El sábado próximo, 24 de febrero,[2] será un día memorable para los hijos de las Antillas que el amor de la libertad ha congregado en New York; porque será un día de recompensa y de justicia. Fermín Valdés Domínguez, el cubano valeroso que, cara a cara de las turbas[3] que asesinaron a sus compañeros, les quemó la frente con la marca de los asesinos, y levantó ante los contritos criminales el monumento de los Estudiantes,[4] como plegaria muda de la patria, como juez de piedra; el que cara a cara de España, y mal curada aún la llaga de los hierros de su prisión,[5] denunció al mundo, desde las mismas prensas españolas,[6] el tristísimo crimen, más grave y significativo porque con él se demostraba la naturaleza brutal e incorregible de la dominación española en América; el que ha logrado ya escribir su nombre en todo pecho cubano donde haya aún rincón para la honra, va a ser saludado en público el sábado por los cubanos,—por los puertorriqueños de New York,—por los hijos todos de nuestra América,[7] que ven con indignación justa cómo en el siglo de la independencia americana tiene aún sujeta a la hermana infeliz sobre la tierra, la lanza de Monteverde, ensangrentada y bárbara,—por los españoles en quienes arda el alma justa de Diego y de Mina, de Díaz Quintero y Salvoechea.
Cuantos amen el valor, cuantos comprendan la dificultad de mantener el alma pura en una sociedad maleada por la tiranía y la miseria, cuantos estimen el mérito singular de un hombre que ha sabido unir al valor necesario para la vindicación del crimen, la prudencia de no abusar de ella, cuantos hayan entendido con qué fuego late en el pecho a Valdés Domínguez el corazón cubano, con que pasión ama a los que padecen de injusticia o de desdicha, con que arrebato se entrega a su servicio, con que energía ama la virtud real, vista seda o rusia, y aborrece las complicidades y cobardías que son las verdaderas prisiones de los pueblos, acudirán, en masa, llenos de merecido respeto, a la solemne fiesta en que, rodeado de su pueblo, hablará, de la tribuna de su corazón, ese soldado del honor— Fermín Valdés Domínguez.
Patria, Nueva York, 21 de febrero de 1894, no. 100, p. 1. (No aparece en la edición de Obras completas).
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] Véanse las cartas de José Martí a Ramón L. Miranda, a Néstor Ponce de León, a Francisco Sellén, a José Pérez del Castillo y a Gonzalo de Quesada (17 de febrero de 1894), invitándolos a participar en la reunión organizativa del tributo que la emigración cubana de Nueva York ofrecería a Valdés-Domínguez.
[2] En la noche del 24 de febrero de 1894, “en el espléndido salón Jaeger’s, uno de los más bellos y espaciosos” de Nueva York, según se hace constar en un artículo sin firma titulado “En honor de Valdés Domínguez” (Patria, Nueva York, 2 de marzo de 1894, no. 101, p. 2), tuvo lugar el acto público con el propósito de dar testimonio de “estimación y cariño” al hombre que es “símbolo de valor, de honra y de decoro para todo buen cubano”. Hicieron uso de la palabra Tomás Estrada Palma, José Martí y el propio Fermín Valdés-Domínguez. Además, en “La opinión de Cuba” se recogen algunas valoraciones del libro El 27 de noviembre de 1871 y de la digna actitud patriótica de su autor, debidas a la pluma de Eduardo Yero, Enrique José Varona, Antonio Zambrana, José Ignacio Rodríguez, Esteban Borrero, Manuel Sanguily, Julio Rosas, Ramón Meza, El País (Habana), Nicolás Heredia y R. Ramírez. (Patria, Nueva York, 2 de marzo de 1894, no. 101, pp. 3-4).
[3] Referencia a los Cuerpos de Voluntarios.
[4] Se refiere al Mausoleo de los Estudiantes, en el Cementerio de Colón. El monumento es una obra de marcado estilo neoclásico, hecho con mármol de Carrara y concebido por el escultor cubano José Vilalta de Saavedra. Fue erigido por colecta popular a un costo de 30 000 pesos y quedó concluido en marzo de 1890. Fue bendecido el 27 de noviembre de ese año. Nunca se inauguró de manera “oficial”, pues el gobierno español de la Isla veía con recelo la pasional reacción popular que el hecho comenzaba a cobrar.
[5] Fermín Valdés-Domínguez fue procesado por infidencia junto con Martí, y condenado a seis meses de prisión, en marzo de 1870.
[6] Fermín Valdés-Domínguez, “el sublime vengador sin ira” (OC, t. 4, p. 286) como lo llamó Martí, demostró con pruebas irrefutables la inocencia de los estudiantes mártires en su libro Los Voluntarios de La Habana en el acontecimiento de los estudiantes de medicina, por uno de ellos condenado a seis años de presidio, Madrid, Imp. de S. Martínez, 1873.
[7] “Si Europa fuera el cerebro, nuestra América sería el corazón”. (“Hasta el cielo. Por José Peón Contreras”, Revista Universal, México, 15 de enero de 1876, OCEC, t. 3, p. 158). Esta es la primera ocasión que José Martí utiliza la expresión “nuestra América”. En su obra se recogen tres artículos titulados “Nuestra América”. Están publicados en El Partido Liberal, de México, el [27 de septiembre de 1889] (OC, t. 7, pp. 349-353); en La Revista Ilustrada de Nueva York, el 1ro de enero de 1891 (Nuestra América. Edición crítica, prólogo y notas de Cintio Vitier, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2006, pp. 35-69); y en Patria, en Nueva York, el 4 de febrero de 1895, no. 147, p. 1 (no aparece en OC). El apelativo “nuestra América” se localiza en más de cien textos martianos y “América nuestra” en la carta a Pío Víquez, [San José de Costa Rica, 8 de julio de 1893], EJM, t. III, p. 370. Martí utilizó también en centenares de ocasiones, con propósitos similares, otras expresiones más o menos equivalentes.