Félix Varela Morales (1788-1853)

Félix Varela Morales

Sacerdote católico y patriota cubano.[1] Félix Francisco José María de la Concepción Varela y Morales nació en La Habana, el 20 de noviembre de 1788, en una familia de militares. Pasó la niñez en la entonces provincia de la Florida, donde cursó la primera enseñanza. Allí se educó entre sacerdotes católicos irlandeses de ideas liberales como Miguel O’Reilly.

     Regresó a La Habana en 1801 y en ese mismo año ingresó en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio. Fue discípulo de José Agustín Caballero, quien comenzaba a objetar los principios escolásticos, y de Juan Bernardo O’Gavan, un divulgador del pensamiento burgués ilustrado. El grado de licenciado en Filosofía lo recibió en 1807 y el de bachiller en Teología en 1808. Profesor de Latinidad en el Seminario, y en 1811, con dispensa por minoría de edad, se le otorgó en propiedad la cátedra de Filosofía en ese plantel y el presbiterado. Elaboró sus propios textos para la enseñanza de la Filosofía, introdujo la enseñanza de la Física y la Química experimentales y fue el primero en impartir sus clases en español. Sistematizó sus enseñanzas en sus Lecciones de Filosofía y en Misceláneas filosóficas. Por su labor desde la cátedra,[2] Luz y Caballero dijo de él que fue “el que nos enseñó primero en pensar”.[3]

     En 1820 inauguró la Cátedra de Constitución, que ocupó por designación del obispo Espada, lo que significó su entrada en la vida política. Electo diputado a Cortes en 1821, viajó a España y presentó importantes proyectos, que no fueron aprobados: Proyecto de instrucción para el gobierno económico-político de las provincias de Ultramar, conocido como Proyecto de Ultramar o Proyecto de Autonomía, en el que se planteaba la autonomía de Cuba, Puerto Rico y Filipinas; y el Dictamen sobre el reconocimiento de la independencia de los territorios de Iberoamérica, relativo a la abolición de la esclavitud, que no pudo ser leído a causa de la disolución de las Cortes y el regreso al poder de Fernando vii. Tuvo que huir de España, pues el rey ordenó la confiscación de bienes y la pena de muerte por traición contra los diputados que votaron por su destitución. Fue a Marruecos, luego a Gibraltar y por último a Estados Unidos.

     Llegó a Nueva York el 17 de diciembre de 1823. Allí publicó El Habanero, periódico que circulaba clandestinamente en Cuba, y que argumentaba la independencia de la Isla. Tradujo el Manual de práctica parlamentaria, de Thomas Jefferson, los Elementos de Química aplicada a la agricultura, de Humphrey Davy y colaboró con su discípulo y amigo José Antonio Saco en la redacción de la revista El Mensajero Semanal (1828-1831).

     En 1829 publicó en Nueva York la primera edición de las Poesías del cubano Manuel de Zequeira y Arango, y sacó a la luz tres ediciones que fue perfeccionando de sus Lecciones de filosofía. En 1827 fundó su parroquia en la Iglesia del Cristo, el cuarto templo católico de la ciudad, luego se traslada a la Iglesia de la Transfiguración (1836). En 1835 fundó un asilo para hijos de viudas pobres. En 1830 publicó una serie de seis folletos titulada The Protestant’s Abridger and Annotator, en el que defendía la fe católica frente a los criterios de los protestantes.

     Entre 1835 y 1838 aparecieron sus Cartas a Elpidio,[4] un verdadero compendio de ideas acerca de la moral y la formación del individuo. Durante la década de los cuarenta afrontó al anexionismo y mantuvo su convicción independentista. Fue el primero en denunciar la actitud oportunista de la sacarocracia criolla. Recibió el grado de doctor en Teología y fue coeditor de una revista mensual católica entre 1841 y 1843. Propuesto para obispo en Estados Unidos, no alcanzó la mitra por las gestiones de España en Roma.

