por Fermín Valdés Domínguez y su compañero Pedro de la Torre. En ella se denunciaba el crimen cometido. y sin temor a las consecuencias se pegó como un pasquín en esquinas e iglesias. Este gesto, de incuestionable postura viril, fue anticipo de su conducta extremadamente valerosa, al publicar en el mismo corazón de España, en el Madrid de 1873, su libro sobre los voluntarios de la Habana en el acontecimiento de los estudiantes de medicina. En sus páginas, en forma descarnada e impresionante, exponía la monstruosidad del crimen cometido, y señalaba a los autores por sus nombres, a pesar de la encumbrada posición de Senador que ya ostentaba desde esa fecha en Madrid el infame ex-gobernador político de La Habana, don Dionisio López Roberts, el principal y máximo responsable de la tragedia del 27 de noviembre de 1871.
Años más tarde, ya en La Habana, cuando el hijo[3] de Castañón vino a esta capital a llevarse a su tierra los restos de su padre, Valdés Domínguez logró de aquel que le diera un testimonio escrito sobre la integridad en que había hallado el nicho que se dijo profanado, y que en 1871 fue causa de la horrible tragedia de aquel año infausto. Logrado este importantísimo testimonio de la inocencia de sus compañeros, no se detuvo ahí. Exhumó sus restos, por suscripción popular levantó fondos para erigir un mausoleo en el cementerio donde depositar esos restos y, finalmente, escribió su célebre libro, que fue el más definitivo alegato de la inocencia de sus compañeros frente a la calumnia propalada de la profanación del nicho de Castañón. Este libro, del que el general español Sabás Marín decía que era una proclama, fue publicado en 1887, en plena dominación española, tuvo una influencia tremenda en la opinión pública, y hay que destacar el valor de Valdés Domínguez para hacer todo eso, en vida de los mismos voluntarios que intervinieron en aquel horrible suceso, señalándolos por sus nombres, y no arredrándole lo que le pudiera ocurrir, como no le arredró hacerlo catorce años antes en la propia capital de España. Esta obra sirvió de total esclarecimiento en aquel episodio de nuestra historia, y tuvo en su época una influencia extraordinaria.[4]
Valdés Domínguez, hermano del alma de Martí, su compañero de infortunios, en cuya vida civil siempre fue tónica la prédica del Maestro y el genuino amor a la libertad, no fue patriota de gabinete, ni de los que mandaron quinina. Él supo en su momento incorporarse a la lucha armada y sufrir en la manigua los rigores de la guerra al lado de Máximo Gómez, de quien fue secretario de despacho en su cuartel general durante la contienda de 1895.
En la paz no gozó de prebendas, ni desempeñó oficios lucrativos. Ejerció modestamente su profesión de médico hasta su muerte, ocurrida cuando solo contaba cincuenta y siete años.
La figura de Valdés Domínguez es digna de respeto, admiración y encomio por todos los cubanos. Su obra reivindicadora de la memoria de sus compañeros —el único que tomó sobre sus hombros el hacerla— es uno de los gestos que más le enaltecen. Su incorporación a la guerra corona su labor patriótica. Señalar los errores de que adolece su libro y otros escritos suyos en materia histórica, me es singularmente penoso, y solo acometo esta empresa en plano de revisión objetiva de un texto tenido hasta hoy como incuestionable, no en modo alguno para sacar a relucir defectos, ni menoscabar la obra de este cubano ejemplar.
En la exposición que vamos a hacer a continuación nos veremos precisados a poner de manifiesto un gran número de inexactitudes, trasposiciones y descripciones fantasiosas, tanto en el célebre libro de Fermín Valdés Domínguez sobre el 27 de noviembre de 1871, como en otros escritos de ese noble patriota, cuyo espíritu sensible siempre estuvo atribulado, desde muy joven, por causas ajenas a su voluntad y por una u otra razón.
