[FRAGMENTOS DEL DISCURSO

PRONUNCIADO EN EL CLUB

DEL COMERCIO

Primera versión

...continuación 2

Incio

notas [1]

Oh! cómo estas ideas acariciaron, allá en las horas de dulce ceguedad en que se cree en todo y a nadie se odia, y parece escasa toda la sangre de las venas pa verterla en beneficio de los hombres—cómo nos predicábamos en aquella isla florida el evangelio que nos venía del continente grandioso;—cómo, mal oculto entre el Lebrija, el Balmes y el Vallejo,[24]—leíamos amorosamente los volcánicos versos de Lozano! ¡Los periódicos que de estas tierras, ocultos como crímenes, llegaban a nosotros, cómo eran buscados con afán, y leídos a coro, y guardados con el alma. La miel del plátano, a par que en los cálices de oro que le creó Plácido vino a nuestros labios en esas majestuosas y sonoras urnas en que la encerró Bello!—Y cuando no con menos aliento, que a la voz de Mariño en Güiria,[25] cayeron con fragor alegre sobre los yugos rotos de las bestias, echadas a los montes a ser sustento de los bravos, las cadenas de los esclavos de Bayamo,—como que reanimado nuestro gran muerto, se estremecía, seguro ya de su final victoria, su cárcel de oro y gualda:—como que ese gigante que descansa con los brazos tendidos, como para protegerlos y acariciarlos, sobre el río de montes del Oeste,[26] y sobre las corrientes torrentosas del Atlántico, reclinaba al fin, como en almohada de hierro digna de ella, en nuestras trabas rotas la espléndida cabeza!—

¡Oh! No! Yo no tengo nada que decir, ni nada que exaltar,—antes tengo que acallar, para que no parezcan lisonjas que más que a quien las dice, a quien las oye ofenden—este concierto de voces amorosas que en presencia de tanto hecho pasado, beldad presente, y gloria por venir, golpean, ganosas de hallar salida, mis labios temerosos y rebeldes!—Brotan,—brotan a pesar mío, sobre esas convenciones mezquinas que impone la etiqueta de la primicia,—brotan, fundida esta brida de acero que quería yo poner esta noche a mi palabra,—fundida al calor de tantos ojos fulgurantes y tanta alma gallarda y generosa;—brotan audaces e impacientes estos tributos de amor que no me caben en el alma. Parece que este era el sol que convenía a mi espíritu;—y que, echada en estos vastos senos, mi alma triste, que como toda alma viaja perennemente en busca de sí propia, se había al fin hallado.—Cuando huésped de extraño bajel—en que espantado de tanta alma sola y pequeñez vestida de grandeza como en la República del Norte había observado—no oía yo hablar más que esas descansadas lenguas frías, riscosas e inflexibles;—y vi surgir en sonora mañana, a mis ojos hasta entonces tristes, y desde entonces no más tristes,—aquella costa serena de Pto. Cabello,[27] con aquel bosquecillo hospitalario, y sus palmas gallardas, y sus limoneros amorosos que como símbolo de la naturaleza que los cría, rompían con su ramaje exuberante la tierra que los ciñe; cuando vi que como alegre enviado de la gentil naturaleza, se echaba al mar con su perfumado aire que nutre con su regazo henchido de árboles, como dándose prisa a consolar a los viajeros de las tierras frías de la soledad que los carcome,—sentí como olas de amor que se me agigantaban y ascendían dentro del pecho,—y mis nervios ateridos se tornaron ágiles, y ante la vida hermosa renació mi amor a la vida, y tuve alegría febril de novio, como si en aquella luciente mañana me desposara con la tierra.