     A principios de 1850, resentida su salud, marchó a San Agustín, en la Florida, hasta su fallecimiento, el 18 de febrero de 1853.[5] Sus restos fueron trasladados a La Habana en 1911 y desde el año siguiente reposan en el Aula magna de la Universidad. Dejó una vasta obra y ha merecido se le califique como “el primero de nuestros intelectuales revolucionarios”.[6]

     José Martí consagró a Varela como “patriota entero”,[7] el hombre “que empezó a emancipar nuestro pensamiento”[8] y un filósofo único en nuestra América.[9] Otra reconocida figura de la intelectualidad cubana, José Antonio Saco, siempre lo evocó con el mayor respeto, al catalogar a su maestro como “el primero de los cubanos”[10] y “el hombre más virtuoso que h[abía] conocido sobre la tierra”.[11]

     Véanse los estudios de Cintio Vitier, “El padre Félix Varela como precursor del ideario martiano”[12] y “El padre Félix Várela en el bicentenario de su nacimiento”.[13]

[Tomado de OCEC, t. 31, pp. 264-265 y César García del Pino: Mil criollos del siglo XIX. Breve diccionario biográfico, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2013, pp. 206-207. (Nota modificada por el E. del sitio web)].[14]


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] “Félix Varela es una figura tan conmovedora como la del propio José Martí. Los dos son los únicos a quienes de una manera espontánea y como obligado se siente uno inclinado a bautizar con el nombre enorme de santos. / [… Varela] era un hombre muy tierno, sereno, apacible, profesor de violín, pero no tenía nada de amerengado ni de eso que llaman monjil. Varela es un carácter de bronce. Físicamente era débil, pero en el espíritu era inquebrantable, era una roca”. (Gastón Baquero: “Tres siglos de prosa en Cuba”, Una señal menuda sobre el pecho del astro. Ensayos, selección, prólogo y cronología de Remigio Ricardo Pavón, Holguín, Ediciones La Luz, 2014, pp. 161 y 162, respectivamente).

[2] En el discurso pronunciado en el Seminario de San Carlos en la apertura del curso de Filosofía, el 14 de septiembre de 1824, Luz y Caballero enaltecía así a Varela: “Considerad, caros amigos, qué sentimientos se habrán apoderado de mi espíritu, desde el momento en que me impuse el deber de venir a ocupar el mismo puesto que llenó mi ilustre y siempre apreciable maestro y predecesor, hombre que sin duda alguna lo destinó la naturaleza para ser el órgano por donde había de comunicar a la juventud sus leyes inmutables y sus profundos arcanos, dirigiéndola por el sendero de las ciencias, y enseñándole las máximas de filosofía, no como quiera por lecciones orales, sino siendo el primero en practicarlas. Sí, varón virtuoso, recibe benigno este justo desahogo de mi admiración y agradecimiento, mientras que después te tribute otro que te será más aceptable; penetrado íntimamente de mi insuficiencia, yo seguiré el camino que me has trazado, yo haré cuanto esté de mi parte para mostrarme tu digno discípulo, y con este objeto no te separaré un instante de mi memoria, ora tras faenas, ora estudiando tus obras, ora inspirando a mis discípulos aquel amor por la ciencia y la virtud que tú sabías infundir sólo con tu presencia; y he aquí el homenaje más aceptable a tu modestia, que mi amor y mi gratitud y mi admiración pudieran rendirte”. (Obras, vol. 3 (Elencos y discursos académicos), La Habana, Ediciones Imagen Comtemporánea, 2001, pp. 1-2).

[3] “Y vea V. ahora brevemente, señor Ciudadano del Mundo, como soy discípulo de Varela bajo muchos aspectos. Varela derrocó el escolasticismo en nuestro suelo, y yo aplaudo y aplaudiré su ruina. Varela fue nuestro legítimo Cartesio, en más de un sentido, ya por haber destruido el principio de autoridad con el consejo y el ejemplo de palabra y obra, ya por haber introducido en su consecuencia la libertad filosófica de pensar, el verdadero eclecticismo; así es que, no contento con destruir, se empeñó por edificar, y edificar con los materiales de más exquisita calidad que tuviera a su disposición; precisamente con los que sirven hoy de base hasta a aquellas de mis doctrinas en que discrepamos o podemos discrepar. Varela dio el grande, el atrevido paso de introducir la fisiología, elemento indispensable para el estudio completo del hombre en el campo de la ciencia; yo, no como quiera, sigo en esto sus huellas, sino que veo en aquel estudio el porvenir no solo de la filosofía estrictamente tal, sino hasta de la Educación, la Moral y la Legislación. // […] y sepa el Ciudadano, y sepa el mundo, que al rendir el modesto Lugareño aquel testimonio de su celo al esclarecido Varela, no hizo más que ceder a un sentimiento profundo de gratitud, de justicia, de amor a su suelo; pues mientras se piense en la tierra de Cuba, se pensará en quien nos enseñó primero en pensar”. [José de la Luz y Caballero: “Rectificación. Identificación filosófica con mi maestro Varela” (Gaceta de Puerto Príncipe, 2 de mayo de 1840), La polémica filosófica cubana (1838-1840), ensayo introductorio (“Para una teoría crítica de la emancipación cubana”), compilación y notas de Alicia Conde Rodríguez, La Habana, Ediciones Imagen Contemporánea, 2000, 2 vol., vol. II, pp. 693 y 696, respectivamente].

