Real y Conciliar Colegio-Seminario de San Carlos y San Ambrosio. Sus estatutos fueron concebidos y redactados por el obispo cubano Santiago José de Hechavarría Elguezua y Nieto de Villalobos, en 1769. Se funda el 11 de junio de 1773 y comienza su actividad docente el 30 de octubre de 1774. En su propio nombre se sintetizan las características del centro: Real, en tanto se rige por la corona española; Conciliar, porque sigue las pautas del Concilio de Trento; Colegio, ya que en él pueden estudiar niños y jóvenes que no seguirán carrera eclesiástica; Seminario, dado su objetivo es formar futuros sacerdotes. Su nombre implica un homenaje a Carlos III, que fue su impulsor, y una continuidad respecto a su predecesor, el colegio de San Ambrosio, fundado por el obispo Diego Evelio de Compostela, en 1689.

     Esta institución nace sobre la tradición católico-criolla del siglo XVIII, muy emparentada con las nociones medievales de la enseñanza religiosa española. En su seno se producirán las pugnas entre la escolástica y el naciente espíritu ilustrado. Fue el centro de educación de los hijos de las familias más importantes de La Habana. Muchos de los hombres de ideas más avanzadas y progresistas en la Cuba de entonces, entre los que destacan, José Agustín Caballero, Félix Varela, José de la Luz y Caballero, José Antonio Saco, entre otros, cursaron estudios en sus aulas.[1]

[Tomado de José Martí: Antonio Bachiller y Morales. Edición crítica, introducción y notas de Marlene Vázquez Pérez, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2012, pp. 40-41. (Nota modificada ligeramente por el E. del sitio web)].


Nota:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] “Allí donde se alojaba la semilla evangélica, allí mismo se produjo nuestra primera voluntad científica. No era tan raro como hoy puede parecer, pues ambas flechas desde los arqueros mejores del Medioevo habían intentado coincidir en el blanco secular de la recta ratio. Pero la extraña ínsula, ¿por qué mantenía esa intuición? Porque ya empezaba a no querer ser extraña, ni de extraños, sino patria prometida y conquistable. Así fue posible que un Seminario de raíz eclesiástica, el de San Carlos y San Ambrosio de La Habana, fuera el primer púlpito de nuestra modernidad, donde a la vez se fraguaron, en directa confrontación de Cristo con ‘la mayor maldad civil que han cometido los hombres’, como el padre José Agustín Caballero llamó a la esclavitud, los principios de una futura República insular americana. // […] José Martí […] reconoció en los próceres del Seminario, señaladamente en Varela y Luz, ‘la flor de la patria’, no solo flor de ornato y decoro esencialmente hijo de la tierra, sino flor de esporas que en el destierro ganaron aún más fuerza seminal, más misterioso soplo de lejanía enraizada en la noche materna”.

[Cintio Vitier: “Discurso en la ceremonia de investidura de Doctor Honoris Causa” (Universidad Central de Las Villas, 28 de diciembre de 1999), Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1999, no. 22, pp. 431-432].