Las observaciones que habremos de señalar, harán ver hasta qué punto Valdés Domínguez no es un autor a quien se le pueda conceder mucho crédito de seriedad en materia histórica. Pero las consideraciones que vamos a desarrollar, no empañan de ninguna manera su obra meritoria como reivindicador de la memoria de sus compañeros. El hecho que su célebre libro no constituya una fuente histórica incuestionable, no le resta fuerza alguna a la finalidad perseguida, la cual se logra a cabalidad a pesar de todo lo que será señalado. Asimismo, la figura de Valdés Domínguez, como autor, no puede ser desdeñada por ningún cubano, no importa cuántos errores o inexactitudes se encuentren en su producción escrita, los que atribuimos a motivos subjetivos, entre los que ocupa, en primer lugar, su sensibilidad, fuertemente traumatizada en diversas épocas y por diferentes causas.
No habré de ser yo el único, ni soy tampoco el primero, que saca a la luz, con fines de ajuste y corrección históricas, las incongruencias en los diversos escritos de este autor. En un enjundioso artículo publicado recientemente por nuestro compañero César García del Pino en el número de mayo-agosto 1969 de la Revista de la Biblioteca Nacional, se resume concretamente el estado de dicha cuestión en estos dos párrafos:
Existe en la vida del Apóstol un periodo de un año —comprendido entre el grito de Yara y su prisión en octubre de 1869— que no ha sido debidamente esclarecido; esto se debe, en parte, a que la fuente principal en la que han bebido sus biógrafos es el trabajo de Fermín Valdés Domínguez, “Ofrenda de hermano”,[5] plagado de equivocaciones, debidas posiblemente a que, como dice Don Isidro Méndez: “El eminente patriota fió excesivamente en su memoria”.[6] Lizaso es más explícito al decir: “Fueron muchas las veces que Valdés Domínguez escribió de estos sucesos. No siempre lo que dijo se ajustaba a lo que ya había dicho antes; incurrió en numerosas contradicciones”.[7]
También Roig de Leuchsenring le señala errores de bulto al viejo patricio,[8] quien al escribir de aquellos hechos casi medio siglo más tarde, confundió lamentablemente las cosas, si no es que en ocasiones se dejó arrastrar por la imaginación, como cuando, al referirse a la condena de él y Martí, afirma: “El fallo fue de seis años de presidio para ambos”.[9] Afortunadamente se conserva la sentencia de aquel proceso; ya que de no haber sido así, dicha afirmación habría sido reproducida hasta el infinito.[10]
Notas:
[1] Conferencia pronunciada por su autor en la Fragua Martiana, en la tarde del 27 de noviembre de 1969.
[2] Los ocho estudiantes de primer año de Medicina fusilados en la explanada de La Punta, en La Habana, el 27 de noviembre de 1871 se nombraban: Alonso Álvarez de la Campa y Gamba (1855-1871), José de Marcos y Medina (1851-1871), Juan Pascual Rodríguez y Pérez (1850-1871), Anacleto Bermúdez y Piñera (1851-1871), Ángel Laborde y Perera (1853-1871), Eladio González y Toledo (1851-1871), Carlos Verdugo y Martínez (1854-1871) y Carlos de la Torre y Madrigal (1851-1871).
[3] Fernando Castañón.
[4] Véase la recopilación “La opinión de Cuba” (Patria, Nueva York, 2 de marzo de 1894, no. 101, pp. 3-4), que contiene las valoraciones de Manuel Sanguily, Enrique José Varona, Antonio Zambrana y otros acerca del libro El 27 de noviembre de 1871 y del digno proceder patriótico de su autor. (N. del E. del sitio web).
[5] Fermín Valdés Domínguez: “Ofrenda de hermano”, en José Martí: Obras completas, t. XII de la primitiva edición Quesada Aróstegui, La Habana, 1913, pp. 9-89, reproducida de El Triunfo, de la Habana, de 19 y 20 de mayo de 1908.
[6] Manuel Isidro Méndez: Martí, La Habana, 1941, p. 262.
[7] Félix Lizaso: “José Martí”, Recuento del Centenario, La Habana, 1953, p. 58.
[8] Emilio Roig de Leuchsenring: Martí en España, La Habana, 1938, p. 94.
[9] “Ofrenda de hermano”, ob. cit., p. 18.
[10] César García del Pino: “El Laborante: Carlos Sauvalle y José Martí”, Revista de la Biblioteca Nacional, La Habana, mayo-agosto 1969, p. 190.