“Pero era necesario ante todo esta especie de obra cartesiana en nuestro suelo, a manera de la que llevó a cabo nuestro siempre respetado maestro en el pensar, el ilustre y nunca olvidado Varela […]”. [José de la Luz y Caballero: “Impugnación a las doctrinas filosóficas de Victor Cousin”, La polémica filosófica cubana (1838-1840), ensayo introductorio (“Para una teoría crítica de la emancipación cubana”), compilación y notas de Alicia Conde Rodríguez, La Habana, Ediciones Imagen Contemporánea, 2000, 2 vol., vol. II, p. 866].

“El espíritu de nuestra enseñanza ha sido hasta ahora hacernos sentir nuestra ignorancia, sin doblar la rodilla ante el ídolo de la autoridad: ved ahí los dos primeros pasos para bien saber. / Hemos querido inspirar desconfianza en nuestras propias fuerzas, pero sin degenerar en temor: y valentía sin presunción. / Forzoso es el comenzar de esta manera; pues tal lo exige el estado en que se ha puesto entre nosotros la cuestión: forzoso es volver a otra obra cartesiana semejante a la que llevó a cabo nuestro siempre respetado maestro en el pensar”. [José de la Luz y Caballero: “Elenco de 1840. Noción de la Filosofía”, Obras. Elencos y discursos académicos (vol. III), presentación de Alicia Conde Rodríguez, La Habana, Ediciones Imagen Contemporánea, 2001, p. 125].

“No hay labios que no pronuncien en Cuba el nombre de Félix Varela, por haber sido incuestionablemente quien, con sus obras filosóficas arrimadas como arietes a los muros de rancias doctrinas, las desmoronó, abrió el anchuroso campo de la investigación y de la controversia, nos enseñó a pensar por nosotros mismos, y cuando, a la edad de treinta y dos años, partió para ocuparse en los debates parlamentarios, había dejado tras sí un reguero de luz imperecedera”. (Anselmo Suárez y Romero: “Prospecto para una biblioteca de escritores cubanos” (1868), Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, año 113, quinta época, La Habana, enero-junio de 2022, p. 173).

(En las primeras tres citas las cursivas son del E. del sitio web; en la cuarta es de ASR).

[4] Véase Emilia Gallego Alfonso: “Apuntes para un estudio comparativo entre las Cartas a Elpidio y La Edad de Oro”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1989, no. 12, pp. 58-71.

[5] En los jardines de la Parroquia de San Agustín, donde falleció el padre Varela, en la Florida, Estados Unidos, se levanta una estatua suya, en posición de pie, esculpida en bronce en el año 1988. La tarja de la obra escultórica, reza lo siguiente:

 PADRE FÉLIX VARELA
LA HABANA: 11-20-1788
ST. AGUSTINE: 2-25-1853
MIEMBRO QUERIDO DE LA COMUNIDAD DE ST. AGUSTINE
FUNDADOR IDEOLÓGICO PRINCIPAL
DE LA NACIONALIDAD CUBANA
EDUCADOR, FILÓSOFO, ORADOR Y ESCRITOR
DEFENSOR DE LOS DERECHOS HUMANOS Y CIVILES
EN CUBA Y EN LOS ESTADOS UNIDOS
PADRE DE LOS POBRES
DEFENSOR DE LA EDUCACIÓN POPULAR
Y LA LIBERTAD RELIGIOSA
PIONERO DEL PERIODISMO CATÓLICO
VICARIO DE LA ARCHIDIÓCESIS DE NEW YORK
(1837-1853)

(Roberto Rodríguez González: “Dos singulares e impresionantes esculturas de patriotas cubanos en los EEUU”, Honda. Revista de la Sociedad Cultural José Martí, La Habana, 2015, no. 45, p. 55).

