EL Delegado del Partido Revolucionario Cubano, señor José Martí, trae desde hace tiempo en Cuba y en España al trote a la gente de la cogioca oficial y a sus paniaguados del monopolio y del suave y dulce turrón colonial. Ya esa gente no las tiene todas consigo en cuanto a la paz moral y la perpetuidad indefinida de la mina explotable y explotada por ella durante tanto tiempo.
Martí apareció y, a poco, los Maura, los Herrera y demás reformistas aparecieron en la arena política como enviados de la libertad y de la justicia.
Antes de Martí, indiferencia, letargo colonial de más de catorce años, desprecio por nuestras cosas cubanas, olvido absoluto del manso y sufrido pueblo de Cuba; pero vino Martí y cambió la escena en el gran teatro político español: el Gobierno se ha hecho liberal en Cuba, el Capitán General tolerante y discreto, el español intransigente y jefe de voluntarios, reformista, y según el periódico conservador La Unión Constitucional, hasta insurrecto; en una palabra, toda la gente de la gran compañía española se ha vestido de limpio para representar su papel en la comedia política colonial. En primer término, la prensa de Cuba, esa gran maestra en el arte de fingir, de engañar y de vivir, está en su elemento, representa a maravillas su papel de alquilona y de vieja cortesana de la mentira, Todo va bien con tal de que todo salga a pedir de boca, como suele decirse. Pero vamos al principio de1 fin, a la corredera de estos últimos días. El expirante mes de octubre —que octubre habría de ser— ha sido todo él de fuertes sensaciones políticas capaces de alarmar hasta a los más indiferentes y descreídos: correderas y acuartelamientos de tropas en Oriente, en el Camagüey y en la Habana; telegramas de Holguín, de Puerto Príncipe y de Santiago de Cuba al Capitán General dándole cuenta de probable alteración del orden público y del desembarque de una expedición filibustera al mando del general Máximo Gómez. ¡Qué frío y que susto! Otra expedición por la provincia de la Habana ¡qué miedo!!! Cablegramas de la Habana al Gobierno de Madrid hablándole de todas esas cosas horripilantes, y en estos mismos momentos la Habana alarmada, agitada y nerviosa.
Los sesudos y conspicuos autonomistas bloqueados en su propio recinto inexpugnable por los antipatrióticos y mal inspirados separatistas cubanos. Y a todo esto la prensa dando la nota más saliente en el alto diapasón de su vieja industria lucrativa…
Culpa de todo eso el loco de Martí con sus idilios patrióticos, como dijo hace meses un periódico conspicuo de la familia feliz; pero es el caso que el idilio se va convirtiendo en zapateo cubano que a la postre bailarán todos. Ya la música va electrizando a la gente colonial y nadie se librará de asistir a la fiesta preparada por Martí.
Ahora se espera en escena a un gran actor provisto de un enorme saco de reformas para Cuba, ese actor es el célebre Pacificador que dicen que viene a aguar la fiesta de Martí. Que tenga mucho cuidado no sea que al pasar el charco se le vaya a mojar el saco y los papeles ea xue constan las reformas para Cuba.
Hoy es el principio de la corredera, mañana el escándalo y luego el sálvese quien pueda.
Patria, Nueva York, 10 de noviembre de 1894, no. 136, p. 3.