A LUIS GARCÍA PASCUAL

Si me pidiesen una semblanza del buen cubano, del hombre de bien, sin vacilación, lo escogería a él, no solo debido a su vida sencilla y laboriosa, sino por haberse dedicado, con la originalidad y acierto del historiador nato, a indagar sobre la personalidad del Apóstol de Cuba: José Martí.
De sus pesquisas y meditaciones emerge un retrato diferente al conocido hasta ahora. Se aparta de la hagiografía, pero sin perder la legítima devoción que ha de tenerse por el más universal de los cubanos.
Se aproxima a la vida íntima, sin violar el principio de lealtad que distingue a los verdaderos amigos; toma la rosa sin desdeñar la espina.
Es de aquellos discípulos que oculta con pudor los no pocos reconocimientos concedidos a su mérito, aunque en mi opinión no han sido suficientes. Creo yo, de veras.
Cuando concluye la última iniciativa, ya tiene entre las manos otra.[1]
Él bien pudo haber estado en Tampa o Cayo Hueso entre los que tuvieron el privilegio de escuchar la voz del Apóstol o tomar sus manos.
¡Que este maestro continué por mucho tiempo dándonos el fruto de sus investigaciones, en la certeza de que nuestro Martí es hoy —y será mañana— la clave para interpretar lo que hemos sido y querido ser![2]
Ciudad de La Habana, 8 de abril de 2006.
Tomado de José Martí: documentos familiares, compilación y notas de Luis García Pascual, La Habana, Ediciones Abril, 2008, p. 5.
Otro texto relacionado:
- Eusebio Leal Spengler: “Preámbulo”, Destinatario José Martí, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual, La Habana, Ediciones Abril, 2005, p. 9.
Notas:
[1] “Luis García Pascual, trabajador manual de toda la vida y ejemplo de constancia fervorosa”. (Juan Marinello: “Sobre una tarea valiosa y necesaria”, prólogo a José Martí: Epistolario, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual y Enrique H. Moreno Pla, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editorial de Ciencias Sociales, 1993, t. I, p. VIII).