[6] De acuerdo con Medardo Vitier: “La personalidad del P. Varela es de las más elevadas por su contextura ética; de las primeras por su extenso saber científico y filosófico, y de las más vigilantes, por su anticipada cubanidad”. (“Félix Varela”, Estudios, notas, efigies cubanas, La Habana, Editorial Minerva, 1944, p. 210).

[7] “Escribe de San Agustín a un amigo de Patria uno de los pocos y excelentes cubanos que han levantado un hogar próspero en la ciudad de San Agustín, ensangrentada hace tres siglos por el frenético y terrible Menéndez, y veneranda hoy para el cubano, porque allí están, en la capilla a medio caerse, los restos de aquel patriota entero, que cuando vio incompatible el gobierno de España con el carácter y las necesidades criollas, dijo sin miedo lo que vio, y vino a morir cerca de Cuba, tan cerca de Cuba como pudo, sin alocarse o apresurarse, ni confundir el justo respeto a un pueblo de instituciones libres con la necesidad injustificable de agregarse al pueblo extraño y distinto que no posee sino lo mismo que con nuestro esfuerzo y nuestra calidad probada podemos llegar a poseer:—los restos del Padre Varela”. (JM: “Ante la tumba del Padre Varela”, Patria, Nueva York, 6 de agosto de 1892, no. 22, p. 3; OC, t. 2, p. 96).

[8] JM: “Cayetano Soria”, Patria, Nueva York, 28 de mayo de 1894, no. 12, p. 2; OC, t. 4, p. 417.

[9] JM: “Notas y noticias”, Patria, Nueva York, 30 de abril de 1892, no. 8, p. 3. (No aparece en la edición de las Obras completas).

[10] “[…] le recomiendo que entregue en mi nombre a J. I. Rodríguez un ejemplar del 3er. tomo de la Historia de la esclavitud, pues él me ha enviado con una dedicatoria la biografía de Varela. Desea V. saber cómo pienso acerca de ella; y si tuviera tiempo y salud, dictaría algunos pliegos de papel para fundar mi juicio con razones. El tocayo le censura con dura mano, lo que proviene en mi concepto de que él está acostumbrado a escribir con exactitud en las ideas y limpieza en el estilo. V. trata al biógrafo con menos severidad, y me asocio a su modo de juzgarle. Al leer su vida, conozco que ha procurado recoger muchas e importantes noticias sobre Varela; mas, a pesar de toda su diligencia se le han escapado algunos errores; hay omisiones esenciales; ciertos puntos necesitan de amplificación; y otros carecen de la exposición de las causas o motivos que influyeron en la mente de Varela. Pero como quiera que sea, es innegable que sin esta biografía se hubieran perdido muchos papeles y pensamientos del hombre que por muchos conceptos es el primero de los cubanos”. (José Antonio Saco: “Carta a José Valdés Fauli”, Barcelona, 3 de noviembre de 1878, Obras (vol. V), ensayo introductorio, compilación y notas de Eduardo Torres-Cuevas, La Habana, Ediciones Imagen Contemporánea, 2001, pp. 239-240).

[11] “[…] Allí pasé algo más de dos años; pero mis enemigos que ya no me perdían pie ni pisada, empezaron a esparcir la voz de que mi ausencia de La Habana debía de provenir de alguna causa política que me impedía volver a Cuba, y fortalecían este rumor con la circunstancia de hallarme yo en los Estados Unidos al lado de mi antiguo maestro. Mas, hasta en esto mismo puede verse una muestra de la calumnia; pues aun cuando nada era más natural que el que yo viviese bajo el mismo techo con mi maestro y mi paisano, con el hombre más virtuoso que he conocido sobre la tierra, la verdad es, que él estaba avecindado en Nueva York, al paso que mis estudios me tenían clavado en Filadelfia. Volví luego a La Habana a fines de 1826 […]”. (José Antonio Saco: “Representación de Don José Antonio Saco al Excmo. Señor Gobernador y Capitán General Don Miguel Tacón”, Obras (vol. III), ensayo introductorio, compilación y notas de Eduardo Torres-Cuevas, La Habana, Ediciones Imagen Contemporánea, 2001, p. 60).

Eduardo Torres-Cuevas señala: “Otros muchos elogios formuló Saco sobre Varela. En su testamento señala que su maestro fue ‘el regenerador de los buenos estudios en Cuba, el virtuoso y santo sacerdote’.  Según Fernando Ortiz, Saco expresó que ‘siempre acarició la idea de erigirle un monumento’” [José Antonio Saco: Contra la anexión. Recopilación de sus papeles con prólogo y ultílogo de Fernando Ortiz, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974 (nota de Fernando Ortiz, p. 26)]. (“José Antonio Saco, la aventura intelectual de una época”, Obras (vol. I), La Habana, Ediciones Imagen Contemporánea, 2001, nota no. 18, p. 15).

