Johann Wolfgang Von Goethe (1749-1832)
Poeta, prosista y dramaturgo alemán. Se destacan sus obras dramáticas Clavijo, Ifigenia en Taúride, Egmont, y Torcuato Tasso; y entre sus novelas Las afinidades electivas, Los sufrimientos del joven Werther, y Wilhem Meister. El poema filosófico Fausto fue su libro más ambicioso y relevante que, a juicio de José Martí, que lo calificó de “sublime”,[1] “es […] la mejor obra del hombre después de Prometeo”.[2] También escribió tratados científicos como Metamorfosis de las plantas, y Teoría de los colores.
Aunque algunos autores, como Arnold Hauser, reprochan “la inclinación intelectualmente aristocrática de Goethe y sus ambiciones cortesanas, su olímpico egocentrismo y su indiferencia política”;[3] otros, como Gastón Baquero, piensan que “Goethe vino al mundo para servir [a] una misteriosa misión: quiso, en el fondo, salvar al Espíritu en y por la naturaleza hecha arte, frente a los modos asonantes de una ciencia desprovista de luz // […] fue el maestro del crecimiento interior. // Por eso Goethe es el Libertador […], señor de las estrellas, límpido y mármoreo augur del universo”.[4]
Véase el ensayo de Cintio Vitier: “Lejanía de Goethe”, Crítica sucesiva, La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1971.
[Tomado de OCEC, t. 22, p. 370. (Nota modificada por el E. del sitio web)].

Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] JM: “Cuaderno de apuntes no. 1”, OC, t. 21, p. 38. —“¿Qué es el Fausto, más que una colosal tentativa para resolver el problema del mundo, entrar en lo desconocido, ver como se elabora la naturaleza, como anima el espíritu la forma, como lo inexplicable se aclara por el estudio de las tentativas hechas para explicarlo, y en estas, en la reunión y naturaleza de estas, el secreto de él?” (JM: “Cuaderno de apuntes no. 18” [1894], OC, t. 21, p. 382).
[2] JM: “Byron”, OC, t. 15, p. 356.
[3] Arnold Hauser: “Alemania y la ilustración”, Historia social de la literatura y el arte, La Habana, Edición Revolucionaria, 1966, p. 119. [Martí tampoco pasó por alto algunos rasgos negativos de la personalidad de “Goethe, estirado, formal, vano, robusto; un Narciso de mármol” (OCEC, t. 25, pp. 123-124). Esto no impidió, en absoluto, que reconociera su gran genio literario, para situarlo “allá en el cielo alto” junto a Calderón, Shakespeare, Esquilo y Schiller (OCEC, t. 3, p. 186). Consideraba que “con su prosa serena” (OC, t. 12, p. 112), su “moderación […] constante e invisible” (OCEC, t. 13, p. 481), “Goethe hizo tal vez todo lo que había que hacer en la poesía moderna” (OC, t. 21, p. 159)].
[4] Gastón Baquero: “Introducción al bicentenario de Goethe” (1949), La fuente inagotable, Valencia, Pre-Textos, 1995, pp. 125, 126, 127 y 129, respectivamente.