Me parecía el aire cargado de excitaciones y de voces; tendía la mano en el vacío como para estrechar manos queridas; y hablaba luengas cosas con seres que ya no oyen. Si mis ojos inquietos, se posaban en su incesante busca sobre un cerro, veíame ya, en noche clara, como estos admirables días nocturnos, que no noches—escalando, como los ágiles caracas,[28] el áspero Calvario,[29]—hoy joya rica, peña fecundada, como aquella bíblica, regaladísimo retrete; y me imaginaba que seguía la huella del iracundo Terepaima, y oía clamar, como asaeteado por los magueyes inclementes, a aquel hercúleo y bravo Macarao:[30]—Si[31] al andar tropezaba con un árbol de granado, imaginábame a la sombra de aquellos que en alas del buen aire de la mar, enviaba sus mieles delicadas a los clásicos labios de Andrés Bello; si caía en mis manos impacientes una hoja impresa, si bien celebraba enamorado la diaria cuenta del patrio crecimiento, que a modo del corcel de la llanura no halla freno ni valla a su carrera,—imaginábame que tenía en las manos una copia amarilla de aquel Publicista benemérito:—si envueltos, más que en sus capas, en las sombras, veía salir de oscura puerta a algunos visitantes, parecíame que veía salir de casa de aquella ilustre dama de Padrón a los Ustáriz, los Toro[32] y los Montilla;[33] buscaba mi mano inquieta, espoleada por la loca frente, espada y lanza—sin hallar más, en sus[34] propias verdades heridas, que amargura y desconsuelo;—y transportado en alas ignoradas, y roído de águilas coléricas, me parecía que eran los montes, no espaldas arrugadas de la anciana tierra, sino pliegues del manto que debía en su hora de descanso cubrir a aquellos colosales hombres.—

Y luego, cuando del puerto a acá venía; dejando atrás a la animada Guaira,[35] —salvando en vulgar cochecillo, montes que por hombres más felices de más gloriosa manera se salvaron;—¡qué ruidos apagaban los comunes ruidos: despertaban mis caros recuerdos; mis sueños de niño; mis amores perpetuos,—y crecía y oleaba agitada por tantos combatientes, la batalla de mi alma: Ya oía discutir, en la capilla de San Francisco,[36] al imponente Miranda, al enérgico Roscio, al temible Peña, a Pentre,[37] a Domínguez, a Yanes.—Ya, al iluminar masas de luz de sol que iban y venían al capricho de las nubes, la falda de los montes, pensaba yo en aquellos de la población—, ya, deslumbrados los ojos por el fulgor de fiesta de mi espíritu, parecíame ver surgir, de entre los pardos montes a aquel bravo canónigo del 19 de abril,—y lo veía, radiante y magnífico, con la cabeza más alta que las cúspides,—tender la mano, como tomando posesión de pueblos y de valles,—y decir, iluminado de nunca visto fuego el rostro fiero: “Sí! la pido! La pido en nombre de la justicia y de la patria. Cerrados ya los ojos a las imágenes comunes de la vida,—no bien desaparecía la nube de polvo, que es en los caminos, no estorbo para el viandante, sino señal de vida de la tierra porque anda, fingíame ver a un hombre joven echar con ademán resuelto sobre el cuello de un caballo cubierto de espuma las riendas inútiles, y toca a las puertas del Ejecutivo, para anunciarle, con el amanecer del día, el amanecer de la victoria![38]—y como las olas del polvo amarillo iban y venían, parecíame que venían en ellas aquellos vengadores jinetes de Araure,[39] donde caen sobre los desbandados enemigos, que van a dar muertos de espanto y de fatiga en Cabudare,[40] y aquellos otros caballos que descargaron en San Carlos[41] su dorso de hombres entre las espantadas filas del tenaz Izquierdo. Parecíame aquel polvo el de la horrenda ruina—y veía desplomarse a la señorial Caracas, a la gentil Barquisimeto, a aquella Guaira que atrás dejaba a Mérida florida; y lamentos—como con alas salían de entre las piedras de San Jacinto[42]—que se abrían—y teñido en sangre veía un pilar enhiesto, y por entre las grietas de la hambrienta tierra, veía senos de fuego, y rastreando por aquellos muros, cual si se propusiese retar desde lo más alto de la catástrofe tremenda a la naturaleza;[44] veía al fin a nuestro Padre[40] común, enjuto de ira el rostro, crispando la elegante mano, como para empuñar en ella el fuego de la tierra;— que no parece sino que para que tan alta criatura fuese dada a luz, hubiera sido necesario que la tierra toda sufriere extraordinario dolor de alumbramiento.—Parecíame respirar cálido y embriagante aire de batalla,—como si todavía no hubiesen llegado a sus cuarteles de descanso lo[45]s jinetes de Bolívar—o como si aquellas olas espesas y flotantes de amarillos átomos fueran la natural nube de polvo que debió levantar, al caer al suelo, nt. terrible manto de cadenas.[46][47] Tomado de José Martí: Obras completas. Edición crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2009, t. 8, pp. 23-35.[48]
  • Pedro Pablo Rodríguez: “Abrirancho cauce a la vida continental”, Granma, La Habana, 21 de marzo de 1981. A la cabeza del título: Centenario de un discurso de José Martí. Sobre el discurso de José Martí pronunciado en cl Club de Comercio de Caracas, el 21 de marzo de 1881.
  • Pedro Pablo Rodríguez: “[Sobre el discurso en el Club del Comercio]”, ACEM, La Habana, 2005, no. 28, pp. 201-203.

Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[24] Martí se refiere a la Gramática de la lengua castellana de Elio Antonio de Nebrija, y probablemente a La filosofía fundamental de Jaime Luciano Balmes y a la Aritmética de José Mariano Vallejo.

[25]Población del estado de Sucre, Venezuela.

[26]Andes.

[27]El 17 o el 18 de enero de 1881, Martí arribó en el vapor Felicia a Puerto Cabello, procedente de Nueva York.

[28]La tribu de los caracas, probablemente de origen caribe, habitaba el valle que ocupa actualmente la capital venezolana y se extendía hacia el centro del país.

[29]Lugar situado en la cercanía de Caracas, camino a La Guaira.

[30]Cacique sudamericano del territorio situado en el actual municipio que lleva su nombre, en los alrededores de Caracas.

[31]Mayúscula en el manuscrito.

[32]Los hermanos Francisco, Fernando y Juan José Rodríguez del Toro Ibarra.

[33]Los hermanos Mariano y Tomás Montilla.

[34]Lección dudosa. Pudiera ser también “mis”.

[35]José Martí llegó a la Guaira el 20 de enero de 1881, y ese mismo día continuó viaje por tierra hacia Caracas.

[36]Se refiere a las sesiones del Congreso que se efectuaron del 1ro al 5 de julio de 1811 en el Seminario Tridentino Santa Rosa de Lima en Caracas. Allí tuvo lugar la proclamación de la denominada Primera República de Venezuela, y la declaración de los derechos populares y la independencia.

[37]Pudiera tratarse de una errata y referirse a Gabriel Ponte.

[38]Parece aludir a la victoria obtenida por Bolívar en Boyacá, el 7 de agosto de 1819, que determinó la conquista de Bogotá, y que fue dada a conocer el 17 de septiembre de ese mismo año, en Angostura, donde residía el vicepresidente de la República de Venezuela. A continuación, minúscula en el manuscrito.

[39]Ciudad del estado de Lara, Venezuela.

[40]Ciudad del estado de Lara, Venezuela.

[41]Capital del estado de Cojedes, Venezuela.

[42]Iglesia de San Jacinto. Formó parte del convento dominico creado en Caracas en 1595. Pasó a ser administrado por el gobierno colonial en 1660, al ser obligada la Orden a abandonar Venezuela. Quedó casi destruida por el terremoto del 26 de marzo de 1812 y solo la torre se mantuvo en pie, hasta el presente. (OCEC, t. 17, p. 459).

[43]Referencia al sismo del 26 de marzo de 1812, que causó grandes daños en las ciudades mencionadas anteriormente, las cuales se encontraban en manos de los patriotas.

[44]Véase “Bolívar, padre”.

[45]Lección dudosa.

[46]Véase, además, esta expresión para aludir a la dominación colonial española en América, en Guatemala, México, 1878, OCEC, t. 5, p. 254; “[Apuntes para las conferencias sobre América]”, La Habana, 1879, OCEC, t. 6, p. 87; “[Fragmentos del discurso pronunciado en el Club del Comercio]”. Segunda versión, Caracas, 21 de marzo de 1881, OCEC, t. 8, p. 49; y “La América Central” (traducción), OCEC, t. 13, p. 178. (N. del E. del sitio web).

[47]En el Cuaderno de Apuntes no. 7 aparece el siguiente texto, obviamente un esquema de los temas del discurso:

Am:—surge potentísima: toda se abre: ¡qué concierto! qué fragor! qué hervor! qué seno de alba! qué júbilo! Gran canto brillante a la Naturaleza!—A quien espera: al trabajo:—su esposo.—Pintar el consorcio. Luego abiertos los ojos: que Miro?—La Am. de hoy.—Fin del disc.

[48]Puede consultarse también en De la historia a las letras. Bolívar por Martí. Antología crítica, introducción, selección y notas de Lourdes Ocampo Andina, La Habana, Centro de Estudios Martianos, y Ediciones Boloña, 2012, pp. 18-33. Según la autora el texto “ha sido sometido a un posterior cotejo, por lo que las notas varían y se han añadido algunas”. (N. del E. del sitio web).