[12] Obras 7. Temas Martianos 2, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2005, pp. 118-132.

[13] Lecciones cubanas (1990), Obras 11. Estudios y ensayos, prólogo de Enrique Saínz, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2014, pp. 328-354.

[14] Bibliografía:

  • Félix Varela: Obras, compilación y notas de Eduardo Torres-Cuevas, Jorge Ibarra Cuesta y Mercedes García Rodríguez, La Habana, Biblioteca de Clásicos Cubanos, Ediciones Imagen Contemporánea, 2001, 3 t.
  • Medardo Vitier: Las ideas en Cuba (1933), La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 2002, cap. I, II y III.
  • Medardo Vitier: La filosofía en Cuba (1948), La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 2002, cap. IV.
  • Medardo Vitier: “Félix Varela”, Estudios, notas, efigies cubanas, La Habana, Editorial Minerva, 1944, pp. 208-211.
  • Vida y pensamiento de Félix Varela, La Habana, Cuadernos de Historia Habanera, 1944-1945 4 t. (Contiene un ciclo de conferencias organizado por la Oficina del Historiador de la Ciudad).
  • Cintio Vitier: Ese sol del mundo moral (1974), La Habana, Ediciones UNION, 2002, cap. I y II.
  • Eduardo Torres-Cuevas: “Introducción” a Obras de Félix Varela, La Habana, Biblioteca de Clásicos Cubanos, Ediciones Imagen Contemporánea, 2001, vol. I, pp. IX-XLIV.
  • Eduardo Torres-Cuevas: Félix Varela, los orígenes de la ciencia y con-ciencia cubanas, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 2002.
  • Eduardo Torres-Cuevas: “El legado común de Félix Varela y de José Martí”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2008, no. 31, pp. 210-225.
  • Rita M. Buch: “Varela: el continuador de la reforma filosófica en Cuba…”, Honda, La Habana, 2009, no. 25, pp. 53-57.
  • Isabel Monal: “Félix Varela: clásico de nuestra América”, Ensayos americanos, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 2007.
  • Carlos M. de Céspedes: Señal en la noche. Aproximación biográfica al padre Félix Varela, Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 2003.
  • Carlos M. de Céspedes: “Conjunción. Algunos componentes del pensamiento fundacional valeriano vigentes en la Cuba de hoy”, Honda, no. 25, La Habana, 2009.
  • Emilio Roig de Leuchsenring: “Algunas características del pensamiento político de Varela”, en Félix Varela: Escritos políticos, prólogo de Joaquín G. Santana, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1977, pp. 1-22.
  • Jorge Ibarra Cuesta: Varela, el precursor. Un estudio de época, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2004.
  • Olivia Miranda Francisco: “Varela y Martí: origen y culminación del pensamiento revolucionario cubano en el siglo XIX”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1989, no. 12, pp. 38-49.
  • Isabel Monal y Olivia Miranda: “Félix Varela”, Pensamiento cubano del siglo XIX, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 2002, t. 1, pp. 13-16.
  • Salvador Arias: “Algunos paralelismos entre Varela, Heredia y Martí”, Educación, La Habana, septiembre-diciembre de 2003.
  • Eliades Acosta Matos: “La partida de Varela y la llegada de Martí”, La Jiribilla de Papel, La Habana, mayo 2008.
  • Oscar Loyola Vega: “Una época, una isla, un patriota, un sacerdote”, en Eduardo Torres Cuevas (coordinador): Dos siglos de pensamiento de liberación cubano, La Habana, Ediciones Imagen Contemporánea, 2003, pp. 17-21.
  • José María Chacón y Calvo: “El padre Félix Varela y su apostolado”, Boletín de la Academia Cubana de la Lengua, La Habana, abril-junio de 1953, pp. 113-146.
  • Eduardo Torres-Cuevas: “Félix Varela: un hijo de la libertad; un alma americana”, Opus Habana, La Habana, 1998, no. 5, pp. 5-12.
  • “Bibliografía de Félix Varela”, compilada y anotada por Josefina García-Carranza, en Félix Varela: Obras, ob. cit., vol. 3, pp. 293-397.