Pacto o Convenio del Zanjón. Son los acuerdos o proposiciones de paz firmados el 10 de febrero de 1878, para poner fin a la Guerra de los Diez Años (1868-1878), en el cuartel español de San Agustí­n del Zanjón, en el actual Camagüey, del cual adopta su denominación.

     Según el convenio, los insurrectos capitularían y no serían sometidos a causas judiciales, se declaraban libres los esclavos que habían luchado en las filas patrióticas y se le aplicarían las mismas disposiciones que a Puerto Rico. Lo firmaron el general Arsenio Martínez Campos por el gobierno español y el Comité del Centro —integrado por siete miembros— que sustituyó a la Cámara de Representantes de la República en Armas, disuelta porque la Constitución de Guáimaro, que rigió a los gobiernos cubanos, no admitía conversaciones de paz sin independencia.

     La aceptación del arreglo por la mayoría de los patriotas en armas fue consecuencia de las propias divisiones internas, que dieron lugar a indisciplinas y desacatos a las autoridades civiles y militares, y a la política de Martínez Campos de impulsar el cese de las hostilidades y llegar a un “olvido de lo pasado”. No todas las tropas revolucionarias aceptaron el Pacto. Las de la región oriental protagonizaron, el 15 de marzo de 1878, la Protesta de Baraguá,[1] encabezada por Antonio Maceo, que devino en un símbolo del espíritu de rebeldía del pueblo cubano.[2] Continuaron la lucha por varios meses más, por considerar que no se alcanzaban los objetivos por los que se había peleado heroicamente por diez años: la independencia de Cuba y el cese completo de la esclavitud. En la región central de la Isla se mantuvo sobre las armas por varios meses Ramón Leocadio Bonachea, quien finalmente salió de Cuba sin firmar el Pacto.

     Martínez Campos desconocía que a Puerto Rico se le habían sustituido los derechos de la Constitución española de 1876 por leyes especiales que diferenciaban a las colonias de los territorios de la metrópoli, por lo que no se pudo establecer la plena igualdad de derechos de Cuba con las provincias españolas.

     “La tregua de febrero”, al decir de José Martí, se consumó “por causas más individuales que generales, […] y que a engaños y a celos se debieron, más que a cansancio y flojedad de los cubanos”.[3] Fue un “ajuste innecesario”,[4] que sirvió a España para asesinar “la revolución en Cuba”,[5] pues “aquellos hombres valerosos […] rindieron las armas a la ocasión funesta, no al enemigo”.[6]

     Véanse los artículos de Gonzalo de Quesada y Miranda: “Martí y el Pacto del Zanjón”, Patria, La Habana, septiembre de 1974; e Israel Escalona Chádez: “De lo más glorioso de nuestra historia: reflexiones en torno a la valoración de José Martí sobre la Protesta de Baraguá”, Honda, La Habana, no. 14, 2005.

[Tomado de OCEC, t. 29, p. 235. (Nota modificada por el E. del sitio web)].


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] “Delante de Céspedes, en el alba de La Demajagua, se abrían múltiples posibilidades. Estas posibilidades se fueron quemando gloriosa y sordamente a través de los diez años de lucha. Cuando no parecía quedar ninguna, se alzó frente a Cuba el ‘imposible’ para provocar la posibilidad más profunda y creadora: el ‘no’ de Antonio Maceo, negación de la negación, en Mangos de Baraguá. Su negativa a aceptar los hechos objetivos que parecían cerrar el paso definitivamente a la Revolución, le permitió abrir una vía respiratoria a la patria. Todas las fabulosas hazañas militares de Maceo palidecen ante la pura majestad moral de la protesta de Baraguá, imagen clavada en el orgullo y la esperanza del pueblo, nueva fundación de Cuba por un acto de fe revolucionaria, conversión del fuego en semilla, puente sobre el vacío y hacia lo desconocido que ya venía al encuentro de la Isla con un nombre centelleante: José Martí”. (Cintio Vitier: Ese sol del mundo moral (“Capítulo II”), 2da ed., México, Siglo XXI editores, 2002, p. 67).

[2] Decía Medardo Vitier que, con la Protesta de Baraguá, Maceo “formuló la protesta más bella que registran los anales de las guerras americanas por la libertad”. (“Maceo”, Valoraciones I, Universidad Central de Las Villas, 1960, p. 314).

[3] JM: “Asuntos cubanos. Lectura en Steck Hall”, New York, 24 de enero de 1880, OCEC, t. 6, p. 149.

[4] JM: “En casa”, Patria, Nueva York, 21 de mayo de 1892, no. 11, p. 3; OC, t. 5, p. 366.

[5] JM: “Al Diario de la Marina”, Patria, Nueva York, 10 de noviembre de 1894, no. 136, p. 2; OC, t. 3, p. 355.

[6] JM: “Nuestras ideas”, Patria, Nueva York, 14 de marzo de 1892, no. 1, p. 1; OC, t. 1, p. 318.