Andrés Bello López (1781-1865)

Humanista,[1] filólogo, erudito y poeta venezolano, “fantástico fenómeno cultural a quien tanto debe América”, según el decir de Manuel Pedro González.[2] Nació en Caracas y murió en Santiago de Chile. Profundo conocedor de los clásicos latinos y españoles, amigo de Humboldt y maestro de Bolívar. Fue comisionado por el gobierno insurreccional de Caracas (1810) para gestionar el apoyo inglés a la nueva nación. Se considera a Bello un maestro, disputado por tres naciones hispanoamericanas: la de su nacimiento y primera formación, Venezuela; Chile, donde ejerció su magisterio e influencia cultural desde 1829 hasta su muerte; y Colombia, de la que Venezuela formó parte hasta 1831, y cuya nacionalidad se adjudicó el propio Bello en distintos documentos. Fue en Londres maestro de latín y castellano, hasta ser nombrado secretario de las legaciones de Chile y de Colombia.

     Después de su estancia en Inglaterra (1810-1828), se estableció en Chile (1829-1865), donde fundó el Colegio de Santiago, cuyo alto nivel académico hizo que el gobierno le concediese el título de Universidad y nombrara a Bello rector (1843), cargo que ejerció hasta su muerte. Dirigió en Chile El Araucano (1829), órgano oficial de la nación. Colaboró activamente en El Censor Americano (1820), cuya Biblioteca Americana (1823), que luego se publicó con el título de Repertorio Americano (1826), también dirigió. Su extensa obra abarca la lingüística, el derecho, la crítica literaria., la traducción y la poesía. Publicó en El Crepúsculo (1844) de Santiago de Chile, notables trabajos. Entre sus libros más importantes figuran Análisis ideológico de los tiempos de la conjugación castellana, comenzado en 1810 y concluido en 1840, Principios de ortología y métrica de la lengua castellana (1836) y Gramática castellana (1847), que refundió Rufino José Cuervo, obra básica en la materia. Dejó una cosmografía, una historia de la literatura antigua y un proyecto de Código Civil.

     El jurista de Principios de Derecho Internacional (1847), el maestro de Filosofía del entendimiento (1848), el filólogo que reconstruyó con su crítica el poema del Cid, el traductor de Víctor Hugo y de Delille, alcanzó también perdurable notoriedad como poeta por su “Alocución a la poesía” —fragmento de un poema sobre la América, que no concluyó—, por su “Epístola de Olmedo” y, más aún, por sus Silvas americanas, de las cuales solo publicó en el Repertorio Americano la famosa “Oda a la agricultura de la zona tórrida”, inspirada en las Geórgicas de Virgilio y en la naturaleza de su continente. Miembro honorario de la Academia de la Lengua, oficial mayor y consejero de la Secretaría de Relaciones Exteriores de Chile desde 1829 hasta 1852, su opinión era consultada y respetada en toda Hispanoamérica. Fue árbitro entre Colombia y Perú (1865) y entre los Estados Unidos y Ecuador (1884). A su muerte, el gobierno chileno decretó costear una edición de sus Obras completas. Chile celebró con pompa su centenario en 1881.

     Véase la crónica de José Martí titulada “Centenario de Andrés Bello”,[3] fechada en Nueva York, el 23 de diciembre de 1881 y publicada en La Opinión Nacional, de Caracas, el 6 de enero de 1882, donde escribe que el “Virgilio de los americanos […] dio canto a la naturaleza de América, y leyes a sus hijos” y es “uno de los padres de los americanos”;[4] y los estudios de Nydia Sarabia: “Enfoque martiano de Andrés Bello”,[5]  de Pedro Pablo Rodríguez: “Bello en Martí: clasicismo y modernidad” (2005), Pensar, prever, servir. El ideario de José Martí, La Habana, Ediciones Unión, 2012, pp.124-138; y de Marlene Vázquez Pérez: “Fundar y emancipar. Bello, Martí y la literatura latinoamericana”.[6]

[Tomado de OCEC, t. 3, pp. 246-247. (Nota modificada ligeramente por el E. del sitio web)].


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] “Por haber sido el humanista de más relieve en el continente, ha contribuido a fomentar la hermandad intelectual, el sentido de la americanidad que estamos formando, entre tanteos. Por sus cantos, por su Gramática y por haber hecho oír su doctrina de filósofo en Europa, Bello vincula los países que hablan español en América. / La conciencia hispanoamericana tendrá que formarse, en parte, a virtud de la obra que dejen estas figuras fundadoras [… que] fijan su enseñanza. No la gramatical ni la filológica tan solo, en el caso de Bello, sino otra, más alta y de más general alcance: la lección del trabajo fervoroso, del estudio continuado y serio, de la disciplina personal que lo va a creando a uno. Nuestra gente joven necesita ese modelo, que no es teoría sola sino realización individual”. (Medardo Vitier: “Don Andrés Bello”, El Mundo, La Habana, 28 de diciembre de 1947).

[2] Manuel Pedro González: “La apoteosis de Rubén Darío”, Ediciones Revista Atenea, [Santiago de Chile], [1966], p. 127. (Separata de la Revista Atenea).

[3] OCEC, t. 8, pp. 133-137.

[4] Ibíd., p. 137.

[5] Granma, La Habana, 21 de marzo de 1990; Glosas martianas, La Habana, Editorial Pablo de la Torriente Brau, 2002, pp. 203-205.

[6] Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2005, no. 28, pp. 81-91.